En el marco de una nueva jornada de debate en el Congreso por la despenalización del aborto, los datos obtenidos por un sondeo realizado en el barrio porteño de Villa Crespo arrojaron una realidad concluyente: de 131 personas encuestadas, el 40,4 por ciento afirmó conocer a alguien de su entorno que realizó una interrupción voluntaria del embarazo.
En el marco de una nueva jornada de debate en el Congreso por la despenalización del aborto, los datos obtenidos por un sondeo realizado en el barrio porteño de Villa Crespo arrojaron una realidad concluyente: de 131 personas encuestadas, el 40,4 por ciento afirmó conocer a alguien de su entorno que realizó una interrupción voluntaria del embarazo.
Por Josefina Blumenkranz y Sofía Selasco
La encuesta fue realizada por estudiantes de la carrera de Periodismo de ETER en la transitada esquina de Av. Corrientes y Av. Scalabrini Ortiz. El 63,4 por ciento de las personas consultadas afirmó estar a favor del aborto legal y dio cuenta de cómo esta práctica es una realidad mucho más frecuente y cercana de lo que se tiende a pensar.
Ni la vorágine de una mañana laboral impidió que los testimonios afloraran: “Cuando aborté tenía 23 años y lo hice gracias a un amigo farmacéutico que me dijo dónde conseguir Misoprostol”, contó una mujer de 28 al ser consultada sobre su postura frente al actual debate. De testimonios como este, surge la importancia de la discusión que se está llevando a cabo en el Congreso de la Nación, que hoy introdujo una variante: las voces a favor y en contra serán intercaladas y no debatirán en recintos separados como hasta ahora ocurría.
Parte del debate reside en la diversidad de circunstancias bajo las que se realiza esta práctica. En muchos casos, las mujeres cuentan con los recursos necesarios para hacerlo; información, dinero para un procedimiento seguro y contención. En muchísimos otros, nada de esto ocurre y se producen abortos mal practicados, que conllevan secuelas muchas veces irreparables, o incluso, la muerte.
El reclamo de los sectores a favor de la despenalización es el de un Estado presente que se encargue de legislar y entienda al aborto como una cuestión de salud pública.
La consigna ”Ni una menos” se inspiró en la frase de la poeta mexicana Susana Chávez, “Ni una muerta más”, en protesta por los femicidios acontecidos en su país.
Estas marchas han sido, y son, un punto de encuentro para diversas asociaciones feministas y también para la ciudadanía en general.
El movimiento ha impulsado la creación de leyes y políticas públicas para prevenir y sancionar la violencia contra las mujeres y ha sumado apoyo y acompañamiento de organizaciones que luchan por otros reclamos, todos ellos vinculados a derechos humados.
A las 16 horas del 4 de junio de 2025 la plaza del Congreso de la Nación y las calles aledañas se encontraban cubiertas de manifestantes.
Nos acercamos a un grupo de chicos y chicas jóvenes que se encontraban reunidos sobre el costado de la plaza que linda con la avenida Rivadavia. Se mostraban inicialmente tímidos, pero lentamente se fueron abriendo a la conversación. Venían desde una barriada humilde de la ciudad de La Plata. Formaban parte de “La Casita de los Pibes”, un lugar que se formó “con el objetivo de que los chicos no estén drogándose en la esquina, y tengan un sitio donde comer y realizar actividades”, expresó una de las chicas, que parecía ser la coordinadora.
Estaban allí, aportando a la lucha “para que no aparezcan más mujeres y niñas muertas en una esquina, cada minuto y cada día”. Otras voces, algunas de varones, agregaron otros reclamos: por la igualdad de género, por los jubilados, por la no violencia”. La marcha posibilita que muchos chiques puedan hablar del tema y darse cuenta que la violencia no sólo se manifiesta en los femicidios, sino que también se anticipa en el trato verbal, en la presión psicológica”, nos dijo otra de sus líderes.
Una de las chicas dijo que su mamá padeció violencia de género. Era evidente que todos ellos convivían con una realidad muy dura.
Una nueva voz sintetizó en uno sólo el conjunto de los derechos por los que se encontraban allí: el derecho a vivir.
“ABRAZAMOS TAMBIÉN OTRAS CAUSAS; JUBILADOS, DISCAPACIDADES, TRABAJADORES DESPEDIDOS”
Sobre Hipólito Yrigoyen, del otro lado de la plaza, sentadas sobre el pasto, tres chicas conversaban animadamente. Habían venido desde San Vicente, provincia de Buenos Aires. Trabajan en la Dirección de Políticas de Género y Diversidad de esa localidad.
Concurren a esta marcha desde el año 2016. Recuerdan que la más numerosa de todas fue la que terminó logrando que salieran las leyes de interrupción voluntaria del embarazo y de interrupción legal del mismo, finalmente promulgadas en enero del 2021.
Erika Szlotthaver y Lucía Keuchakian son trabajadoras sociales y apoyan todas las causas inherentes a los derechos humanos: jubilados, discapacidades, trabajadores estatales despedidos, etcétera. Asisten a mujeres que son o han sido víctimas de violencia de género, pero la causa feminista no está cerrada a las demás, porque “la lucha es colectiva”.
Al ser preguntadas sobre la actuación del gobierno en estos temas, una de ellas exclamó: “¡Guauuu!, es nefasta!”. Y agregó: “Coarta y atenta contra los derechos obtenidos. Desde lo discursivo habilita la violencia y la crueldad.” Otra agregó: “Todos los beneficios, en lo social, cultural y económico, se han ido desmantelando. Sus Ministerios han sido rebajados a Secretarías”.
“ESTAMOS VOLVIENDO A LA ÉPOCA DE LAS CAVERNAS”
En la mitad de la plaza nos topamos con otras tres mujeres: “Nos juntamos, hacemos volumen, pero no logramos que esos señores que están allí enfrente, en el Congreso, dejen de hacer sus trampas”, nos una de ellas, con tono de resignación. Y agrega: “La actuación de este gobierno implica un retroceso terrible, estamos volviendo a la época de las cavernas”.
Otra opina que fueron, justamente, todos los logros de las luchas feministas los que dieron origen a la reacción que hace que hoy Milei esté en el gobierno. “Muchos de los que lo votaron son antifeministas a morir. El empoderamiento de la mujer es, en gran parte, motivo de bronca para algunos varones”, reflexiona.
Si bien no es motivo para consuelo, la tercera voz explica que se trata de un fenómeno que también se está produciendo en otros lugares del mundo, como Francia, España y Alemania. Y aprovecha para mencionar la falta de valoración de muchas tareas que tradicionalmente quedan a cargo de las mujeres, como las actividades propias del hogar, la crianza de los hijos o el cuidado de los ancianos.
“VENIR A LAS MARCHAS ME HACE BIEN”
Desde la Av. Rivadavia comenzaron a escucharse redobles de tambores. Hacia el clima murguero nos dirigimos y fuimos testigos de un espectáculo maravilloso. No menos de cincuenta mujeres, algunas con consignas feministas cosidas a sus atuendos, ejecutaban ritmos y danzaban con energía inusitada. Su fuerza y sincronía parecían brotar de lo más profundo de la tierra. La demostración se prolongó durante más de cuarenta minutos.
Azucena y Agustina, apodadas “Mini” y “Tuni”, se prestaron gustosas a ser entrevistadas. Hermanas entre sí, vinieron juntas a todas las marchas, salvo durante la pandemia. “Mini” nos dijo que esa tarde notaba la plaza menos concurrida que en otras marchas, quizás por temor a la represión. Tuni percibe lo mismo, aunque no sabe el porqué.
Vinieron con el grupo de percusión. A algunas de las movilizaciones anteriores habían ido con familia y amigos. Repasan la historia: “Primero fue un femicidio que nos shockeó a todes, y después se fueron sumando reclamos: por otras cuestiones de violencia, por la ley del aborto y por distintas injusticias”.
Cuando piensan en sus propias vivencias “Mini” recuerda que una vez tuvo que correr por miedo a unos “chabones” que se le mostraron amenazantes y Tuni menciona que sus dos abuelas habían sufrido abusos.
Para ellas, todos los gobiernos estuvieron en falta, pero hoy se siente más. Antes existía el Ministerio de la Mujer y ahora ya no. El feminismo es una de las víctimas del achique del estado.
“Tuni” dice: “No sé si ayudan o no a visibilizar los problemas, pero a mí venir a estas marchas me hace bien. Significa estar en la calle y ocupar un espacio junto a mis compañeres”.
“Mini” agrega que estas movilizaciones ayudan a abrir la discusión, interactuar con otras personas interesadas en la temática, exponer experiencias y crear empatía hacia sus justas causas.
La batucada acaba de cumplir once años. Comenzó como un simple grupo de personas que tenían la inquietud de hacer percusión y se fue ampliando. Ahora está integrado por mujeres y disidencias, y es un espacio seguro para ellas.
Practican en Av. Forest y Av. Federico Lacroze, en el barrio de Chacarita, donde “Talleres Batuka”, que abarca todos los niveles, tiene su sala de ensayos.
“Tuni” nos entrega una reflexión final: “Tiene sentido que se junten todos los reclamos. Pedimos que el gobierno se interese en ellos y aporte los recursos para que se puedan cubrir las distintas necesidades: ingreso digno para los jubilados, que las mujeres tengan iguales remuneraciones que los hombres por iguales trabajos y que tengan un contexto amigable para denunciar situaciones de violencia. Son aspectos distintos que confluyen hoy y aquí”.
La movilización comenzó a las 16:00 en la Plaza del Congreso, aunque desde el mediodía se observó cómo la gente se acercaba a la plaza. Hoy, como hace 1732 semanas, los jubilados se hicieron presentes pero esta vez no estuvieron solos: distintas luchas sociales (residentes del Garrahan, trabajadores del conicet y feminismos) se unieron en una jornada marcada por distintos reclamos sociales.
“Acompañar hoy a los jubilados es una mezcla de muchas emociones, con los diferentes sectores y en especial ellos. Mi mamá es jubilada, mi abuela también y ambas cobran la mínima. La pregunta que tenemos como jóvenes es si el día de mañana nos vamos a poder jubilar y eso es triste, pero hoy siento felicidad de que seamos tantos acá”, comentó Gastón, un joven autoconvocado que está convencido de que la salida es colectiva.
Mientras la plaza se llenaba de gente, dentro de las inmediaciones del congreso se trató y finalmente aprobó con 142 votos a favor la media sanción de una Ley que aumentaría un 7,2% las jubilaciones y el bono previsional aumentaría de $70.000 a $110.000. El poder ejecutivo ya anunció que si esta medida se aprueba en el senado, será vetada con el argumento de que no hay plata para financiarla.
El sentido de cambiar la fecha
En el marco de la conmemoración de los diez años del primer grito de “Ni Una Menos” la jornada, que tradicionalmente se realiza el 3 de junio, se trasladó al día siguiente para coincidir con las históricas protestas semanales de los jubilados frente al Congreso. Esta decisión no fue casual: se buscó visibilizar las luchas feministas con las de otros sectores afectados por las políticas actuales.
“Los jubilados, con su presencia permanente, plantaron una cuestión de dignidad frente a un gobierno que desata con profunda crueldad la represión semana tras semana”, aseguró Ana María, integrante de Jubiladxs Insurgentes. A su lado, Liliana, una jubilada que asiste con el mismo compromiso cada miércoles, agregó: “Estoy contenta de que esta vez seamos tanta gente solidarizándose unos con otros. Todas las semanas debería ser igual”.
Marcos Wolman, vicepresidente de la mesa coordinadora de la mesa de jubilados y pensionados declaró que: “En el mes de junio el monto que recibe la inmensa mayoría de los jubilados no alcanza a cubrir el 30% de lo que es hoy la canasta básica de una persona mayor. La defensoría del pueblo de Buenos Aires establece que la canasta básica de la tercera edad es de $1.300.000 aproximadamente y el haber mínimo jubilatorio incluido el bono es de $365.500.”
Para lo que sí hay presupuesto
En este contexto, se destacó la reducción del 64% en el presupuesto de la Línea 144, destinada a la atención de víctimas de violencia de género. Además, se eliminaron programas como el de Apoyo Urgente ante violencias extremas y los Dispositivos Territoriales de Protección Integral. Estos recortes han debilitado la institucionalidad de género en Argentina, según advirtió ONU Mujeres.
El Ministerio de Mujeres fue degradado a secretaría y luego prácticamente desmantelado. El Inadi, desfinanciado. Los programas de cuidados, congelados. Desde el gobierno se insiste en que “no hay plata”. Pero sí hubo presupuesto para reprimir protestas, perseguir organizaciones sociales y demonizar a los feminismos en medios públicos.
“Hay una necesidad urgente de unir nuestras fuerzas para frenar esta política destructiva del gobierno. Entre todos y todas, tenemos que construir una coordinación que genere las condiciones para conformar una verdadera fuerza capaz de revertir esta situación. Se trata de lograr una correlación de fuerzas que ponga fin a estas políticas y abra camino hacia la sociedad que realmente aspiramos, una en la que podamos vivir con dignidad.”, concluyó Marcos Wolman.
La unión hace la fuerza
Los médicos del Hospital Garrahan se sumaron a la movilización para denunciar los recortes presupuestarios en salud. Los residentes vienen denunciando una pérdida salarial del 50 % desde diciembre de 2023 y salarios que no alcanzan la canasta básica.
La presencia del Garrahan en la marcha fue leída como un gesto político que trascendía lo gremial: representó también una defensa activa del sistema de salud pública y de los derechos sociales conquistados. Médicos, docentes, investigadoras y activistas feministas coincidieron en la calle para expresar un rechazo compartido a las políticas del actual gobierno. El reclamo del Garrahan, visibilizado en pancartas y discursos, se volvió parte de una narrativa más amplia de resistencia.