Ya pasaron 8 años desde que se sancionó la ley. Un repaso por la vida de las personas trans después de haber conseguido este derecho.
Por Micaela Graziano y Sofía Steinbeisser
El 9 de mayo de 2012 la Plaza del Congreso se llenó de color, cambió su gris habitual por los colores del arcoíris. Distintas organizaciones sociales levantaron sus carpas y la plaza se llenó de gente con carteles, reclamando derechos e igualdad. Por la noche Lohana Berkins, activista trans, se plantó en un escenario vestido con la bandera multicolor del movimiento LGBTIQ+ y anunció a los gritos la sanción de la Ley de Identidad de Género. “Para llegar acá, muchas compañeras dejaron su vida. Hoy sabemos que somos sujetas de derechos”, concluyó y miles de personas arriba y abajo del escenario cantaron al unísono ¡Igualdad, igualdad, igualdad! Después de tres horas de debate, el Senado argentino aprobó la Ley 26.743 con 55 votos a favor y una única abstención.
Un año después de la sanción de la Ley, Helena Klachko empezó a asumir su identidad trans. Cuando era chica soñaba con usar vestidos y maquillarse. Su infancia estuvo repleta de momentos de juego, de dibujo, pinturas y muchos disfraces, a través de los cuales viajaba a otra realidad, una realidad en la que encajaba. De sus 14 a sus 18 años vivió con una identidad, un nombre y un documento que no la representaban. La ley no era como la actual, para hacer el cambio de DNI tenía que esperar a ser mayor de edad.
La Ley de Identidad de Género N°26.743 garantiza el libre desarrollo de las personas conforme a su identidad de género, corresponda o no éste con el sexo asignado al nacer, permitiendo también el cambio de nombre y otros aspectos como el acceso a una salud integral, intervenciones quirúrgicas parciales o totales y tratamientos hormonales.
Hace 7 años la Casa Rosada abrió sus puertas para reconocer, por primera vez, la identidad de cientos de personas. En un acto repleto de abrazos y aplausos, la entonces presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, entregaba los nuevos DNI alcanzados por la Ley Nº26.743. “Aunque nos faltan muchas igualdades sociales, hoy es un día de inmensa reparación para quienes, como algunos de los presentes, han esperado 42 años a que se le reconozcan sus derechos a sentirse hombres o mujeres libres”, dijo, haciendo referencia a Kalym Adrián Soria, quien tuvo noción de su masculinidad desde sus 4 años.
Después de cuatro años el día llegó. Helena quería reflejarse en la foto del DNI como ella misma se veía, por lo que pasó horas y horas maquillándose y haciéndose el pelo. Pero cuando salió de su casa, encontró un escenario desfavorable:cielo nublado y lluvia torrencial. Llegó al registro empapada y tuvo que atarse el pelo con un gancho. Nada de eso le importó, estaba feliz. “Me vino a buscar una amiga porque yo estaba tan emocionada que sentía que me iba a pisar un auto si empezaba a caminar sola”, contó.
Hoy es Helena Klachko y su pelo anaranjado le llega hasta los hombros. Recuerda lo que más quería cuando era chica: tener la capacidad de elegir lo que ella quería, de expresar lo que le gustaba. Ahora es actriz, artista plástica y estudiante de artes dramáticas. Cuando se aprobó la Ley estaba pasando por un momento difícil, de violencia familiar e institucional. Se sentía discriminada y no pudo darle la importancia que merecía a ese hecho histórico. “No podía medir realmente la magnitud que tenía la ley y la llegada y el impacto que iba a tener”, cuenta. Hoy Helena milita en Mujeres Trans Argentinas y en el Movimiento de Juventudes Trans (M.J.T.).
Nucleados alrededor del lema “activismo para sobrevivir, información para cuidarnos y derechos para defenderlos”, 14 jóvenes se convocaron a través de redes sociales para dar representación a las vivencias de adolescentes trans. Se conocieron militando en marchas y movilizaciones. En un principio, difundieron información en torno a la Ley de Identidad de Género y la escuela secundaria, hoy, el Movimiento de Juventudes Trans, con un rango etario que va desde los 17 hasta los 27 años, da charlas y capacitaciones tocando temáticas de género. “Nuestro objetivo es también poder brindarle apoyo y ayuda a personas trans, en el caso de tener alguna problemática en relación a su identidad, a una institución, a un entorno hostil”, aseguran.
De acuerdo con un estudio realizado por la Fundación Huésped y la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros (ATTTA) en el año 2014, luego de la sanción de la ley, se redujeron las experiencias de discriminación en el ámbito escolar a menos del 20% y una de cada diez mujeres trans retornaron al sistema educativo. Sin embargo, aún quedan muchos derechos por conquistar. La esperanza de vida, que según la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el país es de 76 años en promedio, para la población trans es de 35.
En cuanto al acceso al trabajo, de acuerdo con ATTTA, sólo el 18% de las personas trans tienen acceso a un trabajo formal. “Somos plenamente conscientes de que a nivel sociedad hay mucha desinformación y creencias erróneas en torno a las identidades trans, por lo que creemos necesario usar un poco de nuestro tiempo para explicarles más, sobre nosotrxs, a quienes están en contacto con personas del colectivo, ya sean docentes, personal de salud, miembros de otras organizaciones”, sostienen desde el M.J.T.
A medida que Helena fue creciendo, su identidad, distinta a la norma que rige en nuestra sociedad, comenzó a hacerse más notoria y a florecer en diferentes ambientes: en la escuela, en las actividades extracurriculares, en lo que elegía ser. “Porque si bien la identidad de género no es una opción, sí es una elección lo que hacemos con ello. Es una elección como decidimos encaminar nuestra vida”, asegura Helena.
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