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PALABRA SANTA


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Para el dramaturgo porteño Roberto “Tito” Cossa, los argentinos ya no hablamos español porque asumimos un lenguaje propio, “el nuestro”. Al reflexionar sobre su oficio, el periodista mexicano Sergio González, secuestrado y torturado por investigar los crímenes del narcotráfico en Juárez, consideró que el periodismo que profundiza y describe con sabiduría “es inmediatamente literatura”. En distintas charlas, estos dos referentes pasaron por el Encuentro Federal de la Palabra que se hizo en el predio de Tecnópolis.

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IDIOMA ARGENTINO

Por Esteban Lleonart

“Por suerte asumimos el lenguaje nuestro, el idioma argentino, que es un idioma”, disparó el dramaturgo Roberto “Tito” Cossa en la clase magistral que dio en Tecnópolis el sábado 19 de abril, como parte del Encuentro Federal de la Palabra. Lo dijo con seguridad, y luego habló de otros aspectos vinculados al lenguuaje de los argentinos. Simplemente dejó asentado lo que considera un hecho: que en el país no se habla español.

Cossa no fue el único en promover una independencia del español introducido en el país cuando se produjo la colonización. En 1900, el francés radicado en Buenos Aires Luciano Abeille había publicado el libro “Idioma Nacional de los Argentinos”, en el que planteaba la hipótesis de que en el Río de la Plata se había desarrollado una nueva lengua, y sostenía que eran los hablantes los que definían su idioma. En 1928, Jorge Luis Borges publicó “El idioma de los argentinos”, un ensayo en el que insistía en la diferenciación con el español ibérico, pero también en el aporte de los nuevos inmigrantes italianos.

Cossa también, en su clase abierta, se lamentó por otra interferencia: “Lástima que se viene la influencia del idioma inglés, sobre todo relacionada a la nueva tecnología, e incluso en el teatro decimos stand up cuando podríamos decir monologo”. Sin embargo, minimizó esta queja, ya que la consideró irrelevante frente a la lógica de la lengua: “Es así: invade, se instala y no hay con qué darle”.

TITO COSSA
“Tuvimos un idioma dependiente durante muchos años”, señaló Cossa.

Crédito: www.elmonitor.educ.ar

Utilizar las palabras que nos eran ajenas, explicó Cossa, era una manera de controlar. “Nosotros tuvimos un idioma dependiente durante muchos años”, dijo. “Era nefasta la influencia del idioma español-español, o del castellano de los españoles, cuando las maestras nos hablaban de y en los actos escolares se decía y vosotros. Esa misma influencia hacía que fuera muy difícil producir obras extranjeras. Se traducía de una manera que nadie hablaba, ningún actor podía hacer eso”, explicó.  

En 1952, el presidente Juan Domingo Perón incluyó dentro de su Segundo Plan Quinquenal – que no se terminaría de realizar por el golpe de estado de 1955 – la planificación de una acción gubernamental que apunte a la configuración nacional de la lengua. La discusión de fondo detrás de ese objetivo era la discusión de la soberanía lingüística. Hoy, la normativa de la lengua la decide la Real Academia Española. Cossa asegura que su función es inútil: “Las palabras van, mueren, desaparecen, y otras se instalan, porque los que las construyen los pueblos”.

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“SIN PERIODISTAS NO HAY PERIODISMO”

Por Julia Muriel Dominzain

Al periodista mexicano Sergio González primero lo amenazaron, después lo secuestraron y torturaron. Querían amedrentarlo y que dejara de contar el narcotráfico y los crímenes de las Mujeres de Juárez. Pero no alcanzó: ahora González es, en sí mismo, una crónica policial. “La nota roja siempre va al pecho”, dijo en el Encuentro Federal de la Palabra. Si bien reconoció que es el impacto lo que le da la fuerza narrativa a lo policial, agregó que no vale quedarse ahí: “Tenemos que recuperar el elemento reflexivo y crítico, contar el contexto de la noticia”, insistió. Entrevistado por la antropóloga colombiana Rossana Reguillo en Tecnópolis, el autor habló sobre narcotráfico, la pasión por la nota roja, el lado luminoso de la vida, el desafío de sobrevivir al oficio de policiales y la cruenta etapa del capitalismo que atraviesa la humanidad.

“El buen periodismo que profundiza y describe con sabiduría los fenómenos es inmediatamente literatura”, consideró. La nota roja bien escrita le resulta extraordinaria y entiende que cumple un rol fundamental. Cuando el año pasado le entregaron el Premio a la Libertad de Expresión en Iberoamérica por seguir escribiendo pese a las amenazas y torturas, González justificó su empeño: “Sin periodistas no hay periodismo”.

MEXICANO GONZALEZ
“Hasta cuando sueño escribo”, reveló González.

Sergio González publicó en 2002 el libro Huesos en el desierto sobre los asesinatos de mujeres en la frontera entre México y Estados Unidos. Sobre la potencia mundial, denunció: “Hasta la organización criminal  ‘Los Zetas’  fue instruida por agencias de inteligencia norteamericanas que manipulan desde siempre el narcotráfico en América Latina”.

Así fue como introdujo su análisis contemporáneo: el autor consideró que el capitalismo está en su etapa más salvaje. “La codicia no tiene límite”, dijo al referirse al negocio de las organizaciones criminales. Luego precisó: “La explotación sexual de mujeres y niños es la industria más redituable de todo el mundo, ni siquiera el narcotráfico tiene tal margen de ganancia”. Ante la sorpresa del público por el dato, fue por más: se preguntó en voz alta quién gana con la ilegalidad de la droga. Se respondió: “La oligarquía”. Y desafió: “No hay un análisis crítico de la gente de dinero que se beneficia y que no quiere que esta situación se acabe”.

El periodismo policial aparece ante los lectores bajo la forma de nota roja pero, antes, quienes las escriben tienen que enfrentar cara a cara esa rojedad: ven mujeres muertas, encuentran narcos descuartizados, investigan ajustes de cuenta que terminan con un tipo colgado del cuello o charlan con madres que acaban de perder un hijo y hermanos que velan a su padre.

-¿Cómo te proteges de la oscuridad? ¿Cómo te resistes en el impulso de irte hacia el abismo?- le preguntó Reguillo.

-Cada libro mío termina con una evocación a la luz porque, como dijo Nietszche, “cuanto mayor es la oscuridad, más brillan las estrellas”- respondió.

El autor busca diversificar el trabajo intelectual para sobrevivir: mira cine, lee novelas y consume todo el arte que puede porque eso, sostiene, le permite tener una visión más amplia del mundo y captarlo con otra sensibilidad.

En 2009 publicó una crónica sobre decapitaciones y usos rituales de la violencia que llamó El hombre sin cabeza. “El espanto es algo relacionado con el cómic y el cine, pero lo que hacen estos tipos tiene un sustrato antropológico en el uso de la sangre”, contó. El rezo secreto, dice que creen, les da invulnerabilidad.

Sergio parece estar hablando en una conferencia del Encuentro por la Palabra pero en realidad está escribiendo con la mente porque eso es lo que hace las 24 horas del día. “Hasta cuando sueño escribo, amplío ejemplos, encuentro indicios que configuran la situación, conjeturo, combino, elimino variables y posibilidades y armo un capítulo”, contó. Con todo esa nube en la cabeza, tipea en rojo. Y le da al blanco.


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