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Manuela González: “El gran desafío de nosotros como sociedad es respetar más, ser más tolerantes con lo diferente”


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En agosto se convirtió en la primera concejala trans de la ciudad de Gualeguaychú. En esta entrevista íntima, cuenta sus sentimientos, experiencias, proyectos y reflexiones en torno a una vida dedicada a la lucha y al compromiso.

Manuela González es la voz de la diversidad: tiene 35 años y es la primera educadora trans en la municipalidad de la que es oriunda y la segunda en toda la provincia de Entre Ríos. Desde ese lugar logró visibilizar las demandas del colectivo LGTBIQ, las desigualdades sufridas y sus reivindicaciones. 

Además, hasta diciembre se desarrolla como Concejala, lo que la convierte en la primera persona travesti elegida por los ciudadanos para representar una parte en el Concejo de la Municipalidad de Gualeguaychú. “Me parece que hay debates que hay que dar en la sociedad, no solo como una persona travesti-trans, sino también como una persona joven. Hay que revisar las agendas de la sociedad y transformarlas en agendas legislativas”, explica la también encargada del área de Género y Diversidad.  

-En pocas palabras, ¿quién es Manuela? 

-Manuela es una persona simpática, compañera, alegre, autocrítica, laburante y con mucho compromiso con lo que hace. Siempre se pone la camiseta y da lo mejor de sí.

-¿Cómo está compuesta tu familia? ¿Cómo fue tu infancia?

-Mi familia está compuesta por mi papá, mi mamá, mi hermano y mis sobrinos. Tuve una infancia muy linda, un papá y una mamá que siempre estuvieron presentes, que fueron muy amorosos y me enseñaron muchísimos valores. También tuve muchos amiguitos y amiguitas en el barrio y muy buenos compañeros de escuela.

-Tu paso por la docencia ha sido un hito en la historia de la ciudad, ya que te convertiste en la primera maestra trans de Gualeguaychú. ¿Cómo fue tu experiencia en el nivel superior?

-Mi experiencia en el Nivel Superior fue linda, pero también transité muchos sentimientos encontrados. Cuando tuve que hacer las prácticas entraron en juego muchísimos miedos e inseguridades. Esto de ser maestra sin Ley de identidad de género hizo que automáticamente yo fuera maestro y que tuviera que sí o sí respetar lo que se exigía en ese momento, como era un “maestro”, un “varón”, tenía que asistir como tal. 

De todas formas, también hubo momentos lindos, de mucho aprendizaje. Tuve unas compañeras maravillosas, siempre fueron muy buenas conmigo, me apoyaron en todo, fueron un refugio. Si me pongo a pensarlo hoy, fue todo un desafío animarme a buscar mis sueños. 

-¿Cómo fue tu primera experiencia laboral?

-Llegué a mi primer trabajo con muchísimo miedo. Me acuerdo que estaban todos los padres en la puerta, y se iban dando vuelta de a uno a mirarme. Ahí me encontré con una maestra que había trabajado conmigo el año anterior. Ella me abrazó, me contuvo, me dio aliento y me presentó a las que en ese entonces fueron mis compañeras durante un año. Esto marcó un antes y un después. 

Para los papás y las mamás de esos gurises solo tengo palabras lindas: a fin de año me regalaron un ramo de flores maravilloso y me agradecieron muchísimo. Inicié el año con miedo pero me fui con alegría, seguridad y absolutamente renovada.

-¿Qué podés destacar de tu labor como docente de nivel primario?

-Lo que voy a destacar es la comunicación con mis alumnos y la confianza que generé con ellos. Yo siempre me mostré como era en cuanto a valores, actitudes y  personalidad. En lo personal, destaco mucho el valor de la educación en las personas porque considero que la educación nos vuelve libres.

-En tu trabajo, ¿cómo manejaste el tema de los prejuicios, tanto tuyos como de los demás?

-En mis experiencias laborales jamás lo sentí y, si lo sentí, nunca fui a buscar un conflicto para solucionar ese prejuicio. Siempre opté por la convivencia en la diversidad y traté de dejar un ejemplo positivo. No le doy lugar a los prejuicios, no soy una mujer que me lleve por ellos y, además, considero que hacen mal y generan daño en vez de solucionar algo. 

Soy una convencida de que uno tiene que conocer las personas, las situaciones, las circunstancias, escuchar antes de emitir un juicio de valor, sobre todo si eso va a impactar directamente en la salud mental, anímica y física de una persona. Creo que el gran desafío de nosotros como sociedad es respetar más, ser más tolerantes con lo diferente.

-¿Qué te llevó a dedicarte a la política? 

-Sentí que no podía quedarme en un lugar de ego y de privilegios, porque yo sí había podido lograr un título, yo sí me había convertido en maestra por mi valor, mi fortaleza, la familia y los amigos que me rodeaban y me impulsaban a no abandonar la carrera. A partir de ese momento ocupé los medios y los espacios que tuve para empezar a militar. 

A través de la militancia política encontré un lugar para luchar por las identidades travestis-trans, para aumentar su expectativa de vida y mejorar sus posibilidades laborales. También pude empezar a tejer una comunidad respetuosa, tolerante, y brindar información a la gente, porque muchas veces a través de los prejuicios las cosas que se enseñan son negativas, y yo siempre digo que la diversidad se aprende en convivencia.

-Hace poco asumiste el rol de concejala en la ciudad de Gualeguaychú. ¿Qué desafíos te propone este nuevo lugar? ¿Cuáles son tus objetivos?

-El mayor desafío es estar y sostener la representatividad de las personas LGBTIQ. Me parece importante trabajar desde mi lugar por una ciudad justa, comprometida con las causas que representan la justicia social para todos y todas. Yo asumí desde agosto hasta diciembre, por un período corto de tiempo, porque renunció el compañero Ignacio Farfán entonces quien seguía en esa lista del 2019 que había sido votada por el 65% de los habitantes de esta ciudad era yo. Esto es lo histórico en algún punto, ya que soy la primera persona travesti elegida por los ciudadanos para representar una parte en el Concejo. 

A pesar del período corto de tiempo en el que voy a estar, hay cosas muy lindas e interesantes para hacer: uno de los proyectos que presenté ahora es la adhesión a la ley que regula el consumo y producción de cannabis y cáñamo en Argentina. Me parece que hay debates que hay que dar en la sociedad, no solo como una persona travesti-trans, sino también como una persona joven. Hay que revisar las agendas de la sociedad y transformarlas en agendas legislativas.

En el verano, tuve la posibilidad de encontrarme con una “Manu carnavalera”. Contame esta experiencia, que también forma parte de la identidad de nuestra ciudad.

Salgo en el carnaval desde los 15 años, comencé a bailar en O’Bahía en el 2005 de la mano de Ruth Zárate. En ese momento se abrió una puerta que continúa abierta hasta el día de hoy. 

El carnaval me enseñó muchísimo, fue uno de los primeros lugares donde trabajé, porque en nuestra ciudad, gracias al fenómeno del carnaval, muchas mujeres travestis-trans e identidades LGBTIQ tuvieron la posibilidad de trabajar. 

Yo creo que el carnaval es un producto LGBTIQ por un montón de artistas que lo hicieron ser la fiesta máxima que es, desde los años 80 en adelante. 

En el carnaval aprendí a maquillar, coser, teñir plumas, bordar, hacer moldes, baile y puesta en escena. Fue una escuela y me dio otra sapiencia, otra experiencia, aprendí muchísimos oficios que están buenísimos y que me los llevo para toda mi vida. Es un espacio LGBTIQ que invita a la liberación y al disfrute, pero es un desafío seguir visibilizando las identidades trans, ya que es la fiesta máxima del verano argentino.

-Como miembro del colectivo LQTBIQ, te destacás por una incansable labor para conquistar derechos laborales y sociales. ¿Cuál es tu mirada sobre la situación en Gualeguaychú? 

-Creo que nuestra ciudad, por el carnaval, por el corso barrial, por el desfile de carrozas y por los boliches bailables, siempre fue un lugar amigable con nuestra comunidad. No solo lo digo yo, sino también los testimonios y las experiencias que recibo de otros y otras compañeras LGBTIQ más grandes que yo, que vivieron otros momentos de la ciudad. Siempre fue un colectivo que marcó una resistencia independientemente de los distintos momentos que haya atravesado el país y de los distintos contextos sociopolíticos. 

Gualeguaychú no es una ciudad violenta con el colectivo porque muchos de nuestros padres e incluso abuelas han formado parte del carnaval, han transitado el show de “El Ángel” y han convivido con la diversidad a nivel social. 

No es menor que esto suceda en Argentina, que es uno de los países con más derechos reglamentados para el colectivo LGBTIQ en el mundo. Ejemplos de eso son la ley de matrimonio igualitario, la ley de identidad de género, el DNI no binario, el pasaporte no binario, el cupo laboral travesti-trans, un montón de leyes que les permiten a las personas del colectivo la garantía de los derechos humanos.

-¿Qué opinás sobre el avance de los discursos de la derecha que se intensificaron luego de los resultados de las P.A.S.O.? 

-En este último tiempo hay un advenimiento de los discursos de odio contra la comunidad LGBTIQ. Está volviendo el discurso de ultraderecha que está en contra de las minorías y de los derechos conquistados. Eso representa un peligro para el colectivo, creo que es algo que tenemos que revisar, repensar, todos, todas y todes quienes habitamos este país. 

Nos costó muchísimos años y les costó a muchísimas personas la democracia, la posibilidad de elegir a nuestros representantes. Poner en juego nuestros derechos por los que la política no ha sabido hacer en los últimos años creo que afecta a la sociedad argentina. 

Somos muchísimo más que lo que nos intentan hacer creer. Argentina es un país maravilloso y es nuestro deber cuidar la democracia y todos los derechos que hemos conquistado a lo largo de los años. Esto nos invita a reflexionar. 

Esta votación debe ser a conciencia de lo que se puede ganar y lo que se puede perder, siempre desde el amor, no desde el odio.

-Las mujeres trans han ganado territorio laboral, social y político, aunque queda mucho camino por recorrer. Desde lo personal, ¿qué sentís al mirar hacia atrás?

-Ha sido todo muy rápido, sucedió todo en cuatro años desde lo político y en más de diez como docente. Siento mucha alegría, mucha nostalgia de ver cómo he crecido y de mirar para atrás y ver la niña que era cuando arranqué a dar clases, llena de miedo y que pensó que no iba a poder, que le iba a ganar el sistema, la violencia y el odio hacia lo LGBTIQ.

Hoy, desinteresadamente y con mucho compromiso y humildad, creo que he logrado pequeñas transformaciones y conquistas de manera colectiva; y me siento muy orgullosa de haber podido representar los valores que me enseñaron mis viejos. 


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