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Rescatando la memoria para preservar las historias del exilio tras la Guerra Civil Española 


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    En el extremo sur de la Argentina, un colectivo de españoles unen esfuerzos para la divulgación histórica. Conocé los testimonios de quienes habitan con cotidianidad el Centro Gallego de Río Gallegos en Chubut. 


    La Guerra Civil Española (1936-1939) fue protagonizada por las fuerzas armadas de la República que defendían al gobierno democrático, junto a grupos políticos y sindicales, milicias populares, militantes anarquistas y voluntarios internacionales, contra el bando nacionalista (militares golpistas) liderado por el General Francisco Franco y respaldado por grupos de derecha, monárquicos, conservadores y el clero católico, más el apoyo de la Alemania nazi y la Italia fascista. 

    El 1° de abril de 1939, cuando los republicanos cayeron, Franco se convirtió en dictador hasta que murió en 1975. A partir de allí se daría lo que se dio en llamar “La retirada” y posteriormente el exilio. 

    Más de medio millón de personas -cifras oficiales aproximadas- tuvieron que huir de su propio país para salvar sus vidas. La mayor parte fue a campos de concentración en el sur de Francia, donde permanecieron por meses y hasta años en condiciones realmente infrahumanas bajo el control militar del vecino país. 

    Hubo quienes volvieron a España confiando en que el régimen cumpliría sus promesas de trato digno y no represalias. Ocurrió lo contrario: persecuciones, torturas y fusilamientos les esperaban y, en el mejor de los casos, desprecio, censura y represión constante. 

    Aunque hubo quienes viajaron hasta el continente americano. Al cruzar el océano encontraron un nuevo hogar al otro lado del globo. 

    “En el andén había, apiñados, centenares de compatriotas. Hombres, mujeres, niños y ancianos tumbados sobre el cemento. Muchos rezaban en voz alta con los ojos alzados al cielo La fiebre brillaba en muchas miradas. Niños mutilados se arrastraban buscando a sus padres. Todos los inválidos estaban expuestos a las inclemencias del tiempo. Había también muchos amputados.” 

    Antonio Miró, exiliado (1939). 

    84 años después al sur del continente americano, más específicamente en Río Gallegos, provincia de Santa Cruz, el Centro Gallego se encuentra activo y sumando proyectos. Esta voluntad persigue un anhelo: lograr el rescate histórico de la memoria y a la vez contribuir a preservar la identidad gallega en el presente. 

    Actualmente -además de las actividades comunes a este tipo de colectivos como eventos festivos, talleres artísticos y actividades literarias- trabaja en conjunto con la comunidad para detectar, recolectar y organizar el bagaje de recuerdos físicos que los descendientes de Galicia aún mantienen a resguardo. 


    Son las cuatro en punto de una tarde soleada pero que promete nieve. Así es por esta parte del mundo en Santa Cruz. El nieto de Feliciano Francisco Paz Bujeiro (un combatiente español republicano que en 1939 tuvo que dejar atrás su patria y cruzar el mar) llega caminando a la sede del Centro Gallego, donde acordó reunirse con la actual presidenta Mirta Tanarro

    Apenas ingresa, un vistoso mueble roba su atención: madera laqueada, puertas abajo en el frente, cajones y tres imponentes espejos. La oscura caoba de improviso se convierte en una máquina del tiempo. Él respira hondo y murmura para sus adentros: “Es el mismo, es el mismo…”. 

    “Estamos en una etapa donde hay como una suerte de desentendimiento, como que lo que proviene ‘de antes’ pasa desapercibido. Y, con la inmediatez de la comunicación, estas cosas se nos están perdiendo. Entonces el recupero histórico es importante a la hora de poner en valor las historias, las personas, los lugares”, cuenta Tanarro.

    Luego, continúa: “Además ocurre, por ejemplo, que lo puesto hoy al servicio de los jóvenes anda un poco a contramano de la historicidad. Entonces me gustaría si podemos ir por ese lado también, por la juventud, para que puedan acercarse, ser partícipes, tener curiosidad de descubrir lo que pasó en otras épocas”. 

    El nieto – cronista toma el celular con el cual graba la entrevista y se lo alcanza a su anfitriona. El dispositivo muestra en blanco y negro el mismo mueble caoba de la sala. Éste, después muestra una foto de su abuelo.

    “¡Increíble! Tiene tu mismo semblante”, comenta visiblemente emocionada Tanarro al mismo tiempo que se entera que su interlocutor reconoció de inmediato el mueble dado que su abuelo (“El Gallego” Paz) estuvo muchos años como conserje de la confitería y el bar del Centro en los años sesenta. 

    La presidenta continúa su discurso sobre el espacio que preside: “Con la actual Comisión Directiva estamos trabajando en una línea de recuperación histórica”. “Recabar y visibilizar el material recuperado; y plantear acciones de cara a la comunidad como pueden ser los conversatorios, contactos con otras asociaciones del país y del exterior, configura”, comenta Tanarro y prosigue, “un redoblar la apuesta, en el sentido de no conformarse con una mera exposición de fotos y demás memorabilia, sino también en lograr que más personas se interesen, sobre todo los más jóvenes”. 

    El Centro Gallego de Río Gallegos, hoy ubicado en la calle 9 de Julio entre Alberdi y Avenida Presidente Dr. Néstor Kirchner, se fundó en 1927 y ya están trabajando de cara al centenario. 

    “El Gallego” Paz desde su exilio pasó por República Dominicana, Panamá y Chile; pero, en el último tramo de su vida, recaló en el extremo sur argentino del continente. El autor de esta nota es su nieto quien decidió darle un mejor destino a lo que su madre atesoraba y realizar un sitio web donde poder ofrecer un variado catálogo visual de fotos inéditas, correspondencia personal y documentación bélica, entre otros valiosos elementos. Y, en sintonía con las actividades del Centro, inicia el contacto. 


    En 1960, Argentina tenía unos 20 millones de habitantes. Santa Cruz contaba con una población total de 52.908: 0,21 personas por cada kilómetro cuadrado. Su capital, Río Gallegos, 14.439 habitantes. Y, el Centro Gallego allá por 1962 -según el libro de socios- no llegaba a los 300 registrados. 

    Con estos datos, desde las estadísticas se podría llegar a la conclusión de que los concurrentes al Centro Gallego no solamente eran nativos de Galicia, sino que había de diversas partes de España hasta también habían socios argentinos. Eso sí: en la casa no eran bien vistos los franquistas, que los había y muchos en el pueblo. En ocasiones, la tolerancia perdía frente a la bronca y se armaba. 

    “Vivíamos ahí, en el Centro. Yo lo acompañaba a mi papá en la confitería ayudando en todo (…) Había uno que ‘me arrastraba el ala’ que aparecía día por medio. Como que se quejaba en voz baja y se iba, pero ni se me acercaba. A mí me parecía raro. Hasta que le escucho decir a mi papá un día a uno de los mozos que a ‘ese’ no lo atendía nadie porque era franquista”, cuenta Esperanza del Socorro Paz Ojeda.

    Paz Ojeda nació en 1944, cinco años y un mes después del comienzo del exilio, y fue nombrada así por la ilusión de algún día retornar a la tierra querida. Es quien también en 1960 ingresó clandestinamente a la Argentina por el líder de la Patagonia Rebelde, Antonio Soto Canalejo desde Punta Arenas, Chile. Y, ahora, habla con el nieto – cronista.

    “Entre los españoles se respiraba muchísima unión y solidaridad. Uno que no anduviera bien, ahí estaban sus compatriotas para ayudarlo. Cada tanto llegaban diarios de allá y terminaban casi deshechos por tantas manos por las que pasaban. Siempre estaban hablando de ‘cuando muera el maldito, cuando muera Franco’. Y, por supuesto, de volver a la Patria”, recuerda y agrega: “Todos los brindis los terminaban con un ‘¡Que viva España!’”. 


    En la actualidad, después de tanta diáspora y morriñas, los caminos siguen andando. El nieto – cronista se retira del Centro Gallego en Río Gallegos pero le es imposible salirse del todo de su máquina del tiempo. Caminando se percata con demora de que el aguanieve envuelve la tarde. No tanta nieve como la de los Pirineos que cruzaron los republicanos. No tanto frío como el del invierno en aquella retirada. 

    En ocasiones, la historia se repite. Nuestra sociedad hoy resiste embates muy similares a los de ayer. Será fundamental estar alerta y ser críticos para defender una sociedad donde todos tengan igualdad de oportunidades y en la que los derechos humanos sean inquebrantables es un desafío que debemos asumir, tal como fue el espíritu de los españoles republicanos en su momento. 


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