La bandera del arcoíris incluye muchos más colectivos de los que imaginamos. Las personas asexuales también pertenecen a la diversidad. Algunas historias de estas personas que también defienden la libertad del deseo.
Por Camila Brizuela y Sofía Herrera
Es el momento de la mesa dulce y al ritmo del “Feliz cumpleaños” todos corren a la par, en búsqueda del mejor postre, al estilo de The Walking Dead , pero en versión rápida. Todos yendo para un mismo lado. Hay cheesecake, chocotorta, torta Oreo. Hay helado, medialunas, muffins. Pero una se detiene. No quiere torta, no quiere helado, no quiere nada. No tiene antojo. Solo observa. No entiende por qué tanta emoción.
Así explica lo que siente Julieta Girerd cuando le preguntan por su orientación sexual. “La atracción sexual es ese deseo primario de comerse un postre que yo no experimento”, dice. Tiene 26 años y hace bastante que dejó de identificarse como heterosexual, pero sentía que faltaba algo más para terminar de entenderse.
En el 2019 Julieta se sentó con su computadora en búsqueda de respuestas. Se topó con términos que iban desde la alosexualidad hasta la grisexualidad, hasta que encontró la asexualidad. Después de clickear todas las páginas que le aparecían consideró que eso la identificaba más que cualquier otra definición.
El primero en enterarse fue un amigo y aunque en realidad no le gusta etiquetarse, cree que así es más fácil de explicar lo que siente. Y por último, su madre, que al principio no entendía cómo podía ser posible, si el mundo gira en torno al sexo: “Vivimos en una sociedad hipersexualizada, donde la sexualidad tiene un valor importante”, explica la psicóloga y sexóloga Viviana Vapñasky- y continúa- “pero hay que salir de las casillas, tener un pensamiento flexible y entender que cada persona es como es”. después de la charla con su madre, la mamá de Julieta no sólo la entendió sino que también descubrió que a ella le pasaba algo similar: era demisexual.
Al escuchar sobre la comunidad LGBTIQ+ muchos piensan en la bandera arcoiris por haberla visto en redes o en marchas del orgullo. Los colores más reconocidos son: rojo, naranja, amarillo, verde, azul y violeta. Y están presentes en ropa, pines, stickers, pañuelos y un sin fin de cosas más. Pero así como dentro del colectivo hay muchas identidades, cada una tiene su propia bandera. Los asexuales se representan con el blanco, gris, negro y violeta (agregado que unifica a la comunidad).
En detalle, es así: el blanco representa a los alosexuales (aquellos que sienten atracción con la frecuencia e intensidad que establece la norma). El negro, la asexualidad (aquellos que no sienten atracción primaria hacia nadie). Y el gris a los grisexuales (personas que presentan atracción aisladamente). Bajo este abanico se encuentran micro-identidades como: fraisexualidad, demisexualidad, litosexualidad y reciprosexualidad, entre otras.
Julieta está en pareja hace 7 años y lo que siente es atracción estética y romántica. La penetración no es el foco de la relación, aunque saben aprovechar los momentos de ovulación, que es el momento del ciclo menstrual en el que la líbido está más alta: “De esta manera yo no me siento presionada por tener que dar algo que no quiero, ni él se siente mal por no tener lo que le gustaría”, comenta.
Martina S. tiene 17 años y al igual que Julieta, se descubrió gracias a internet. Youtube le recomendó un video sobre asexualidad y se lo compartió a un amigo que le dijo: “Che, sos vos”. Pero antes de descubrirlo sentía que había falta de lenguaje: “El mundo y yo no estábamos hablando el mismo idioma”. Hoy está en pareja y en una relación abierta, y dentro del espectro de la asexualidad se identifica como demisexual (aquellos que pueden llegar a sentir atracción sexual después de generar un vínculo de confianza).
Para comprender la asexualidad es necesario entender que la alonorma es la normativa sexual implícita en la sociedad, que dice que todos deben sentir atracción sexual hacia otros, con determinada frecuencia e intensidad. Pero para eso, hay que saber la diferencia entre el deseo sexual, que es lo que comúnmente se conoce como los “momentos de calentura” (que no suelen estar dirigidos hacia nadie) y la atracción sexual, que es el deseo sexual que tiene que ver con las ganas que te despierta alguien.
“Lo que me lleva a definirme como fraisexual es el hecho de sentirme raro, diferente a les demás”, comenta Phoenix, que es no binarie. Al principio comenzó a patologizarse porque sentía que algo estaba mal, hasta que entendió lo que le pasaba: “Yo no elijo dejar de sentir atracción, simplemente pasa una vez que llego a conocer en mayor profundidad y se genera un vínculo de confianza”. La fraisexualidad unifica a aquellas personas que luego de un promedio de 5 meses de relación, se produce el enfriamiento.
Los mitos como “es sólo una fase” o “lo que pasa es que no encontró a la persona correcta” surgen de una sociedad patriarcal que excusan muchas veces, a los asexuales. Por esto, la psicóloga Candela Mazzitelli, especializada en género, dice: “La gente que piensa así siente odio y discriminación. Eso es acefobia” -y continúa- “Lo heteronormativo fue impuesto por cierta construcción social, con el pretexto de lo que no se nombra, no existe y lo que no existe, no tiene derechos”.
Burlas, patologización y negación sintió Ramos González desde sus 16 años (aunque le gusta que la llamen Laura). Pero según Mazzitelli esto se podría frenar con la ESI en las casas, escuelas, universidades o medios de comunicación, junto a capacitaciones con perspectiva de género para todos los profesionales.
En noviembre de cada año, entre botellas partidas al medio con Fernet con Coca, birra y conitos de papas fritas, las calles que van desde Congreso a Plaza de Mayo se adueñan de la Marcha del Orgullo. Época donde las diversidades más invisibilizadas se manifiestan y donde te chocás con el que marcha al compás de la música, el que está arriba de los carros que salta y mueve los brazos y el pasado de copas que canta las letras en su propia versión. Las 14 cuadras que separan al Congreso de la Plaza de Mayo se convierten en una fiesta: calles llenas de color, banderas, glitter y música.
Pero todos con un mismo fin: luchar por los que amaron en silencio, besaron a alguien por aparentar, lloraron a escondidas, vistieron con ropa que no los representaba, por los que no se aceptan y por los que ya no están.
“No es que surgen nuevas identidades y orientaciones. Lo que pasa es que las personas sienten cada vez más libertad para expresarse tal cual son”, retoma la psicóloga Candela Mazzitelli, especialista en género. Claro está, que en la medida que sea posible, porque aún existe la violencia en todas sus formas. Así es como se forman lazos y grupalidades. Como esa reunión de activismo trans que le sirvió a Notxe Lara para abrir los ojos. “Mis padres relacionaron mi vivencia a la de una persona haciendo celibato, o sea, no comprendieron. Apenas estaban terminando de entender qué es ser homosexual”, dice.
Después de la marcha del orgullo del 2018 nació la Agrupación de Pluralidades Asexuales (AgruPAs), con el objetivo de visibilizar la asexualidad y frenar con la patologización. “Nos dimos cuenta que faltaba mucha información y que muches sufrían patologización por parte de sus familias, amigues e incluso profesionales de la salud”, explica Daniela Domínguez, asexual y vocera de la organización.
“Me dejé llevar por los comentarios y estuve con alguien sin disfrutarlo”, dice Thais Espadro, activista de AgruPAs demisexual. Tiene 21 años y en noviembre del año pasado descubrió su verdadera orientación sexual. Estuvo en pareja durante 6 años y una vez que finalizó empezó a tener relaciones con gente nueva: “Me tuve que emborrachar porque sabía que la iba a pasar mal”.
-¿No sentís nada?
-¿Qué tengo que sentir?
Así hablaba Thais con sus amigos cuando terminaba una relación sexual. Cuando llegó a su casa, después de juntarse con un chico, “asexualidad” fue lo primero que buscó. Ella conocía la palabra pero no el significado. Cuando leyó demisexualidad encontró la solución. “Muchos se quejan porque dicen que hay etiquetas innecesarias, pero a mi me alivia”, cuenta.
Nicolás Cristaldo tiene 23 años y es también activista de AgruPAs. Se define como anarquista relacional (no forma parejas formalmente), reciprosexual y arromántico. “Yo no tengo problema de tener sexo e incluso lo puedo disfrutar. Pero la gente no me despierta las ganas”, explica Nicolás y agrega que usar esta etiqueta es política, ya que comprende un conjunto de vivencias de las que es necesario concientizar.
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