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Cuentabuelas: el grupo que reparte amor y literatura en las aulas de San Martín


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Desde la voluntad y el cariño, las cuentabuelas se reúnen cada miércoles para leer cuentos a niñxs de jardín de infantes y primaria. Se mueven por el entusiasmo y la afición a la literatura, pero más aún: para dejar una huella en el corazón de cada persona que las escuche.


Arriba, abajo, escarabajo.
Arriba, abajo, escarabajo.
Arriba, abajo, escarabajo.

Narrar para dejar una huella. La abuela Elena repite tres veces la rima para captar la atención de unos treinta niñxs que, propio de su edad, se dispersan con facilidad. En el salón principal del Jardín De Infantes Nº912, del partido bonaerense de General San Martín, treinta pares de manos suben, bajan y hacen un movimiento circular, al mismo tiempo que repiten la rima.

Al costado de Elena, las abuelas Andrea, Zully y Eli, esperan atentas su turno para contar su cuento a la vez que ayudan con los personajes secundarios y charlan con lxs chicxs. Algunxs escuchan atentamente y otrxs se pierden entre las cuatro paredes del salón mientras la abuela Andrea narra su historia. 

Las maestras, con mil ojos, tratan de mantener el orden y silencio de lxs más pequeñxs. Una canción pegadiza, típica de jardín de infantes, suena fuerte en los parlantes y obliga a todos los presentes a pararse y bailar. Otro truco de las cuentabuelas: poner canciones entre cuentos para obtener nuevamente la atención.

Las abuelas Nancy, Lola, Elena, Mirta, Eli, Paqui, Zully, Andrea, Pato, Graciela, Blanca y Loló, forman parte de Cuentabuelas, un voluntariado que nace desde el programa San Martín Lee, de la municipalidad bonaerense de General San Martín, en el año 2016. En principio con abuelos y abuelas pero, con el tiempo, fueron quedando sólo mujeres. “Del grupo fundador sólo quedamos Nancy, Graciela y yo”, cuenta la abuela Elena. 

La importancia del vínculo y el compromiso 

El programa municipal de literatura “San Martín Lee” facilita a quienes lo deseen, participar de talleres, seminarios, workshops, podcast, prácticas comunitarias de lectura, intercambio de libros y convenciones de literatura. Cuentan además con una Biblioteca digital gratuita. 

Las contadas, como denominan las abuelas a su actividad, se hacen todos los miércoles por la mañana y por la tarde, en distintos jardines y colegios de los alrededores sanmartinenses. “Si no tengo una contada en la semana siento que me falta algo”, expresa la abuela Elena con cierta emoción en su voz. 

La mayoría fueron docentes -o lo son actualmente- y la narración es parte de su vida. El voluntariado les permite llenar sus corazones de felicidad y gratitud al unir la pasión por narrar cuentos y el afecto hacia los niñxs que es, para ellas, “un cambio de energía”.

La elección de cada cuento es individual y es un trabajo de hormiga: cambiar las palabras, adaptarlo al público y a la oralidad. Las abuelas remarcan que hay que enamorarse del cuento para poder narrarlo. “Los cuentos te pescan y se trabajan semana a semana para que sean mejores”, agrega la abuela Andrea.

A pesar de dividirse a la hora de elegir los cuentos, se ayudan entre sí en la pre producción de sus contadas y en el momento que ocurren, no pierden la dinámica y lo divertido de poder participar todas del mismo cometido: dejar un momento lindo en cada persona que las escucha.

La narración de cuentos va más allá de simplemente transmitir una historia. En palabras de la abuela Zully, narrar un cuento implica crear un vínculo con el otro. Cuando se narra un cuento, es esencial mirar a los ojos de aquellxs que escuchan.

En dos ocasiones participaron en la Feria del Libro de La Rural y, también en dos ocasiones en La Feria del Libro en San Martín, que comenzó a realizarse hace dos años. “Es satisfactorio tener visibilidad, nos permite mostrarnos como grupo”, comenta la abuela Elena.

La tecnología y su influencia en las infancias

Aunque son conscientes de que los dispositivos digitales están por todos lados, con su trabajo buscan incentivar y lograr que, al menos por un rato, no existan celulares, tablets o computadoras. “Estamos perdiendo vocabulario y los libros alientan la palabra. Además se generan distracciones que repercuten en su comportamiento y en cómo se desenvuelven en otros ámbitos”, explica Zully.

Según el informe de Acceso y uso de tecnologías de la información y la comunicación que publicó el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), los niños, niñas y adolescentes de entre 4 y 12 (81,5%) y de 13 a 17 (95,7%) años constituyen los grupos en donde la utilización de internet supera a la de celular y la computadora. 

En el marco del Día de la Internet Segura (6 de febrero), la asociación sin fines de lucro Chicos.net realizó un informe con un punteo sobre cómo evitar el uso excesivo de la tecnología en las infancias

La asociación sugirió pautar el tiempo de pantallas sin la necesidad de prohibir y sin confiar 100% en filtros o controles externos; no asumir que lxs niñxs saben lo que están haciendo porque son “nacieron en una época digital”; y conversar para lograr un pacto de reglas con el fin de fortalecer la autogestión del tiempo y consensuar momentos de desconexión de las tecnologías: en la mesa, antes de dormir, en las salidas al aire libre, cuando estamos con amigos y amigas.

Mariela De Brasi, escritora y coordinadora del programa Cuentabuelas, explica que “hay un sistema mundial que genera un ritmo de vida vertiginoso” y que, lejos de lograr tranquilidad, “logra que se pierda la humanidad”. Además, agrega: “La narrativa convoca siempre. Hay que mirar y no sólo leer. Sea improvisado o con práctica pero cuando el vínculo se creó, no hay vuelta atrás”.

“Lxs niñxs no están acostumbrados a dar vuelta páginas, sólo a scrollear en los celulares. Cuando se escucha o lee un cuento se utiliza la imaginación, y eso es mágico”, recalca De Brasi y suma: “Se necesita volver a fortalecer la corteza prefrontal en una realidad tecnológica donde está todo servido y al alcance de un clic”.
En tierras sanmartinenses hay algo: desde shows artísticos, bandas en vivo, cine, teatro o literatura, lleva arraigada la cultura en todas sus formas. La abuela Eli remarca la importancia de esto y afirma: “¡Es algo que deberían imitar otros municipios!”.

La narración de cuentos, con su mirada sincera, nos invita a volver a nuestras raíces, a la esencia de lo que significa ser un narrador y un oyente en este mundo compartido de historias y plagado de tecnologías. Lo cierto es que, abuelas que van desde los sesenta hasta los ochenta años, tienen la voluntad, el amor y la convicción de, semana a semana, llevarle a cada niñx un poco de alegría y un recuerdo grato. Un mimo al alma y a los oídos.

El mediodía asoma de a poco y la mañana de cuentos llega a su fin entre risas y miradas cómplices con los más chicos. Con abrazos y regalos, las cuentabuelas se marchan, felices y llenas de cariño, de otro jardín más.


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