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El 24 de junio de 2021 se sancionó la Ley de acceso al empleo formal para personas trans. En este informe se podrán conocer detalles sobre su implementación en ciudades como Bahía Blanca y Comodoro Rivadavia.

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El Valle Calchaquí, custodiado por altas cumbres, es una continuidad fitogeográfica que se extiende por 520 kilómetros de norte a sur, de los cuales sólo 49 pertenecen a Tucumán. Dentro de la extensión tucumana se encuentra el Valle de Tafí, hogar de dos localidades: Tafí del Valle y El Mollar. La cadena montañosa situada al oeste de la provincia entre las Sierras del Aconquija y las Cumbres de Tafí es testigo de una historia antigua.
Tafí es indígena. Los Valles Calchaquíes son indígenas desde hace milenios. Así, se construye una identidad que se entreteje con el esfuerzo de mantener y reivindicar tradiciones. Hace más de 7.500 años, los cerros del extremo noroeste del Valle están habitados por indígenas y estos habían asumido como propio el territorio. Lo habían convertido en un hogar y en un mismo existir: en un todo. El pasado no es solo un recuerdo, sino una viva presencia que fluye en la sangre y se eleva en la historia y en el orgullo de pertenecer.
La Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas resalta su derecho a vivir con dignidad manteniendo sus tradiciones y culturas buscando su propio desarrollo de acuerdo con sus propios intereses y necesidades. Por otro lado, la Constitución reconoce la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas y la posesión y propiedad comunitarias “de las tierras que tradicionalmente ocupan”.
Asimismo, la Ley 26.140 prohíbe los desalojos, y establece el relevamiento de las tierras habitadas por las comunidades de todo el país, respondiendo al reclamo más sentido de los Pueblos: los territorios. El respeto a su identidad cultural está ligado a su reclamo territorial, ya que el vínculo que los pueblos indígenas desarrollan con el territorio hace a su existir. Pero, ¿cómo se resguarda lo ancestral? ¿Cómo es la vida indígena desde su núcleo?
Alejo Azar es Cacique de la Comunidad Diaguita en Tafí del Valle desde hace un año y medio. En las urbes, ser indígena –y Cacique– despierta curiosidad. “Uno siempre está luchando por reivindicarnos y que no se pierdan nuestras tradiciones, nuestra cultura, nuestro sentimiento de comunidad, que muchas veces se ve aplacado por el sistema”, cuenta y declara: “Las comunidades no son bien vistas en muchos sectores”.
En este mismo sentido, Cristina Alejandra Nieva, maestra de primaria en la Comunidad de La Angostura afirma este prejuicio: “Ya está esa cuestión instalada de que las comunidades no tienen firmeza, de que se han quebrado, de que se están sacando los ojos entre comuneros… no hay algo firme”.

Créditos: Susi Maresca
Alejo y Cristina comparten un reclamo muy sentido: los derechos indígenas son Derechos Humanos. Los marcos normativos que los amparan, a veces, no son percibidos en los remotos hogares de las distintas comunidades indígenas en el país y hoy sienten que la situación se agrava.
En esta línea y con respecto a los desalojos, Cristina explicó que si bien hay un trabajo de carpeta territorial en el que se reconoció e identificó el territorio como parte de las comunidades indígenas, las Comunidades no tienen una cédula real. Es decir, no hay un reconocimiento de las tierras desde el Gobierno. “A esa ley la van extendiendo. La iban extendiendo tres años, y tres años, y así. Si al Gobierno de Javier Milei se le antoja acabar con la ley, chau, todo ese trabajo quedó en nada”, lamenta.
La idea y el temor de que el Gobierno Nacional termine con la Ley 26.160 no nace sin fundamentos. A pesar de que las normas internacionales prohíben cualquier distinción hecha con motivo de la raza, el color o el origen de la persona, el Cacique denunció un momento en el que esto quedó olvidado. Alejo comparte un ejemplo: “Hace poco me tocó vivir una situación en una reinauguración aquí en Tafí del Valle. Yo estaba invitado a hablar, y cuando llegó mi momento, vi que terminaba todo y le pregunté al encargado qué había pasado con lo que yo iba a decir. Me dijo: ‘No, vino gente de Nación y, por protocolo, Nación dijo que las Comunidades no podían hablar’”.
De la misma manera, Cristina comparte: “Yo doy fe, me he criado así. Por el solo hecho de ser morocha muchas veces te discriminan o te dicen: ‘¿De dónde venís? ¿De la comunidad de La Angostura? Ah, bueno, andá allá lejitos’”. La discriminación y aislamiento para la maestra es algo “típico”, por lo que aún le molesta que todavía haya que trabajar en la reivindicación de la identidad de la comunidad ya que esto se suma al esfuerzo de uno mismo por sacarse el propio prejuicio. “Porque toda la vida nos han hecho creer que eramos morochitos, negritos e indecitos, y que no íbamos a llegar a ser nada. Yo tenía una maestra en la primaria que se preguntaba: ‘¿Para qué les vamos a enseñar a estos tontos, si nunca van a salir aquí?’”, lamenta.

Créditos: Susi Maresca
La salud, por otro lado, que es también un derecho fundamental, en el Valle se convierte en un desafío. Alejo asegura que, independientemente de las comunidades, el acceso a la salud en los Valles es complicado por la falta de recursos humanos. Tafí del Valle, alejado de los centros primarios de alta complejidad se enfrenta a la escasez de elementos esenciales para resguardar la integridad de la salud de la población.
Cristina alzó un reclamo más sentido y específico: en Tafí del Valle no hay nacimientos. “Ellos argumentan que no hay neonatología, que no hay sala de cuidados intensivos y toda la historia; por si llegara a tener alguna complicación la madre o el niño, a la embarazada la derivan directamente a Concepción, Monteros o San Miguel de Tucumán. No es que vos vas al hospital y podés decidir que nazca acá”, recuerda. No obstante, la maestra cuenta que cuando nació su hija la querían derivar pero ella negó y exigió que su parto fuera en El Indio.

Créditos: Susi Maresca
Pero, ¿qué pasa con la identidad si cada día menos niños nacen en los Valles? Según Cristina, de 41 niños en su clase este año, solo tres son originarios de Tafí del Valle. Para los comuneros, muchas tradiciones se pierden mientras la palabra originario se les resbala de las manos. “Venís vos, te alojás en Tafí y, como no pertenecés aquí, hay muchas costumbres que no se respetan, que ya se han perdido”, opina.
Es que, para resguardar lo ancestral, lo identitario y lo tradicional, se necesita de un trabajo minucioso y comunitario. Al respecto de esto, comparte: “Quiero armar un museo que sea un registro fotográfico en la casita de piedra en el parque como para que estas historias no se pierdan”. Su objetivo es que de los relatos se vayan recuperando fragmentos y se los vayan plasmando a través de fotografías, gráficos, de algo representativo de la comunidad.
Sin embargo, “quedó en el intento”. Lamenta que la política se haya mezclado en los planes de conservación de la comunidad: “A mí parecer, se ha perdido el eje de lo que es la comunidad, la misma palabra que lo dice, un sentir comunitario, y es para todos, no para un grupo. Y ya no es así”.
Cristina comparte que ya realizó varios reclamos con los comuneros por estas cuestiones en general, y en particular por el último Censo de Comunidades Indígenas que se realiza a través del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI). “Una de las cosas que yo más cuestiono es que mi hija no esté inscripta en el INEI. Las últimas fichas de la Comunidad de La Angostura han sido presentadas en el 2013. En ese entonces éramos 86 familias, una cosa así, pero las actuales son 200 y tanto”, determina.
*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.
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Firme como una guardiana indeleble a la vera de la orilla argentina del Río Paraguay, por muchos años olvidada pero siempre ahí formando parte de la historia viva de la ciudad se encuentra ella: la ex estación de trenes del ferrocarril Belgrano, devenida hoy en un pintoresco Paseo Ferroviario, que próximamente cumplirá 7 años, desde su restauración y habilitación.
El pasado y el presente fundidos en plena costanera “Vuelta Fermoza” en el corazón de la ciudad de Formosa, capital de la provincia con el mismo nombre, que dichosamente se hace curva en el costado norte de la Patria. Allí se fusionan la historia, la naturaleza viva, la aventura, lo gastronómico, artístico, cultural y deportivo para ofrecer a las familias, visitantes y transeúntes un entorno único, lleno de recuerdos y momentos inolvidables para quienes tienen el privilegio de recorrer sus antiguos viejos andenes, sus calles y disfrutar de las diferentes propuestas.
Ante un nuevo aniversario de la habilitación de este extraordinario complejo de ocio, entretenimiento y recreación, donde décadas atrás funcionaba el ramal C25 del Ferrocarril, con 702 kilómetros de vías entre Embarcación y la ciudad de Formosa; don Félix Díaz, uno de los agentes ferroviarios jubilados y que trabajó en la ex estación de trenes, recuerda visiblemente nostálgico algunas anécdotas de “aquellos inolvidables años”.
Comenzó a trabajar para el ferrocarril de Formosa en 1983, en el departamento de Mantenimiento y Construcción de vías, lugar donde actualmente se emplaza el Museo del Paseo Ferroviario. “Tenía en ese momento 17 años”, cuenta don Félix.
De perfil bajo, canas blancas, voz ronca y piel curtida por el paso de los años, continúa su relato por momentos pensativos como intentando recordar algunos detalles que fueron quedando en el olvido. “En aquellos años había un gran movimiento de trenes, algunos de sus ruidosos vagones llevaban cargas y otros llevaban pasajeros; las idas y venidas eran constantes”, comparte.
Para 1993 fue mermando drásticamente el movimiento del ferrocarril en la provincia. Las personas no eran tan asiduas de los trenes, la pavimentación de la imponente Ruta 81, la cual atraviesa todo el territorio formoseño de este a oeste, le ganó terreno haciendo más habitual que los viajantes utilicen colectivos, camiones o minicolectivos. “Esto le fue quitando movimientos y, de a poco, se fue apagando el sistema ferroviario”, dijo Díaz dejando entrever cierta tristeza en sus pocas pero penosas palabras.
A finales del mismo año, la actividad ferroviaria cesó completamente. “Fueron días de mucha angustia, no sabíamos qué iba a pasar con todos los que aún seguíamos siendo trabajadores de la estación”, susurró con voz forzada.
La maleza fue creciendo y ganando terreno a lo largo y ancho de todo el lugar, incluida las largas y oxidadas vías; comenzaron los saqueos de personas sin techo, que en muchas ocasiones se refugiaban de la lluvia y el frío en lo poco que quedaba de la maltratada estructura edilicia.
Pasó el tiempo, la ciudad siguió creciendo: nuevos pobladores, barrios y calles; bares y restaurantes donde degustar los sabores típicos de la región; imponentes estructuras edilicias educativas y sanitarias; una majestuosa costanera para realizar actividades físicas, compartir un paseo, un mate o tereré, con diferentes propuestas de ocio y entretenimiento para toda la familia; además de una fuente que cada hora brinda un show de aguas danzantes. Formosa se volvió imparable.
En contraposición, ella -la que un día fuera la principal vía de transporte de pasajeros y de carga para los habitantes de la región- yacía totalmente abatida, perdida en la profunda oscuridad. Para la mayoría de pobladores ya no existía.
Los interminables viajes de días y días solo quedaban en la memoria de algunos antiguos testigos y protagonistas de sus andares, quienes mantenían viva su historia en reuniones familiares, con amigos o en anécdotas que contaban a sus nietos y bisnietos.
En 2013, más de 20 años después de su cierre definitivo, comenzó la restauración de objetos, herramientas, materiales bibliográficos, telégrafos, documentos y fotos que formaban parte del trabajo como ferroviarios, de sus costumbres, anécdotas y vivencias.
El propósito era proteger el patrimonio socio-cultural poniendo en valor los espacios culturales históricos y materiales, herencia de la ex estación. “La idea fue de las cuatro personas que aún éramos trabajadores del ferrocarril, quienes decidimos en conjunto con la Dirección de Patrimonio de la Municipalidad de la ciudad de Formosa, restaurar el lugar y todo lo elementos necesario para después convertirlo en lo que hoy es el Museo Ferroviario. Esto se hizo realidad en diciembre del 2014 y así, comenzó todo”, afirma ahora con voz firme, el orgulloso jubilado agente de la ex estación.
Créditos: Museo Ferroviario Formosa
Para el año 2017, después de tres años de vida del Museo, se habilitaba y ponía en funcionamiento el actual Paseo Ferroviario, todo ubicado dentro del mismo predio. En ese mismo año, pero en diferente evento realizado por la municipalidad local, la secretaria de Obras Públicas de la ciudad de Formosa, Malena Gamarra, compartió: “El Paseo Ferroviario es el resultado de un gran trabajo que se venía realizando de manera planificada con otros organismos del estado provincial. Se buscaba no solo recuperar y restaurar una parte de nuestro pasado, sino también brindar un nuevo lugar de encuentro a las familias formoseñas, donde puedan disfrutar de diversas actividades y eventos, para todos los gustos y edades”.
“Es invaluable que se haya recuperado este patrimonio histórico cultural para que lo pueda disfrutar nuestra gente, además de convertirlo en un paseo muy pintoresco. Ver que se puso en condiciones tantos objetos olvidados me da mucha alegría, es como contar la historia a las nuevas generaciones que nunca vieron un tren llegar a la ciudad”, cuenta don Díaz y sigue: “No solo en forma verbal porque recorriendo el Paseo pueden palpar los vagones que se encuentran expuestos a cielo abierto, estructuras imponentes que antes formaban parte de nuestro trabajo y que a tantas personas transportaron”.
Por su parte, Marga Hauck, una turista correntina que fue a recorrer los 400 metros de senda peatonal y caminos internos con iluminación exterior, declaró: “Felicito a los formoseños por tan excelente lugar para compartir con la familia y amigos. Muy buena atención, buena música, puestos de tragos y comidas para todos los gustos y lo mejor que es al aire libre, con vistas al río”.
Así, la ex estación del ferrocarril por años desvaída, desafiando al tiempo, a la memoria y, como antaño, saludando siempre desde la orilla a los tímidos y verdes camalotes que se asoman a los márgenes del río; hoy se erige flamante en su nuevo ser más remozado: un espléndido Paseo Ferroviario con un gran valor agregado, el de conocer parte de la historia de Formosa, la frontera más hermosa.
*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.
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“Es hora de cambiar y crear nuestra propia realidad, nuestro propio destino. Hagamos que suceda” es el lema del evento realizado en San Juan que, desde hace ya tres años, convoca a los jóvenes de la provincia a tomar actitudes amigables para con el medio ambiente y su comunidad.
Hábitat.011 es “música y comunidad sustentable” al promover “prácticas de reciclaje con el fin de reducir el impacto ambiental”, según explica en su sitio web. Allí también hablan -brevemente- de los objetivos y quienes colaboran en cada uno de los festivales en la provincia de San Juan que se llevan a cabo. Si bien no tiene redes sociales propias ni una campaña de marketing -algo llamativo para la época- cada año es más convocante.
Para profundizar sobre el evento y sus valores se entrevistó a Mauricio Agüero Sitjar, sanjuanino, emprendedor y gestor de este movimiento; quien, junto a su grupo de amigos, se convirtió en pionero de una propuesta que viene a marcar un antes y un después en su provincia.
-¿Qué los distingue como propuesta de festival?
-Nosotros proponemos hacer festivales convocantes, que reúnan a una gran cantidad de personas y que haya algo en particular que los motive a ir. En un primer momento utilizábamos la parte artística como punto de partida, es decir, gente a la que la unían los gustos musicales. De a poco eso se fue complejizando y propusimos que, además de los gustos musicales, se unieran a través de ciertos valores. Entender que somos todos iguales, que no hay exclusividades, trabajar sobre el respeto y el no prejuicio.
Para la sociedad esta propuesta resultaba un poco polémica. Un festival que reunía personas de diferentes capacidades, estratos sociales, religiosos y culturales. En definitiva, el mensaje es: entender que no importa la “carcaza” de cada uno, sino algo más profundo como “tus valores”.
-¿Cómo y cuándo surge la idea de armar un evento con fines ecológicos, de conciencia ambiental y, a su vez, de ayuda a quienes más lo necesitan?
-En 2022 con la productora Nasty. Nosotros veníamos proponiendo trabajar con asociaciones de chicos con discapacidad en donde se los incluía colaborando y trabajando en la fiesta, por ejemplo, en la recepción entregando helados, stickers, llaveros, entre otros. Pero también ya habíamos comenzado a aplicar contenedores para separar la basura. Y en mayo del 2023 nos dijimos “bueno, es hora de hacer algo ambiental y generar conciencia”. Así nació Hábitat.011.
-¿Cuándo se realizó la primera edición? ¿Cumplió con las expectativas que buscaban?
-En mayo del 2023 fue un Hábitat en donde la gente para ingresar no pagaba entrada pero sí debían ingresar con una o más botellas de plástico. Este evento no cumplió nuestras expectativas, ya que al finalizar la fiesta nos dimos cuenta que el público continuaba tirando
basura al piso. Nuestro objetivo era que el festival finalizara con un espacio impecable. Pero ya lo vamos a lograr, todo es aprendizaje.
-Para una provincia como San Juan que no había implementado aún este tipo de festivales, ¿cómo fue llevarla a cabo? ¿Tuvieron apoyo del público? ¿Qué problemáticas surgieron en el camino?
-Tuvimos la ventaja de contar con un público amigo por los festivales que ya previamente convocaban nuestra gente los organizadores de Nasty. En ese sentido, ya teníamos un gran apoyo de quienes resonaban con nuestras fiestas. Como “problemática” puedo hacer referencia al cuestionamiento de algunos sectores que aún piensan que las propuestas de estos festivales tiene un trasfondo oculto. ¿Por qué lo hacen? ¿para qué? ¿lavan dinero?, son “raros”, entre otros, son solo algunos de los cuestionamientos que surgen. Igualmente no lo vemos como problemática, sino como desafíos.
-¿Cuáles son los requisitos que las personas deben cumplir para poder ingresar a los festivales?
-La entrada es libre y gratuita, apto para mayores de 18 años. Se habilitan 4.000 tickets online para el/la que quiera ir y lo puede sacar de manera individual. Al sacar el ticket, cada persona acepta los términos y condiciones del evento, los cuales tienen que ver con el comportamiento y los valores a respetar allí adentro.
Por ejemplo, es motivo excluyente si alguien tira basura al suelo o provocan disturbios dentro del lugar. Por otro lado, se permite ingresar con tu vaso personal, y en este último festival, la impronta requería llevar un alimento no perecedero y/o materiales y herramientas que sirvan para un taller, en una escuela de Educación Especial ubicada en el departamento Rawson en San Juan.
-¿Cuál es el siguiente paso?
-Luego de cada festival se arma un inventario con todo lo recaudado. Eso se traslada a un galpón en donde guardamos todas las donaciones que festival a festival reunimos. En el caso del evento pasado que recaudamos plástico, debimos tercerizar la tarea a una planta recicladora llamada “Bosque Urbano”, una fábrica que cuenta con un novedoso mecanismo de reciclaje utilizando plástico para luego convertirlo en muebles y mobiliario con aspecto madera. Las producciones de esta planta dan vida a mesas, bancos, entre otros, que llegan a los merenderos de la provincia.
En otros eventos, si los materiales no necesitan otro proceso de producción (como en el caso de las donaciones de herramientas para la Escuela Carolina Tobar García), directamente las trasladamos nosotros mismos hasta el lugar. Coordinamos un día y horario de entrega al lugar seleccionado y lo ejecutamos.
-¿Cómo hacen la selección de merenderos o lugares donde hay más necesidad de asistencia social?
-Me llegan muchos mensajes día a día, intento ayudar en la medida que puedo, pero no siempre puedo. Mi pensamiento es: “Lo que tiene que ser, va a ser y va a llegar de una manera muy fluida”. Es muy loco porque nos llegan muchas causas pero como aún no tenemos la infraestructura para hacer la fiesta más seguido, debemos seleccionar los casos. Intentamos también investigar las situaciones que nos llegan, nos reunimos y vemos las posibilidades de accionar.
-¿Cómo consiguen el apoyo de emprendimientos para sumarse al festival?
-Todo es autogestivo, a prueba y error. Tratamos de sacar ganancias de la venta de bebidas para así afrontar los gastos. Nos ha sucedido de salir a buscar sponsors y ya nos conocían gracias a la divulgación de los eventos. Esto ha generado en muchas personas el famoso “efecto contagio” y solos se van sumando. Emprendimientos, locales y hasta empresas ofreciendo transporte para colaborar en el traslado de las donaciones a los diferentes lugares.
-¿Tenés alguna anécdota que recuerdes que te haya marcado?
-Me pasó al visitar un merendero y repartir juguetes por el Día del Niño. Allí había un nene de 3 años que, cuando le preguntamos qué juguete quería elegir, nos expresó que en realidad él deseaba un “bastoncito” a lo cual presté atención y me di cuenta que era un chico no vidente. Su bastón se le había roto y lo que más anhelaba era volver a tener uno. Ahí mismo me puse en campaña y en muy poco tiempo el bastón llegó y lo solucionamos. Esa situación, sumada a todo el amor y cariño que se recibe de la gente agradecida, no hay dinero que lo pague.
-¿Creés que San Juan puede ser una provincia que expanda esta idea al resto del país?
-Sí, y con convicción. Esta propuesta se va a expandir no solo al resto del país, sino al mundo entero.
-¿Alguna reflexión sobre tu desempeño en esta ardua tarea de montar un festival que no solo promueve la solidaridad sino que también ofrece diversión, entretenimiento y conciencia ambiental?
–Me siento muy motivado a seguir haciéndolo, sobre todo por cómo todo fluye. La gente que llega y se suma; cómo se destraban algunas cosas; lo loco de conocer personas en el camino súper agradecidas que, sin conocerte, te aman. Para mí, está bien lo que hago. Quizás para alguien más no, pero por ahora me siento motivado a continuar en este camino.
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