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Marizilda Cruppe: “La cámara es lo que ejecuta lo que sentiste, pensaste, estudiaste”


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Desde los 90 cuenta historias a través de su cámara. Su sensibilidad y empatía se transmiten en cada fotografía y busca que sus trabajos produzcan un cambio.


Marizilda Cruppe es curiosa, así se define y así la definen, y así también llegó a ser fotoperiodista. Terminó el secundario con un título en electromecánica. Trabajando de técnica arrancó su carrera en ingeniería. Vió cómo vivían quienes ya habían terminado y le preocupó que todos eran infelices con sus trabajos de oficina. Sintió que el tiempo se pasaba, estaba perdida, no sabía cuánto. Durante esos años, en ese afán por conocer todo, hizo un curso de aviación. Mientras ella lograba pagar 40 horas en dos años a base de mucho sacrificio, sus compañeros hombres de familia de aviadores y con plata hacían 30 en un mes. Desistió ante la desigualdad. El tiempo seguía corriendo. No hay un momento exacto, dice ella, que recuerde como el instante en que decidió embarcarse en la fotografía. Si sabe que desde el principio quiso hacer fotoperiodismo. 

Nació en Jundiaí un municipio de San Pablo pero a los siete años, por el trabajo de su papá, se mudó con su familia a Novo Iguaçu, un lugar marcado por la violencia, lejos de los grandes centros culturales de Río de Janeiro. Esa distancia en los 90 con unos veintitantos años le jugaba en contra de su camino en el descubrimiento de la profesión. A veces le cuesta entender cómo era todo en la era predigital. Dejó la carrera, creía en ese momento, por unos años, porque no quería seguir postergando la fotografía. El tiempo. No había escuela de fotoperiodismo así que además del conocimiento técnico que le daban los cursos se fue creando su propio manual. Pasaba horas en el archivo de O Globo viendo las hojas de contacto de los trabajadores del diario. Analizaba no solo el trabajo que era publicado sino toda la sesión, cómo se llegaba al resultado final, como se recortaba el cuadro, así empezó a entender todo el proceso. Trabajó en ese medio por 16 años, hasta el 2011, al volver de un viaje en el que había sido jurado de uno de los concursos de fotoperiodismo más importantes del mundo, el World Press Photo Contest. Fue en ese momento en el que dió cuenta que había cientos de fotógrafos independientes en el mundo haciendo el trabajo que querían y que repercutían de manera positiva en sus comunidades. Para ese entonces ya había hecho colaboraciones con distintas organizaciones como Greenpeace, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), Médicos sin Fronteras y en el diario ya podía elegir la mayoría de los que le asignaban. Pero le indignaba que el grupo de medios más importante de sudamérica y con 40 fotógrafos en su staff solo trabajara en Río y mayoritariamente en la zonas ricas sin importarle las historias “chicas” del día a día. Renunció y se convirtió en nómade e independiente. La primera por lo menos hasta que arrancó la pandemia. 

Debora Inacio Ph @maricruppe 

No tiene novio. Ya estuvo casada y después de diez años se divorció. Su última relación terminó también antes del aislamiento. “Yo quiero ser libre. La media del hombre brasilero quiere una mujer para tenerla como un objeto de su propiedad”, opina. No quiso ni quiere tener hijos. Eso también le trajo problemas con sus parejas. Y con la sociedad que cada vez que se lo preguntan o lo comentan siente que la juzgan. De todas maneras sabe que a la hora de conseguir trabajo siempre fue un plus. “Si no tenés hijos saben que no tenés otra preocupación por sobre lo laboral”, comenta. Bromea con sus amigas sobre la posibilidad de encontrar a alguien con quien tener una relación amorosa. Es que con la grieta siente que debería pasar varios filtros para cumplir con los requisitos: que si voto a Bolsonaro, no; que si vacunó, si; si usa mascarilla. Por las dudas deja marcada la cancha desde el principio. En Whatsapp su nombre figura como “Marizilda.Pro ciencia”.

Hace dos semanas se mudó a Manaos. Su ropa, libros y cámaras salieron de su casa en Pará donde se instaló en marzo de 2020 para cumplir con el aislamiento. Su vida sin un hogar fijo se prolongó por seis años. Llevó durante ese tiempo un registro de las camas, hamacas y literas donde durmió. Las fotos las tomaba apenas se levantaba para que se note su presencia. “Soy de virgo, necesito tener listas aunque después no recuerde donde las puse. No soy buena con las selfies así que me pareció una buena manera de retratar los lugares donde estuve”, y describe así su proyecto “Wherever Photography takes me” (Donde la fotografía me lleve). Ahora, más allá de esta mudanza, tiene una dirección donde la pueden encontrar. En Pará adoptó a dos gatas que la obligaron a tener una base. 

Al Amazonas ya había ido en varias oportunidades trabajando para O Globo cuando empezó a trabajar con pueblos originarios y crímenes ambientales. Esas temáticas, junto con cuestiones de género y de derechos humanos, engloban el foco que tienen los trabajos de Marizilda. A veces siente desmotivación. “Los cambios son lentos, la destrucción es muy rápida”, reflexiona y grafica esto con las tasas de hambre que tiene Brasil en la actualidad. En cuatro años de Bolsonaro los números son los mismos que hace 30 años. “Cuando vos llegás con la cámara la gente se pone feliz, le gusta que los mires, que los escuches. Pero después vos te vas y ellos se quedan y la expectativa que ponen en nuestro trabajo no siempre la podemos cumplir”.

Sus colegas la eligen por su calidez humana, empatía y por su gran capacidad para conectar con la historia de la gente. Marizilda se toma todo el tiempo del mundo para escuchar y elegir el enfoque que quiere darle a lo que va a contar a través de su lente. 

Dulce Ph @maricruppe 

Kaio Alves Inacio desapareció en 2013 en el litoral de San Pablo. Desde ese momento Debora, su madre, no quiso cortarse más el pelo. El retrato que le tomó Marizilda cinco años después, para el programa del Comité Internacional de la Cruz Roja, puso en primera plana ese cabello largo, suelto y que se levantaba con el viento para contar su historia. Debora también le confesó que, aunque amaba el mar, desde que Kaio no estaba más con ella no había vuelto. Cuenta Sandra Lefcovich encargada de comunicación del CICR quien acompañaba a Marizilda en ese reportaje que ella le propuso acompañarla nuevamente a la costa para ayudarla a transitar el duelo. Lo hizo de manera personal, no como fotógrafa. “Las fotos que tomó ahí fueron las más lindas y en las que se retrataba mejor la esencia de Debora”, dice Sandra para explicar por qué elige trabajar con ella. “Marizilda logra que la persona se sienta a gusto para ser retratada”, agrega. Incluso las personas más tímidas terminan sonriendo a la cámara y fluyendo con una sesión en manos de ella. La calidad de su trabajo también se ve reflejada en la naturalidad, en buscar el lugar apropiado, sin tanta luz artificial, usando el medio que la rodea. “La cámara es lo que ejecuta lo que sentiste, pensaste, estudiaste. El 70% del tiempo de un fotógrafo es empleado en pensar lo que va a hacer”, dice Marizilda. 

Quiere seguir dedicándose al tema de los desaparecidos. Cree que es algo muy importante de lo que no se habla porque cuestiones más urgentes lo tapan. Hoy hay 90 mil desaparecidos por año en Brasil, aunque no hay cifras oficiales, y 25 millones de brasileños conocen a algún desaparecido. “Lo quiero abarcar desde un lado más académico con sociólogos, psicólogos, es un tema muy complejo que toca muchas aristas como crímenes ambientales, condiciones de trabajo insalubre, violencia institucional”. El tiempo que le dedique dependerá de la cantidad de contratos que tenga. Por un lado no se puede dar el lujo de rechazar trabajos que financiarían uno que tendría que pagar con dinero de sus bolsillos y, por el otro, sabe que no tiene fecha límite de entrega. Lo quiere hacer bien. 

“Me gusta crear puentes, mi trabajo depende mucho de esto, entonces yo hago lo mismo”. En esa frase resume buena parte de lo que quiere agregar después. Primero su otro objetivo a futuro, conectar a familiares víctimas de tragedias, hacer una red. Su trabajo la llevó por todos los estados de Brasil. En una oportunidad, en una de sus muestras se conocieron una pareja de padres de una víctima de la tragedia Kiss, una hecho muy similar al de Cromañón que se dió en Rio Grande Do Sul en 2013, y una pareja de un chico desaparecido. Ahí vió como la búsqueda por justicia y el dolor los unía. Esa frase también resume un poco su filosofía de vida: “Si yo tengo algo bueno, un viaje, comida rica en el plato, tengo que dar algo bueno al resto. Si hay mucha gente que no tiene entonces mis logros no sirven”. Marizilda dona una parte del cobro de su trabajo a una causa. Con lo que ganó en su último viaje a la Antártida con Greenpeace pagó la castración de cinco gatos de su barrio y por primera vez destinó plata a una causa para animales y no personas. 

Lo que tiene de entrega también lo tiene de testaruda. Roberta Jansen, una de sus mejores amigas y colega de O Globo recuerda varias anécdotas de viajes donde gracias a esa cualidad lograron un trabajo impecable y sacarla de su zona de confort. “En Rusia y Kazajistán donde casi nadie hablaba inglés y mucho menos portugués, Marizilda con dos palabras lograba disuadir a los militares rusos para sacar las fotos que ella quería en la base espacial que íbamos a documentar”, cuenta Roberta. En África, en un viaje con el CICV y la ONU, en un traslado en avión de Kenia a Congo un hombre se les había acercado para advertirles de lo peligroso del lugar. Roberta se quedó preocupada y por la noche se lo comentó a su amiga. Al principio no entendía de qué le hablaba y después le respondió: “Es hombre, es cobarde”. 

Conocí a Marizilda en ese viaje a la Antártida en febrero de 2022, yo viajaba como voluntaria y ella como fotógrafa. O al menos eso creía. En los preparativos previos, en la cuarentena que antecedió el viaje chequee la lista de tripulantes. Vi su nombre y la busqué en Instagram. Ya la seguía. Me puse a revisar las fotos y encontré el porqué. Una de ellas me había enamorado. La había compartido la cuenta Every day in the Amazon para el 8M de 2020. En la misma se puede ver a una mujer recostada sobre su canoa rodeada de un jardín acuático tomada desde un dron. Marizilda buscó la imagen completa, la mujer atractiva, sola, empoderada en su jardín. Me contó su historia en esta entrevista. Dulce es una cocinera emprendedora del Canal Jari donde confluyen los ríos Amazonas, Tapajós y Arapiuns. La conoció en una visita turística que hacía con Roberta, que había ido a visitarla. Apenas cruzó unas pocas palabras con ella supo que quería retratarla y contar su historia. Se lo propuso a sus colegas de Projeto Coletivo pero cuando Marizilda les comentó que ya había salido una pequeña nota del mismo personaje en un diario local se negaron. Enojada les preguntó uno por uno a los editores quién había leído esa historia. Ninguno fue la respuesta y accedieron a publicarla. Al poco tiempo se convirtió en una de las notas más leídas del medio.

Antártida. Ph @maricruppe 

Marizilda no mira para un costado, tiene sus oídos siempre a disposición y su boca llena de preguntas que no se contiene a hacer ante la menor duda que le surge. Lleva casi siempre una sonrisa en la cara. Se le borra cuando habla de Bolsonaro y lo hace bastante para convencer a la mayor cantidad de personas antes de las elecciones para que no lo voten. Tiene espíritu aventurero pero por amor a sus gatas se instaló en una casa, aunque se los reproche. Comparte conocimientos, da charlas en una escuela de formación popular en Río. Y teje redes para que todo lo que ve a través de su lente no se quede en un mero archivo sino que pueda, con esas imágenes impactantes, comprometer al que las ve y generar movimiento.

Marizilda es fotoperiodista y activista y dispara con su cámara en las condiciones más crueles y destructivas del ser humano y aun así sus fotografías captan lo más hermoso de la esencia de las personas y lugares que retrata. Marizilda es una artista.


Más información: https://www.marizildacruppe.com/ | Proyecto Wherever photography takes me 


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