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Valle de Paravachasca: el avance del hombre sobre la naturaleza


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El fuego en Córdoba en 2023 volvió a tomar protagonismo, pero ya en 2020 más de la mitad de su bosque nativo se había quemado.


La provincia de Córdoba es noticia cada año por los incendios forestales. Solo en 2020 se quemaron 340.000 hectáreas, lo que representa más de cuatro veces la superficie de la capital provincial. Actualmente queda en pie apenas el 3% de su monte nativo.

Este año no fue la excepción y el fuego volvió a tomar protagonismo en las zonas del Valle de Calamuchita, Sierras Chicas, Valle de Punilla, Valle de Traslasierras y el Valle de Paravachasca, áreas de recurrentes quemas donde hay focos vigentes y donde, desde marzo hasta la actualidad, la Secretaría provincial de Gestión de Riesgo Climático, Catástrofes y Protección Civil emitió la alerta por riesgo extremo de incendios en reiteradas ocasiones.

El clima de las sierras cordobesas se caracteriza por tener dos épocas bien diferenciadas: una húmeda durante la primavera y el verano, momento en que se dan las lluvias más importantes; y otra seca en las estaciones de otoño e invierno, cuando prácticamente no hay precipitaciones. 

En los bosques de esta zona pueden ocurrir incendios naturales provocados, por ejemplo, por rayos de tormentas eléctricas. Estos suceden normalmente durante las estaciones más lluviosas por lo que no representan un peligro para la dinámica de la naturaleza por la humedad ambiental.

Sin embargo, los fuegos en las sierras son producidos en su mayoría por actividades humanas para quitar vegetación y avanzar con actividades productivas. A diferencia de los naturales, los incendios deliberados suceden en los momentos más secos del año cuando además hay una gran cantidad de hojas secas y de vientos, los ingredientes perfectos para la catástrofe.

El Valle de Paravachasca perdió, solo en el 2020, más de la mitad de su bosque nativo, que sucumbió ante la magnitud de las quemas recurrentes e intencionales y que van de la mano de la aparición de nuevos emprendimientos sobre las heridas que deja el fuego. 

“Antes veíamos que después de los incendios se hacía cambio de uso del suelo para ganadería o siembra extensiva, pero después de 2020 se realiza para desarrollo inmobiliario fundamentalmente y para obras de autovías. Hay dos grandes obras de autovía que están atravesando los Valles de Paravachasca y de Punilla”, señala Diego Aranda, integrante de la Asamblea Paravachasca, que agrupa a vecinas y vecinos autoconvocados y así denuncia las intenciones económicas que hay detrás del desastre ambiental.

El avance y la especulación de las inmobiliarias se aprovechan del deseo de muchas personas de “mejorar su calidad de vida” y tomaron más fuerza a partir de la pandemia del COVID-19. En la publicación “Vivir en la naturaleza – Movilidad residencial y extractivismo inmobiliario en las sierras de Córdoba”, las investigadoras Luciana Trimano y Denisse Mattiolo analizaron este fenómeno con el nombre de “extractivismo inmobiliario”, y advirtieron que esas zonas son “sitios ideales para aquellos que decidieron emprender un cambio de vida en la naturaleza, pero también, para desplegar todo un sistema de captura de rentas extraordinarias”.

Por su parte, Evi Desarrollos, empresa inmobiliaria que promociona en el Valle de Paravachasca el emprendimiento “Lomas de Anisacate” con la frase “Un lugar único, rodeado de naturaleza”. Al ser consultados, rápidamente respondieron con los precios de venta de los lotes pero nada tuvieron para decir sobre las acusaciones ambientales. 

Los habitantes de Córdoba sufren en primera persona otro de los efectos colaterales de la deforestación: los problemas con el agua. Los bosques son importantes porque ayudan a regular el ciclo del agua y protegen al suelo de la erosión pluvial, al absorber y filtrar las lluvias. Sin vegetación, el agua de las precipitaciones corre a gran velocidad en lugar de ingresar al subsuelo y los ríos se ven desbordados durante las lluvias en verano. 

Otra consecuencia preocupante es la potabilización. “A fines de octubre, sin los estratos del monte nativo y sin pastizales de altura que absorban las lluvias, el agua arrastra todo a los ríos, las cenizas, todo. Las comunidades de todos estos valles tomamos el agua de esos ríos”, describe Aranda.

Las llamas también alteran la fauna silvestre al destruir su hábitat natural. Un ejemplo de esto es lo que observó un estudio del Instituto Gulich, realizado por la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) y la Universidad Nacional de Córdoba. Mediante el análisis de información aportada por imágenes satelitales: la investigación advirtió sobre la pérdida de aves en las sierras de Córdoba en los últimos 30 años como consecuencia del cambio de uso del suelo. 

Guillermo Priotto, biólogo especialista en educación ambiental, comparte el diagnóstico sobre la gravedad ecológica de la provincia. “Córdoba está pasando por una gran sequía en los últimos cuatro años. Es la provincia más devastada en cuanto a los montes nativos y además hay un incremento en riesgos de incendios. Es una provincia saqueada”.

Asimismo, coincide sobre la relevancia que tiene el cambio de uso del suelo no solo en Córdoba sino a nivel global. Está convencido de que en el mundo “es el tema de fondo, la madre de todas las batallas”.

La modificación y destrucción de la naturaleza a manos del hombre no es un hecho aislado en el centro de Argentina. Recientes incidentes mundiales alertan sobre sus consecuencias: julio de 2023 fue el mes más cálido en el planeta del que se tenga registro histórico y los incendios más grandes que haya habido en Europa azotaron Grecia y lo mismo sucedió en la isla de Hawái. Las actuales inundaciones en Libia y en el sur de Brasil destruyen amplias zonas con daños todavía incalculables. 

La apropiación de los recursos de la naturaleza por la humanidad está relacionada directamente con el desarrollo de nuestra sociedad y su sistema de producción.  La magnitud de la acción humana a nivel planetario es equivalente a una era geológica, pero con efectos producidos en tan sólo 200 años y no en miles de millones, sin darle a la Tierra y a las especies que contiene tiempo para adaptarse. “Antropoceno” es el término que describe la situación y que, en la opinión de Priotto, “tiene una finalidad de concientización”. 

No obstante, el biólogo no hace hincapié en los efectos sino en las causas de la problemática. “Si el calentamiento climático es el síntoma, la enfermedad está directamente vinculada al consumo y al poder. Los actores económicos que ganan en este sistema son los que menos conciencia tienen y los que menos dispuestos están a actuar en consecuencia, porque implicaría reducir sus privilegios”, plantea. 

Luego, agrega: “El optar por una vida frugal desmaterializada y vivir con menos es más bien una aspiración de pobres que de ricos”. También, Priotto prefiere dejar de lado la relevancia de las consecuencias para poner el foco en la adaptación: “Lo que hay que lograr entender es que todo este proceso es de tal tamaño, de tal magnitud, tan crítico, tan incomparable con cualquier otra etapa histórica en la humanidad, que deberían llamarnos la atención los riesgos que eso implica, antes que ver los efectos directos”. “Lo que queda necesariamente es adaptarse a lo que se viene”, concluye.


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