Inicio » Superficies de placer: prácticas fetichistas en Argentina

Superficies de placer: prácticas fetichistas en Argentina


Compartir

En nuestro país, el BDSM ha sido parte de la sociedad de manera subrepticia. Es que el estigma, el tabú y la falta de información llenó de silencios incómodos una conversación que hace a la calidad de vida de varios. 


Todo objeto tocado por el cuerpo del ser amado se vuelve parte de ese cuerpo y el sujeto se apega a él apasionadamente. Werther multiplica los gestos de fetichismo: besa la cinta que Carlota le ha regalado en su aniversario, la esquela que ella le dirige (con riesgo de que le entre arena en los labios), las pistolas que ha tocado. Del ser amado surge una fuerza que nada puede detener y que impregna todo lo que toca, así sea con la mirada.

“Fragmentos de un discurso amoroso”, Roland Barthes.

Son las once de la mañana de un domingo y la pantalla del teléfono titila una y otra vez. Algunos mensajes ingresan a la bandeja de entrada respondiendo al pedido “Busco fetichistas”, que escribí en un subforo de Mazmo.net, una comunidad virtual para gente que practica BDSM (siglas que refieren a bondage; disciplina, dominación sumisión, sadismo y masoquismo). La página también reúne temas vinculados al fetichismo y otras sexualidades alternativas. 

El sitio está activo desde el 2005 y posee al menos 150.000 perfiles de habla hispana, mayoritariamente argentinos, que se reúnen para debatir, intercambiar información y concretar encuentros.

Entre los interesados en dialogar acerca de sus búsquedas, me contacta Juan Martín, alias “Juan1976”, un abogado porteño de 47 años, divorciado y padre de tres hijos. Juan forma parte de Mazmo desde 2007, apenas dos años después de su creación. “Tengo varios fetiches”, me cuenta y sigue: “Los principales son el calzado femenino de taco, el cuero, el charol y el látex. Me atrae especialmente el olor (en el caso del cuero, vinilo o plástico) y también la estética. Me excita verlo en una mujer y, en menor medida, usarlo yo”.

Pero, ¿qué es un fetiche? Patricia Karpel, psicoanalista, investigadora y docente de la UBA, lo explica en su canal de YouTube “Sobre psicoanálisis”, definiéndolo como “un objeto que provoca veneración y excitación dentro de una escena sexual”. 

Para Karpel, el fetiche es una manera de positivizar la falta a temprana edad. ”El fetiche tapa, obtura una falta a través de un objeto, ese objeto se cristaliza y se fija. Desde ahí, quizás se convierta en una condición en la escena amorosa”, aclara.

Fernando, de 30 años, es un residente de Monte Castro que descubrió su fetiche cuando era adolescente. “Me di cuenta de que me atraían los pies de otras personas, prestaba especial atención a su estética”, comparte y agrega: “Me pregunté por qué los pies me atraían más que otras partes del cuerpo, pero no tenía respuestas. Ni siquiera sabía que era un fetiche, no conocía esa palabra”.

Desde la perspectiva del psicoanálisis, las fantasías fetichistas son comunes y no se consideran trastornos, siempre y cuando no generen rituales compulsivos o interfieran negativamente en las relaciones personales. Para el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, un sistema que actualmente se aplica en la Argentina, el fetichismo es una parafilia. Sin embargo, la educadora sexual, Lorena Gimeno distingue entre estos dos términos señalando que, mientras el fetiche implique excitación ante un objeto, su presencia no lo hace indispensable para el placer; en cambio, la parafilia implica dependencia del objeto pudiendo tener efectos negativos en la vida de la persona.

C.N. es una licenciada en Letras de 30 años, residente en Córdoba, fetichista de cuchillos y practicante de juegos de roles. Para C.N., en la exploración del fetiche y el roleplay “se desatan deseos inconscientes”. “Estos siempre están muy reprimidos y encuentran ahí una manifestación que es liberadora. Te hace sentir vista, el placer es más intenso, más permanente”, cuenta.

Algunos vinculan el fetiche con los juegos de roles, aunque son distintos. Mientras que el fetiche se centra en un objeto de deseo, o una parte del cuerpo; el juego de roles implica una actividad performática donde cada persona asume un papel acordado. En ocasiones, el objeto fetichizado se integra en estas prácticas.

En el caso del abogado, para poder complementar el encuentro con el objeto de su adoración, debe haber una situación performática que lo acompañe. 

“Hay algo mágico en el fetichismo, en la adoración, que es esa prenda, ese toque, ese objeto, ese aroma que tiene que llevar esa mujer“, dice Juan y amplía: “Es como si esa presencia detonara en mí una necesidad imperiosa de postrarme a sus pies y aguardar sus órdenes, a la vez de aceptar gustoso sus humillaciones y castigos”.

C.N. por su parte, explica la dinámica que utiliza para vincularse con sus compañeros: “Escribí un contrato para llevar a cabo un vínculo sadomasoquista que firmamos mi compañero y yo. Ahí se especificaba las tareas que él tenía que hacer y lo que se esperaba de él y de mí. Teníamos muchas palabras de seguridad para sesionar”. La licenciada en Letras agrega que con su pareja también usaba un sistema semáforo: un dedo era “parar todo de golpe”, dos dedos era “bajar la intensidad” y tres dedos era “luz verde”. 

“Estos métodos siempre me resultaron efectivos”, asegura. Pero Juan, en cambio, utiliza contratos de palabra. Y dice: “Límites duros, límites blandos y palabra de seguridad. Sin consenso y sin confianza es imposible esto”.

En “Porno blues, chicas malas” una selección de textos de los inicios del feminismo pro sexo, Patrick Califia sostiene que la sexualidad es producto de las actitudes culturales. “Cuando los placeres o identidades sexuales van en contra de lo normal o de la heterosexualidad natural, entonces el aspecto se considera una desviación o incluso patológico”, describió en ese entonces.

Para C.N, su práctica con cuchillos la llevó a vincularse con gente con opiniones encontradas: “Yo creo que la gente muchas veces no lo entiende, no lo puede vivir. A la gente que no le gusta el roleplay, el fetichismo o sexo agresivo, cuando algo no entra en su rango de deseo y es ajeno lo quieren negar. Por supuesto, tiene una connotación violenta que da miedo porque si vos no le podés encontrar un placer a la violencia es solo violencia. Y no entendés que al otro le parezca lindo, estimulante o liberador. Te parece enfermizo”. 

“A mi lo que más me gusta de ser sumisa es que me puedo relajar y entro en un mundo en el que no tengo que hacer nada más que disfrutar. Hay prácticas que duelen pero donde te someten de cierta manera que te da tranquilidad y yo dejo que el otro controle la situación”, sostiene.

En Argentina, las prácticas sexuales no normativas han sido parte de la sociedad de manera subrepticia. El estigma, el tabú y la falta de información acerca de estas prácticas llenó de silencios incómodos una conversación que hace a la calidad de vida de los argentinos. 

El caso de C.N, Juan y Fernando nos permite hacer un recorrido sobre el universo íntimo de las personas que experimentan estas sexualidades. Desde el fetichismo por los pies hasta el uso de objetos como cuchillos, estas prácticas resguardan la búsqueda de placer y conexión íntima en un contexto cultural, político y social confuso y cambiante. 


ADEMÁS EN ETERDIGITAL:

La cultura argentina: el elixir para un alto bienestar mental

LA SEXUALIDAD ES RELACIONARSE CON LAS PERSONAS  


Compartir