Un pilar de areniscas marinas formado hace millones de años, elegido por los pueblos originarios como un lugar sagrado. Hoy se alza como el emblema y orgullo de un pueblo en crecimiento.
El Monumento Natural Piedra Clavada ubicado a la vera de la Ruta Nacional n° 40 en la localidad de Tres Lagos en la provincia de Santa Cruz, es un lugar milenario en medio de la estepa patagónica.
Llega la primavera y el deshielo en las montañas acrecienta a el Sheuen, un río patagónico que atraviesa el pueblo de noroeste a este, el traedor de vida se desborda río abajo y, junto a las lluvias, pintan de un verde momentáneo las interminables pampas áridas y montañas de piedra y laja.
Los pastos duros y tussoks, como el naneo y el coirón, crecen aferrándose a las piedras. El sheiaik (invierno en lengua tehuelche) ya pasó y en la estepa se respira vida. Los días invitan a disfrutar de caminatas en esta pequeña ventana de días sin viento, algo inusual en la Patagonia Argentina.
Para llegar a esta formación rocosa, una senda junto al río es la encargada de llevarnos hasta allí. Basta unos kilómetros para encontrarnos con las típicas aves patagónicas teros, cisnes de cuello negro y patos silvestres que a lo lejos anuncian que hay visitantes por la zona.
Un grupo de guanacos dejan de pastar y levantan su cabeza. Al vernos, emprenden la huida velozmente, lamentablemente su caza hizo que sean muy reacios al contacto humano. Después de unos 10 minutos de caminata río abajo comienza aparecer a lo lejos esa gran piedra de unos 20 metros de altura que parece desafiar las leyes de la gravedad.
Mientras caminamos hacia la piedra recuerdo aquello que los maestros relataban en la escuela: se decía que los aonikenk, pueblo originario de estas tierras, llamaban a este lugar “kesaneses” que significa “lugar donde se pide”, allí realizaban un ceremonia a sus dioses para pedir un buen año para todas las familias de su pueblo.
Los tehuelches armaban sus “kau” al pie de la piedra y allí pasaban semanas junto a sus familias y sus animales, para luego emprender viaje hacia el mar a Ormel Aike (“punta de ala”) en el valle del río Deseado donde repetían la ceremonia.
En épocas de lluvias el río crece tanto que para llegar a la piedra hay que rodear toda la estancia homónima que actualmente se encuentra abandonada, la caminata se alarga un poco pero vale la pena. Al llegar, nos encontramos con el sol cayendo y una vista privilegiada de este monumento que por ahora es un tesoro escondido.
Según un estudio realizado por el Instituto de Geología y Recursos Minerales de la República Argentina, la piedra está formada por areniscas marinas y se cree que su peculiar forma se debe al giro constante de agua a su alrededor que al descender el mar dejó esta inusual forma.
El primer registro histórico oficial de la piedra se encuentra en los relatos escritos en el diario personal del comisario Antonio de Viedma y fue él quien en septiembre de 1782 puso en marcha una expedición que duró aproximadamente un mes y a lo largo de más de 700 kilómetros le llevó hasta el río Chico, en donde remontó su cauce y llegó a la formación rocosa.
“Se desprende de la meseta una piedra erguida un punto clave para guiarse entre tanta inmensidad “, escribió Antonio de Viedma en su diario al ver la piedra clavada en Santa Cruz.
Cuando entramos al casco de la estancia nos encontramos con un visitante, Lucas de la ciudad de Córdoba que está viajando con su bicicleta por el sur argentino, y se detuvo a conocer este lugar. El viajero nos contó que era un lugar recomendado por turistas que pasaron por la localidad.
“Me fascinó el lugar, no pensé que tenía tanta historia. Hace rato pensaba sobre qué función cumplía este paraje”, dijo al contar la historia de la piedra y la vieja casona de la estancia. Un lugar en donde decenas de personas descansaban luego de días en carreta por los interminables caminos patagónicos.
Hoy, el Hotel Piedra Clavada, luce abandonado pero supo ser un refugio para todos aquellos pioneros que subían hacia El Calafate y El Chaltén.
Decidimos volver porque la tarde está dando sus últimos rayos, según dicen algunos. Una leona junto a sus cachorros andan por las cercanías del casco de la estancia, no queremos ser quienes confirmen esta duda.
El retorno, como dicen, siempre es más rápido. Las luces del pueblo marcan el lugar a donde volver, solo las seguimos.
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