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“Estamos convencidos de que con muy poquito se puede hacer mucho”


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Nicolás Navarro forma parte de La Peña Fútbol Club, equipo oriundo de Villa La Angostura. A nivel deportivo, al club le va muy bien, pero también cumple, y cumplió, un rol social fundamental durante la pandemia. Nicolás nos cuenta cómo llevaron a cabo las ollas populares, cómo crearon un merendero, y cómo con tan poco se puede lograr mucho.

-¿Hace cuánto se creó el Club La Peña?

-La peña comenzó en 2010, 2011, cuando la Liga Quetrihué daba sus primeros pasos en la localidad. Para ese entonces, un grupo de amigos se reunieron para presentar un equipo. Pasaron los años, y todos los equipos de la Liga se fueron reforzando; ahí fue cuando nos sumamos nosotros. En lo personal también tenía una mirada a futuro, por eso me asesoré y comencé a reunirme con los líderes del grupo y comenzamos las reuniones para formar el club, dándole una seriedad y un marco jurídico a lo que se hacía. Es por eso que adquirió esa legalidad en 2017, con la personería jurídica.

-¿Con cuántos socios cuentan aproximadamente?

-En ese momento logramos juntar más de 30 socios con la intención de aportar y sumar al proyecto, sin contar a los jugadores. En la actualidad somos más de 100 socios.

-¿Se propusieron metas al comienzo? ¿Cómo pudieron lograrlas?

-Sí, nos propusimos metas y pensamos en cómo o qué teníamos que hacer para lograrlas. Lo primero fue formar equipo femenino, y después las categorías formativas. Con respecto a este último, teníamos como objetivo el trabajo social más allá de lo deportivo. A través del deporte formás a los niños en valores, y a su vez los ayudás para que tengan un mejor futuro. En 2019, logramos comenzar con las formativas, que eran el proyecto más anhelado por el club.

-¿Cómo hace el club para afrontar los gastos que tiene?

-Actualmente no se reciben aportes desde municipio o provincia, o sea que todo lo que se realiza es recaudado en actividades que tienen específicamente ese fin: ventas, rifas, stands en la Fiesta de los Jardines, toda campaña que sirva para generar dinero.

-Metiéndonos un poco más en el rol social durante la pandemia, ¿cómo surgieron las ideas que tuvieron para ayudar a aquellos que lo necesitaban?

-Un día estábamos acá, en casa, haciendo sobremesa con mi familia y surgió el tema de la necesidad que estaba apareciendo en el pueblo. Lo veíamos a nivel nacional y provincial, pero no tanto a nivel local. Esa carencia era consecuencia de la pandemia y deseábamos, desde nuestro lado, dar una mano a esa gente de alguna manera, ya que veíamos al pueblo como nunca antes. La gente pedía ayuda en las redes sociales y en los diarios, y desde nuestro lado nos pusimos a pensar en qué se podía hacer para dar una mano.

-¿Qué tipo de cosas hicieron?

-Lo primero que hicimos fue una olla popular, de la que me encargué yo. Junté la plata, que fue donación de cada una de las personas que forman el club, hice las compras de los alimentos e hicimos un guiso de lentejas. Notamos que hubo una repercusión muy linda y grande, y que a la gente le gustó y se sintió agradecida. En base a las publicaciones que se hicieron en las redes sociales recibimos, por parte de nuestros amigos y conocidos, la intención de querer ayudar con ese proyecto. A raíz de eso, lo que hicimos no fue recibir plata, sino alimentos como leche, harina, fideos y demás. Reunimos mucha cantidad, todo en materia prima. Nosotros después teníamos que encargarnos de hacer toda la elaboración para poder darle esos alimentos a la gente.

-¿Así surgió la idea del merendero?

-Sí, de lunes a viernes a las 5 de la tarde, toda la gente que quisiera podía acercarse con su botella, su taza, y nosotros le dábamos leche, mate cocido, tortas caseras, galletitas, tortas fritas, masas: todo casero y hecho por nosotros. Durante la semana ayudábamos de esa manera y los sábados hacíamos el almuerzo: un plato de comida y jugo, gaseosa u otra cosa para tomar.

Otra de las cosas que surgieron fue reciclar y reutilizar todos los materiales que se pudieran. Un ejemplo era que, cuando comprábamos salsa de tomate, en vez de comprar en cajas, comprábamos en botellas de vidrio. Después las lavábamos, las esterilizábamos y, los días de semana, debido a que había nenes que venían con botellas de plástico a buscar leche, nosotros les dábamos la botella de vidrio para que lo que quisieran llevar fuera en mejores condiciones. Lo mismo con las bandejas, los tuppers, con todo.

-¿Cuántas personas se beneficiaron por esas acciones?

-Iban alrededor de 150 personas diariamente a buscar la merienda. Nosotros nos sentíamos realizados gracias a eso, porque la idea era solo ayudar, no obtener algo a cambio, y nos quedamos con eso. Por ejemplo, lo que menos hicimos fue sacarles fotos a las personas que iban a buscar comida, porque entendíamos que eso no le hacía bien a nadie.

-¿El gasto de todo esto fue cubierto por ustedes y por donaciones?

-Sí, se recibieron donaciones de distintos amigos, conocidos, de empresas de la localidad. También recibimos ayuda de algunos restaurantes que estaban cerrados y tenían comida congelada, y que querían aportar al proyecto porque veían el resultado. Además recibimos ayuda de empresarios de Neuquén que querían colaborar. Estamos convencidos de que con muy poquito se puede hacer mucho.

-¿Cómo era un día de entregar viandas, por ejemplo?

-Los días de la entrega de viandas eran muy lindos. Nosotros nos levantábamos temprano para poder empezar a preparar las cosas, cortar las verduras y la carne cuando era guiso de lentejas. También había días en que hacíamos fideos con tuco, arroz con pollo, de todo un poco. Llevaba todo un proceso de elaboración por parte del equipo de trabajo, que era muy organizado, y trabajábamos en base al punto de cocción de cada alimento para que, a la hora de entregar el plato de comida, llegara de la mejor manera posible y en condiciones.

-¿Cómo se distribuyeron las tareas para poder hacer todo?

-A todo lo anterior, tenés que sumarle la mano de obra de todas las personas del equipo de trabajo. Nos traían una bolsa de harina y con eso teníamos para hacer tortas fritas, calzones rotos, etc. Por eso te decía que estamos convencidos de que con muy poquito se pueden hacer un montón de cosas, pero se necesitan colaboración e incentivo. Fue un trabajo muy arduo de cuatro meses en los que todos los días había que pensar en el merendero. Levantarte y saber que tenés que contar con este tipo de cosas para estar seguro de que a la tarde vas a poder dar la merienda. Es un trabajo muy delicado y muy intensivo, pero que valió la pena porque queríamos ayudar. Te quedan muchas cosas.

-¿Qué tipo de cosas?

-Por ejemplo, había chicos que venían a buscar la merienda en días lluviosos con ojotas, y eso nos tocaba. Otra cosa que hacíamos, tanto en el merendero como en el club, era captar los casos puntuales de personas que necesitaban más ayuda y preguntarles de la manera más adecuada y delicada posible a los niños, que iban queriendo contar algunas cosas. Tratábamos de acercarnos a ellos de esa manera para saber cómo vivían en sus casas y las necesidades que tenían. Ese trabajo lo hacía más mi mamá, que era enfermera, debido a que todavía tiene ese don y una llegada para poder acercarse a las personas, y que se sintieran en confianza para compartir lo que les pasaba.

-¿Qué hacían con respecto a esos casos?

-Gracias a ese trabajo, lo que hicimos fue ir anotando cada caso y nos encargamos de comunicarnos con la gente de Desarrollo Social de la localidad para que ellos intervinieran. A partir de ahí, ese área se tenía que encargar de hacerle un seguimiento a esas personas. Considero que algunos se sintieron beneficiados porque Desarrollo intervino, realizó visitas, se encargó de ver si podía darles alguna ayuda económica, y demás. La idea desde el club es seguir ayudándolos, en silencio, pero siempre ayudándolos.

¿Considerás que todas estas acciones hablan de los valores que tienen como club?

-Creo que sí, que es muy importante y marca un antes y un después. A nivel local, creo que hay muchos clubes que en sus nombres tienen “social”, pero que se enfocan más en lo deportivo, desde mi punto de vista. Nosotros, a través de lo deportivo, trabajamos lo social, es la excusa que usamos para meternos en el trabajo que hay que hacer en la comunidad. Creo que muchos clubes se tendrían que contagiar y trabajar de la misma manera para que tengamos una sociedad mucho mejor. Para que, de a poco y entre todos, podamos salir adelante.

-¿Creés que el rol social de los clubes de barrio es fundamental para crear una sociedad mejor?

-Sí, creo que es muy importante el rol de un club, pero no solamente en lo deportivo, sino también en lo competitivo. Creo que el trabajo más fino y delicado se hace afuera de una cancha de fútbol. Ayuda a que los niños que van se sientan contenidos, a que sientan que son una parte muy importante de la sociedad. Es fundamental también que desde chicos valoren lo que se hace por ellos, porque a su vez, cuando sean más grandes, esos valores van a transmitirlos a otras personas. Por eso nos sentimos realizados, porque cuando éramos chicos, nunca tuvimos todo en bandeja; nuestros padres y nosotros tuvimos que trabajar mucho para poder estudiar y ser alguien, y eso lo valoramos mucho. Por ende tratamos de hacer lo mismo con nuestros propios hijos y con todos los chicos, para que el día de mañana ellos mismos transmitan estos ideales a otras personas.

Nicolás Navarro y el Club La Peña nos demuestran las grandes cosas que se pueden hacer cuando uno está dispuesto a y convencido de ayudar a los que más necesidad tienen. En un contexto tan complicado como este, acciones como esta nos ayudan a construir una sociedad mejor, más empática y solidaria.


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