30 años de la banda oriunda de Lanús que continuó su carrera con una pata en cada género pero con un sonido único e inclasificable. En tiempos de incertidumbre de todo tipo, el grupo que tiene a Adrián Dargelos como líder y cantante permanece siendo la mejor trinchera donde poder refugiarse.
Podríamos definir a la palabra trinchera como una zanja defensiva que permite estar a cubierto de los disparos y ataques de un adversario. También podríamos usar esta definición en sentido figurado, aplicable en la vida cotidiana: la trinchera como refugio, como resguardo de las cosas que nos vienen a molestar, a volvernos mas tontos y dociles.
Es importante esquivar los embates del enemigo, cualquiera que sean estos. Babasonicos, la banda argentina, inclasificable musical y conceptualmente, supo esto desde el inicio de su irrupción en la escena rockera de los 90 y se defendió con canciones, talento y trabajo.
Después de 30 años de supervivencia, la banda lanzó su nueva perla de estudio: “Trinchera”. Con una bandera rosa flameando en su portada, como declarando la independencia de una nación babasonica; el álbum es su último trabajo de estudio editado durante la pandemia y publicado en 2022. Ésta producción los posiciona en un lugar de batalla pero ya con más experiencia, más sabios y reflexivos.
Es un álbum con riffs protagonistas, una musicalidad electro-rock bolichera y un silencio presente en las canciones que da lugar al suspenso, así como las voces difusas y trastocadas de Adrián Dargelos en canciones como “Anubis” o “Mentira nórdica”, que dificulta su absorción a quien las escucha. Esa es, por lo general, la finalidad más notoria que intenta generar la banda a su público: incomodidad, provocación.
Su gira de presentación comenzó el 25 de junio de 2022, en el Movistar Arena, en el barrio de Villa Crespo, Ciudad de Buenos Aires. Fue un show hipnótico, con una imponente escenografía, juego de luces de múltiples colores que bailaban al ritmo que propone cada canción, con llamaradas de fuego haciendo combustión constantemente mientras el público deliraba bailando sin pensar en otra cosa que el goce pleno del presente.
También fue un show caliente, donde se vio a Dárgelos y los suyos lascivos, eróticos y desfachatados, representando fielmente su filosofía predilecta: el hedonismo musical. Sugerentemente, en esa fecha, decidieron abrir y cerrar el vibrante espectáculo, con “Bye Bye: / Hazme el amor hasta el amanecer y después bye bye/ Tengo asuntos importantes que atender/”.
La banda oriunda de Lanús continuó intercalando entre los clásicos, las nuevas canciones pertenecientes a “Trinchera”: “Anubis”, “Mimos son mimos”, “Mentira nórdica”, “La izquierda de la noche”. Todas fueron recibidas con aceptación y una mezcla de asombro y revelación por parte del público, que escuchaba al líder y cantante como los feligreses escuchan a un predicador que tiene algo nuevo para decir en una misa.
Es entendible: las canciones son actuales e introspectivas, hablan -al menos críticamente- de la muerte, el tiempo, el olvido y su propia obra, su propio existir, incluso muchas de ellas fueron escritas en primera persona; si bien ésta búsqueda no es un capricho actual de la banda. Babasonicos desde el comienzo fueron ácidos, irónicos y certeros observadores de la realidad social o cultural.
La estética conceptual del grupo fue siempre contra los cánones y estereotipos musicales de la época: ni rock and roll, ni punk, ni heavy, simplemente Babasónicos, una mezcla de todo eso y más. Una pata en cada género, para poder decir lo que quieren, sin dar explicaciones a nadie ni pertenecer a ningún nicho de un género musical dogmático.
Desde el primer álbum “Pasto” en 1992, la banda decidió pelear contra las maneras establecidas de cómo sonar y también defenderse con canciones de letras rabiosas y picantes de una sociedad reaccionaria que a ellos ya no los representaba. La canción “D-generación” de ese disco clama: “Porque a mi generación no le importa tu opinión, porque a mi generación algo le pasa, porque a mi generación hoy se caga en tu opinión, porque a mi generación algo le pasa”.
Los años pasaron pero la rebeldía y lo provocador en sus creaciones sonoras, sigue intacto. Lo mantienen siempre a través de sus letras y su música.
De poco contacto con la prensa, más bien retraídos en su propio arte, dejando que el silencio que deja su paso por los escenarios genere un rumor sobre ellos. Babasonicos ha sabido escapar al mainstream aunque es parte de él. “Quiero ser el murmullo de alguna ciudad que no sepa quien soy”, dice Dargelos en “El colmo”, canción perteneciente a su octavo disco de estudio “Anoche”.
Una de esas tantas canciones irónicas, ácidas, corrosivas, delirantes y provocadoras. Críptica, pero también con letras muy directas, sencillas y sugerentes cómo: “Y qué”, “Putita” o la actual “Bye bye”. En todas ellas, la banda supo construir una identidad en cada etapa de creación y supo romper esa idea en el trabajo siguiente.
Hay algo atrapante en sus canciones, además de la musicalidad, y son las letras compuestas por su cantante y autor principal las letras de Babasonicos. Se percibe el vínculo estrecho de Adrian Hugo Rodríguez (nombre real de Dargelos) con la literatura: su nombre artístico surge de un personaje de la novela “Los niños terribles”, de Jean Cocteau, donde Dargelos era el niño más terrible y maldito de los personajes del libro.
Además, su relación directa con el ya fallecido escritor argentino, Marcelo Cohen, fue imprescindible para muchas de sus letras. Incluso en el álbum “Anoche”, hay un canción cuya letra hizo en co-autoría con él y es “Falsario”.
Su poemario “Oferta de sombras”, publicado en 2019, sella de la mejor manera esta relación con el escritor en un fragmento del poema “La gota de amapola”: “¿Dónde se compra viento? ¿donde se venden chispas? No me importa. La gota de amapola volvió a rebalsar el vaso”.
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