DEPORTES
La cabeza también juega: el rol de los psicólogos en el fútbol
¿Qué lugar ocupa la salud mental en los clubes? ¿Qué pasa cuando un chico queda libre y no sigue en las juveniles de un equipo?

Entre presiones, redes sociales y sueños que penden de un hilo, los futbolistas juveniles conviven con la exigencia de rendir siempre. En este contexto, psicólogos deportivos y familias intentan acompañar un proceso tan formativo como emocional.
Una fila de chicos, camisetas transpiradas y miradas tensas. En una tarde cualquiera de entrenamiento, los técnicos reparten pecheras, observan en silencio y toman nota en sus planillas. Al final de la jornada llaman a algunos por su nombre: siguen una semana más.
A otros no los nombran o les dicen directamente: “Quedás libre”. Así, sin mayores explicaciones se define quién continúa y quién no en el sistema de inferiores. Para los que quedan afuera, el sueño se corta de golpe. Para los que siguen, la presión apenas comienza.
Antes de llegar a Platense, Valentino “El Pola” Grossi jugaba en las inferiores de Boca hasta que, a los 13 años, lo dejaron libre de la noche a la mañana. Germán Grossi, su papá, quien también jugó en divisiones menores y no pudo llegar, cuenta que el nombre de su hijo empezó a sonar entre padres y entrenadores. Como consecuencia, comenzó a ganar seguidores en las redes sociales y rápidamente pasó de ser un héroe incipiente a villano.
Cuando se fue de Boca se fueron también los seguidores, pero Valentino no se quebró: eligió quedarse en Platense, entre otras opciones, y siguió entrenando con la misma intensidad.
Más allá de la versión de su padre, la historia de Valentino es como la de muchos chicos que pasan de jugar en uno de los clubes más importantes a perder su lugar e intentar en otros equipos, a veces menores.
Son cientos de miles que viven bajo la presión constante que oscila entre la mirada de técnicos, padres y el juicio anónimo de internet. En ese camino lleno de filtros, frustraciones y exigencias, la salud mental juega un partido clave pero no siempre tiene espacio en la cancha.
Pedro Schargorodsky es psicólogo deportivo, trabaja en las inferiores de Racing, y es autor del libro “Competir con ventaja”. Allí, reflexiona sobre las exigencias del alto rendimiento y la importancia del acompañamiento emocional. Asegura que la salud mental ocupa un lugar “chiquito” en las instituciones deportivas.
Si bien reconoce que hay “más conciencia” y que, desde la pandemia, los clubes “están obligados a contar con profesionales en el área”; sin embargo muchas veces se trata de una figura aislada que debe atender a cientos de chicos. “Un psicólogo para 300 pibes no puede hacer magia, pero el hecho de que exista ese lugar ya es un avance”, reflexiona.

Schargorodsky en la presentación de su libro.
Las presiones que atraviesan los juveniles son múltiples y se extienden en un abanico que va desde la competencia por la titularidad -al temor de quedar libre al final de cada año-, la incertidumbre del futuro y la posibilidad de ser uno de los tantos que quedan en el camino.
“Están constantemente a prueba. En cada partido se juegan su lugar y eso emocionalmente es difícil de asimilar”, advierte el especialista y sigue: “Muchas veces aparece el burnout (el agotamiento emocional) que es una de las principales causas por las que muchos chicos se lesionan, dejan el club o estallan emocionalmente”.
En ese contexto, la figura del psicólogo se vuelve fundamental. Schargorodsky trabaja con técnicas variadas que van desde ejercicios de respiración y relajación hasta charlas con familias y entrenadores. Por consiguiente, asegura que no hay una única forma de intervenir -ya que cada caso es singular- y que todo dependerá de la estructura del club y de la apertura hacia su rol.
“Hay resistencia, cada vez menos, pero existe. Algunos prefieren que no los molestemos. Otros te piden cosas, te invitan, te exigen; y eso está buenísimo”, comparte.
Grossi reconoce la importancia de ese acompañamiento en su hijo y señala que no todos los clubes lo implementan de manera activa. Valentino tiene psicóloga pero, según expresa, nunca ocupó un rol importante en ninguno de los clubes donde jugó su hijo. “Ante una frustración o un bajón, muchas veces no lo llaman. Nosotros tuvimos que buscar apoyo por fuera”, comenta el padre del jugador de Platense.
Dice que tuvieron que recurrir a “entrenamientos mentales” en un centro privado, donde su hijo trabajó “aspectos” como toma de decisiones, memoria y control bajo presión. Más allá de la estructura institucional, la narrativa exitista que rodea al fútbol infantil y juvenil suele invisibilizar todo lo que no termina en éxito deportivo. Por tanto, el psicólogo deportivo insiste en que “hay que cambiar la mirada”.
“Solo se habla de que no llegan a Primera, pero no se dice todo lo que ganan en habilidades socioemocionales, como es la tolerancia a la frustración. Eso también es formación”, asegura a la vez que recuerda uno de los momentos que más lo marcó como profesional de la salud trabajando en un equipo grande.
Schargorodsky dice que fue el mensaje de un chico que quedó libre: “Gracias por enseñarme a nunca bajar los brazos y a ser cada vez más fuerte”. Para él, ese es el verdadero logro del trabajo en divisiones inferiores. No las medallas ni los campeonatos, sino ayudar a los que no llegan.

Pedro Schargorodsky en las Juveniles de Racing.
“Lo difícil es que después de mucho esfuerzo y sacrificio, un pibe que la pasó mal pueda seguir intentándolo. El gran logro va por ahí”, resalta el profesional. Es que hablar de salud mental en el fútbol ya no es una opción: es una necesidad urgente.
Detrás de cada chico que llega a Primera, hay cientos que no. Y si en ese camino no hay contención, la frustración puede dejar marcas invisibles. Visibilizar, acompañar y transformar ese recorrido debería ser una prioridad en cada club. Porque entre la euforia del triunfo y el silencio del vestuario vacío, hay una generación entera que aún lucha por no bajar los brazos.
*Estudiante de Periodismo deportivo a distancia.
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