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ORGANIZADOS POR EL ROCK


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Melisa, una seguidora del Indio, alquiló un micro y armó un raid para que otros 55 ricoteros puedan vivir el recital que el ex cantante de los Redonditos de Ricota ofreció en Gualeguaychú. Ganó $ 200 y viajó gratis. Con movidas como ésta, la ciudad entrerriana, que albergael carnaval más grande del país, fue otra vez sede de una fiesta nacional: casi 200 mil personas llenaron el hipódromo local, lo que fue un récord de convocatoria.

 Por Nayla Díaz

EL INDIO EN GUALEGUAYCHU: DE 0 A 350 PESOS

Son las 6 de la mañana y todavía es de noche. En una calle de Villa Crespo hay varias personas con capucha y las manos enfundadas en los bolsillos. La mayoría forma un círculo y conversa en torno a las mochilas, la heladerita y las banderas de lienzo blanco. Otros buscan con la mirada alguna cara conocida. En la esquina de la calle descansan 10 damajuanas de vino tinto, varios packs de Coca-Cola y botellas de fernet. Todos se miran de reojo y con curiosidad. Están por compartir una jornada de militancia rockandrrollera. Entre los pibes hay experimentados y primerizos, pero un denominador común que los agrupa: la ilusión y la ansiedad de ver tocar en vivo al cantante de los Redonditos de Ricota, Carlos “Indio” Solari.

 “¿Quién es Maximiliano?”, grita una voz femenina desde la pequeña bodega urbana. Maximiliano da el presente y pide que por favor esperen a sus 3 amigos que se quedaron dormidos, que vienen desde Boedo en taxi y en 10 minutos llegan. Melisa acepta y sonríe con paciencia. Llegó el día que espera hace más de tres meses, cuando comenzó a gestionar dos micros para trasladar a casi 100 personas al recital con mayor convocatoria de la historia del rock nacional.

Melisa tiene 21 años y parece la anfitriona de una fiesta callejera. Visita a cada grupo de gente con un pilón de hojas blancas. Son listas escritas a mano y divididas en tres columnas en las que figuran los nombres, documentos y saldo de los viajeros. Escrito con marcador naranja se puede leer: “Indio 12/04”. Va tomando asistencia y cobrándole a los que deben parte del pasaje. No es la primera vez que hace esto; ya había debutado como organizadora de viajes en el último recital que el Indio Solari ofreció en Tandil. “Lo mejor de esto es que puedo viajar con todos mis amigos y, de paso, consigo mi pasaje gratis”, cuenta Pipi (como le dicen sus amigos) mientras cuenta billetes de cien pesos. Junto con una amiga de zona sur organizaron dos salidas: la primera desde Avellaneda (en un micro para 42 personas), y la segunda desde esa esquina de Villa Crespo (en un micro para 56 ricoteros). El precio del pasaje era de 350 pesos hasta mediados de marzo, y a partir de esa fecha comenzó a costar 400. Incluía el traslado a Gualeguaychú, la vuelta y bebidas espirituosas para el camino.    

A los 65 años, el ex cantante de los Redonditos de Ricota marcó un récord de convocatoria.
Crédito: www.diariodecultura.com.ar

Un micro para 56 personas cuesta 14 mil pesos (el precio incluye el seguro), mientras que el de 42 personas tiene un costo de 12 mil. Las matemáticas indican que aún habiendo cobrado todos los pasajes a $350 y descontando las damajuanas y el fernet, Pipi debería haberse quedado con un porcentaje. Sin embargo, ella desmiente esta lógica y dice: “La ganancia fue de 200 pesos y claro, el pasaje, pero el resto lo tuvimos que poner en el bondi y el alcohol”.

Una vez que arranca el colectivo, algunos cantan golpeando el techo, otros duermen y Pipi va y viene repartiendo unas entradas artesanales que confeccionó por pura coquetería. Los choferes la buscan, preguntan por ella, es la primera vez que hacen un viaje de este estilo y no saben cuánto tiempo tardarán en llegar hasta Gualeguaychú. Un viaje que generalmente dura 3 horas y pico puede llegar a duplicarse por el flujo de autos y colectivos queriendo llegar al mismo lugar. Todos los pasajeros están ansiosos y el primer problema surge cuando baja uno con la cara de Solari en la remera y un CD en la mano: “Eh, Pipi, ponete este disco así cantamos un poco”. Pipi respira profundo y da la primera mala noticia del día: “Se les rompió el DVD así que van a tener que cantar chicos, ¡Qué no decaiga!”. Hay decepción en las caras de todos, pero también una determinación en la actitud: “¡Ya fue! Vamo’ a cantar, loco”, agita uno de los pibes a los demás.

Como estaba previsto, el viaje duró 6 horas, casi el doble del tiempo normal. Nadie quiere esperar un minuto más para bajarse del micro pero igualmente aguardan las instrucciones de la organizadora: “Vamos a cerrar el bondi hasta las 6 de la tarde. A esa hora pueden venir a cambiarse y dejar sus cosas para ir al recital”. Dicho y hecho, todos organizan sus mochilas y dejan más o menos acomodados sus asientos. Bajan grupos con heladeritas y desaparecen en el horizonte de humo de choripan y remeras de rock.

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Para ver al Indio, miles de ricoteros se organizaron para ir en micro.
Crédito: www.eldiaonline.com

El micro, que ingresó a la ciudad por el acceso sur, quedó estacionado en doble fila en el espacio donde horas después, cuando terminen de llegar todos los ómnibus que faltan, se convertirá en un laberinto de vehículos pesados de dos pisos. Pero a un costado de la espesura de los motores viciando el aire está la costanera y la promesa de un día fresco pero soleado en la naturaleza. Este folklore se ha convertido en parte fundamental de la experiencia de viajar tan lejos para ver al Indio, que se ha convertido en un exitoso promotor turístico.

Por la ribera del río desfilan familias, parejas, amigos. Algunos cuentan que llegaron “con lo justo” y otros cocinan una colita de cuadril a la parrilla pero en Gualeguaychú no hay estandartes y cuando suena una canción todos cantan al unísono y agitan los brazos en alto. Ese es el motivo por el cual casi 200 mil personas se trasladaron a la ciudad del carnaval, para vivir lo que muchos han denominado como la “misa ricotera”. Hay quienes aprovechan la ocasión para hacer negocios, y otros que se entregan al consumismo, pero a medida que avanza la tarde la gran masa se unifica y comienza la procesión hasta el hipódromo.

Las bajas temperaturas y la lluvia que azotó el predio los días anteriores hicieron del recital una epopeya. Eso no detuvo a todos quienes habían hecho un gran esfuerzo por estar allí y lo demostraron cantando con insistencia a la espera del Indio: “Si vas a tocar a la luna, la luna la vamo’ a copar”. Con mucha excitación los fanáticos fueron colmando el hipódromo de la ciudad y pasadas las 10 de la noche, ya con barro hasta los tobillos, las luces se apagaron y la fiesta comenzó.

Los 65 años del Indio Solari quedaron en evidencia, su voz lo delató. Sin embargo, los Fundamentalistas del Aire Acondicionado (sus músicos) lo acompañaron con excelencia y demostraron ser una banda de gran envergadura, los herederos del rock local. El recital tuvo como novedad la inclusión de una cantante como invitada (Debora Dixon en el “Blues de la libertad”), y la reunión con 3 ex–redonditos: Semilla Bucciarelli, Sergio Dawi y Walter Sidotti (que participaron en la grabación de un tema del último disco, “La Pajarita Pechiblanca”).

La vasta superficie del terreno dificultó la puesta de sonido, provocando así un leve delay entre la voz del Indio y el resto de los instrumentos (problema que se fue componiendo a medida que avanzaba el show). Entre las perlitas ricoteras sonaron “Nene-Nena”, “Me matan limón”, “Ya nadie va a escuchar tu remera” y “Todo un palo”.

Al micro de Pipi volvieron todos de a poquito. Algunos con barro hasta las rodillas y otros inmaculados. Cuando terminó el conteo descubrieron dos colados que suplicaban con barro en la frente: “¡Tengo 20 pesos! Llevame hasta La Plata”. El chofer se reía, estaba limpio y sobrio y le retrucaba “Pero voy para el otro lado, amigo, bajate, dale”. A la hora de emprender la retirada también se dieron cuenta de que faltaba un asiento (a la ida habían ido cantando y ni se habían percatado), finalmente, una parejita accedió a compartir el asiento para hacer lugar. El colectivo arrancó a las 2.30 de la mañana y regresó a Villa Crespo a las 12 del mediodía, es decir, más de 10 horas de viaje, pero nadie chistó y esta vez la dejaron dormir a la Pipi. Una vez de regreso en el punto de partida, todos le agradecieron por haber organizado “la movida” y algunos dejaron abierta la propuesta: “Nos vemos en la próxima fiesta de rock and roll del país”. Pipi asegura que lo hace por amor a la música y no por el dinero, veremos que le deparará la próxima “misa”.

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EL INDIO EN GUALEGUAYCHU: DE 0 A 350 PESOS

Por Luciano Vildosola

“Con la entrada en la mano por favor”, pide Leonardo,  vestido de negro y cubierto por una pechera amarilla fluorescente. Sus ojos saltones dan una expresión acertada de lo que está sucediendo en la avenida Del Valle: un mar de personas, una verdadera procesión, se dirige hacia el hipódromo de la ciudad entrerriana de Gualeguaychu preparándose para vibrar con el recital del Indio Solari. Media hora antes de las 22, horario de inicio del show, quedó demostrado que la entrada en mano no era más que una formalidad.

 

Leonardo, de 43 años, forma parte de la seguridad privada –cerca de 1.500 hombres- contratada por el ex líder de “Los Redondos” para garantizar, junto a los efectivos de la policía de Entre Ríos, la seguridad de un show único en el mundo y sin precedentes en el país por su convocatoria. Según los cálculos oficiales, 180 mil personas desembarcaron en una ciudad de 90 mil habitantes.

“Ni un solo policía vi hasta ahora. ¿Y vos viste algún quilombo?”, interroga retóricamente Eliana, vecina de la localidad bonaerense Ciudad Jardín, refiriéndose a los más de seis kilómetros que separan el lugar acordado para el estacionamiento de los micros y el hipódromo.

Los fanáticos se desplazan uniformemente por una de las avenidas principales. Un fanático de unos 25 años salta al ritmo de “Todo un Palo” mientras una nena, subida a sus hombros, sacude sus brazos en dirección al cielo sin entender mucho lo que sucede. No es necesario llevar un mapa, solo se debe seguir a la multitud que canta y baila sobre el ancho y largo de la calle junto a los comerciantes locales que no desperdician su oportunidad para mostrar sus productos sobre la vereda y reproducir los himnos de los redonditos de ricota. No hay efectivos policiales en el camino.

Desde la intendencia se anunció oficialmente que los cacheos serían solo en el ingreso al recital. “Tenemos la orden precisa de que todo salga bien, de que no haya disturbios”, informa Leonardo.

Pero no hay cacheos que puedan contener o cubrir la masividad del evento. Aurelio, un hombre con el pelo cubierto de canas, pide a la gente que baje el ritmo de la marcha y asegura: “Nunca vi algo así, es inabarcable, si frenamos a la gente se amontonan 200 personas en un segundo”.

Sebastián, que viajó desde Morón, asegura: “En Mendoza –se refiere al recital del artista en septiembre 2013- ni tuve que sacar la entrada del bolsillo. Esta vez ni la compré”. Él no es el único que prueba suerte sin pagar los 350 pesos que cuesta la entrada. Otros, como el “Bocha” y “Santi”, recorren casi 800 kilómetros desde Santa Rosa, La Pampa, sin dudarlo: “Pasas seguro, los que las cortan no pueden con toda la gente que hay. En Mendoza pasamos de una”.

Tres cordones de seguridad privada hay que pasar para ingresar al campo del Hipódromo; el último, el del ingreso, es el único en el que intentan pedir el ticket. Pero, por cada espacio que ocupan los integrantes de seguridad pasan decenas de personas: algunos levantan la entrada y la muestran, otros ni siquiera prestan atención a los controladores. Avanzan como el río sin obstáculos.

Dos horas de recital trascurrieron, 27 canciones hicieron delirar a los cientos de miles de fanáticos en un show en el que no se produjeron incidentes.

La procesión retorna a pasos cortos y lentos después de una fría noche y un caloroso encuentro. Muchos, regresan con sus entradas intactas en los bolsillos; sin cortar. Eliana, abrigada al calor de su novio, asegura mientras levanta sus cejas: “Por lo menos, me sirve para el recuerdo: la puedo guardar entera”.


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