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¿Por qué te pelaste?


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Se cumplen 68 años del nacimiento de Luca Prodan, cantante y líder de Sumo. Una de las personalidades más fuertes e icónicas de la historia del rock argentino.

Una noche en Fiorucci, una horrible discoteca, una chica rubia (“tarada, bronceada y aburrida”) le preguntó para molestarlo:
—¿Por qué te pelaste?
—Por el asco que da tu sociedad —le respondió; y luego le retrucó—. Por el pelo de hoy, ¿cuánto gastaste?

“¿Es cierto que para Luca la sociedad de hoy da asco?”, preguntaba Néstor Nardella a Luca Prodan en un reportaje que le hizo en julio de 1987. “Para mí la de siempre dio asco”, le aclaró.

El cantante italiano recibió al periodista en la vieja casona de San Telmo donde vivía. “Toda rota, así como me gusta. Es como todo: como mi campera, como mis zapatos, y también como, a veces, la música de Sumo”, explicaba con su extraña y particular pronunciación del castellano, y se reía.

Es difícil imaginar que alguien que residía en ese conventillo desvencijado y descascarado ubicado en Alsina 451, rodeado de músicos (el afinador de pianos del Colón entre ellos, con sus notas siempre de fondo), otros artistas y gatos, hubiera surgido de una familia de la más acaudalada aristocracia europea.

La familia Prodan -italiana, británica, china- supo acomodarse a las más variadas circunstancias históricas, y siempre se las arregló para que les sobrara el dinero. Luca George nació en Roma el 17 de mayo de 1953, hijo de Mario y de Cecilia, hermano de Michela y Claudia, y luego de Andrea. Nunca le hicieron faltar ningún lujo y, cuando cumplió los 11 años, su padre lo llevó a la prestigiosa y exclusiva (y costosa) Gordonstoun School, de Escocia, la misma a la que asistía el Príncipe Carlos.

Pero ese mundo ostentoso de la más alta alcurnia no era para él. Abandonó el colegio a falta de un año para recibirse (con unos de los mejores promedios de su clase); se escapó de su casa; desertó dos veces del servicio militar; viajó por varios países; llenó su vida de música y discos; asistió al nacimiento y a la caída del punk; conoció la heroína; fue preso en Italia y en Inglaterra; perdió a su hermana Claudia; estuvo al borde de la muerte por una fuerte sobredosis.

En 1980 ya estaba en Argentina y en 1982 ya existía Sumo.

“Yo ahora tengo 50 centavos. Pero no es por falta de laburo, es por falta de voluntad mía. Yo podría tener 60 mil australes ahora”; “A mí no me importa el televisor a colores, o el auto nuevo, o viajar a Brasil. Eso me importa dos carajos”; “Ves cómo vivo, y me gusta vivir así”; “No sé lo que quiero, pero lo quiero ya. Yo soy así”. Algunas frases que pintaban su forma de ser, pronunciadas en la mencionada entrevista de julio del ’87 y otra del 17 de diciembre del mismo año, también concedida a Néstor Nardella.

Pelado, delgado. Hablaba un castellano mezclado con cocoliche, muy característico suyo, con las r débiles, los consonánticos st pegajosos, y algunas e que sonaban como i. Le gustaba dar largas caminatas por Buenos Aires y hablar mucho con la gente, y tratarla bien.

Durante su juventud en Europa se internó en el mundo del under y consumió mucho rock pesado, rock psicodélico, mucho punk, mucho reggae. Todos géneros que explotó en Sumo. Es notoria la influencia de bandas como The Doors, Pink Floyd, Ramones, Sex Pistols, entre otras. Muchos de sus temas parecen sacados de esos grupos, pero todos con el sello y la identidad propia que les daba Luca.
El rock nacional no le gustaba mucho. La obra de Spinetta, Soda Stereo, Virus, Miguel Mateos, artistas consagrados, no eran de su agrado. Prefería a Manal, Mercedes Sosa, Atahualpa Yupanqui o Jaime Torres. Para él representaban mejor la música local, eran más auténticos.

En Argentina había logrado sobreponerse a la heroína, pero con el pasar de los años el alcohol ocupó ese lugar y contrajo una fuerte cirrosis.

El 22 de diciembre de 1987, Luca era encontrado sin vida en su habitación por una hemorragia interna que le había producido su enfermedad hepática. Allí, en la casona de San Telmo, Alsina 451. La misma en la que cinco meses antes, en aquel cercano y a la vez lejano julio, a sus 34 años, le decía a Nardella: “Yo me voy a morir dentro de poco, (lo) que va a ser muy bueno para los diarios, porque van a poder poner una notita con una crucecita negra”, y se reía.


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