Inicio » LA HISTORIA DE LO QUE SOMOS

LA HISTORIA DE LO QUE SOMOS


Compartir

No eran una multitud, eran alrededor de 300 personas. No tenían glitter en la cara, sino máscaras de cartón para resguardar su identidad. Las banderas eran pocas y faltaba la música. Antes no se veía el arcoíris, su realidad era en blanco y negro. Todo comenzó un 2 de julio de 1992 cuando Carlos Jáuregui y César Cigliutti, referentes de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), organizaron la primera marcha por el orgullo LGBTIQ+. No era la fiesta que se ve ahora en noviembre de cada año, pero esa primera movilización desde Plaza de Mayo hasta Congreso, bajo la consigna de «Libertad, Igualdad, Diversidad», marcó un precedente en la historia del movimiento contra la violencia, la represión y la discriminación en Argentina.

Por Dolores Martínez y Helena Massucco

El rito de iniciación que dio visibilidad a la comunidad en el mundo fue la revuelta de “Stonewall Inn”. Un bar inclusivo neoyorquino que era coimeado por la policía a cambio de avisar por cada intervención, pero esa noche no les dijeron nada. El 28 de junio de 1969 entraron de civil y persiguieron a todas las personas que no tenían cédula de identificación y, entre golpizas y detenciones arbitrarias, más de 200 personas se enfrentaron durante dos días contra más de 400 agentes, por primera vez, al grito de “gay power”. Un año después, en 1970, se realizó la primer marcha del orgullo de la historia. Cerca de diez mil personas se concentraron en la calle Christopher en frente del bar y marcharon por la quinta avenida hasta el Central Park. Gracias a su coraje, todos los años en esa fecha, distintas ciudades del mundo se sumaron al festejo.

A lo largo de ya muchos años, la comunidad LGBTIQ+, conquistó derechos, y recibió reconocimiento y respeto por gran parte de la sociedad. El logro más importante fue  la conquista de leyes, como por ejemplo: La ley de Matrimonio Civil (26.618), más conocida como la “Ley de Matrimonio igualitario”, sancionada en el año 2010; la ley de Educación Sexual Integral (26.150) sancionada en el 2006; y por último la ley de Cupo Laboral Trans (14.783), aprobada en nueve localidades de la provincia de Buenos Aires en 2015 pero recién reglamentada en diciembre del 2019. Aún con las leyes creadas en pos de proteger el bienestar de esta comunidad, la violencia sigue siendo, históricamente, una gran protagonista.

Estos hechos se ven reflejados en datos, gracias al Observatorio Nacional de Crímenes de Odio LGBT, creado por la Defensoría LGBT, que demuestra en cada informe anual como la orientación sexual, la identidad y la expresión de género de todas las víctimas fueron utilizadas como pretexto discriminatorio para la vulneración de sus derechos. La conquista de derechos del colectivo parece funcionar de manera contraproducente para el sector homófobo y machista de la sociedad, ya que desde 2016 hasta la actualidad los números por crímenes de odio incrementaron de 31 casos a 177, lo que sería seis veces más en cuatro años.

La comunidad trans es la más maltratada por mucha diferencia con respecto a las otras identidades. Hace cuatro años, en el primer informe disponible, se registraron 31 casos y con un 77,4% las mujeres trans fueron las más vulneradas, lo que quiere decir que casi 8 de ellas de cada 10 personas de la comunidad murieron o padecieron violencia física; en 2017 la cifra se elevó a 103 y en este caso lideraron los varones trans con el 58%, pero a diferencia de las mujeres, son cerca de seis de ellos por cada 10 del colectivo; para 2018 ya eran 147 y otra vez las chicas trans fueron las más perjudicadas, pero esta vez con el 64% de los casos, es decir, disminuyó aproximadamente a seis mujeres por cada 10 personas; y en 2019 el número alcanzó las 177 causas y dichas mujeres sostuvieron el mismo porcentaje que el año anterior.

Al principio el reclamo de cada marcha era meramente por los derechos de la comunidad ya que estaban excluidos de todo, a diferencia de la actualidad que a 50 años de lo ocurrido en Stonewall y gracias a los avances sociales y políticos, la consigna principal de la última marcha del orgullo fue: “Por un país sin violencia institucional ni religiosa. Basta de crímenes de odio”, fue dirigida más específicamente a dos sectores donde la discriminación no cesa. A medida que fueron pasando los años las máscaras se fueron sacando, y empezaron a verse las caras de la gente orgullosa de mostrar quienes verdaderamente son.

A diferencia de los 364 días restantes, en los que miles de la comunidad tienen que atravesar la realidad de ser odiado por su identidad, anualmente, un arcoíris gigante se eleva desde vereda a vereda en el centro de Buenos Aires y el obelisco se tiñe multicolor. Trailers repletos de guirnaldas, brillos, carteles y arriba de ellos, pibes y pibas bailando en sus mejores conjuntos de colores y banderitas. La música suena a todo volumen y por un momento, solo existe la libertad. Las calles de microcentro, llegando al congreso, son un caos de gente corriendo emocionada, con vinos en la mano y sonrisas gigantes. Durante un día entero, por 24 horas completas, se respira paz y la calle es una fiesta. Hoy en día, en contexto de coronavirus y pandemia, por primera vez la comunidad festejó desde las redes bajo el hashtag #GlobalPride2020 . La consigna este año fue “Existir, persistir y resistir”, y orgulloso el colectivo celebró esta fecha tan importante.

EL MIEDO DE ANTES AHORA ES ORGULLO 

“Me daba miedo ser una chica trans y pelee un montón por sacar ese estigma”, contó la actriz y preceptora del bachillerato Mocha Celis, Romina Escobar, para la TV Pública. Para el año 1992 ella era tan solo una adolescente más, con miedos, sueños y con el objetivo de formarse como actriz, pero un problema se anteponía ante Romina, su transición de género. En su hogar las cosas también eran complicadas, es difícil encontrar un lugar de pertenencia cuando la gente que te rodea no te entiende por completo. Cuenta que el dia de la primera marcha del orgullo tenía en la cabeza una conversación con su papá que le dijo: “Te va a ir mal, te va a pasar algo”. Argentina en los 90’ era un lugar peligroso para el colectivo, y aunque Romina quería salir a marchar, las palabras que su padre le dijo con la intención de protegerla, le estaban jugando en contra a su inseguridad.

No solo su familia era algo a lo que Romina tenía que enfrentarse, sino que mismo salir de su hogar era una amenaza aún más grande. En 2020, la policía sigue siendo conocida por su corrupción, negligencia e impunidad, y 28 años atrás, era mucho peor. “En esos años era muy difícil salir de día porque te llevaban presa. Ibas a comprar pan o salías a tomar aire a una plaza y no podías porque te llevaban. Te maltrataban y hasta te mataban pero nada se podía decir”, explicó la actriz. Resguardadas y cautelosas, el colectivo de mujeres trans sabía protegerse en caso de que llevaran a una de sus compañeras a la cárcel, solo por el hecho de existir libremente. “Entre nosotras nos organizabamos y teníamos un bolso armado que se llamaba ‘bagayo’ que tenía comida, frazadas, porque cuando una caía la otra ya tenía eso armado para llevárselo”, concluyó Romina.

Si bien la ley de cupo laboral es un hecho en algunos distritos de Buenos Aires y un proyecto en las demás provincias no se ve reflejado al 100% en las oportunidades de trabajo del colectivo trans. Al respecto Romina contó que estudiar teatro fue lo que le salvó la vida en diferentes momentos, fue lo que no la dejó caer, porque en ese momento ella no quería ejercer el trabajo sexual como único medio de vida.


Compartir