Ricardo Gareca, de pibe asomaba como arquero, pero fue unos de los grandes “9” de nuestro país. Convirtió dos goles claves en la Albiceleste: uno a Brasil en la Copa América 83 y otro a Perú en la Eliminatoria para el 86. Como DT, clasificó a los peruanos a un mundial y ahora buscará hacer lo mismo con Chile.
Sí. Así como leyeron. Gareca, el arquero. No es un error de tipeo o informativo. El Flaco, antes de ser el Tigre fue arquero y no el letal delantero que luego conocimos.
Oriundo de Tapiales, Provincia de Buenos Aires, el Flaco –así como lo conocen sus amigos, familiares y vecinos– tuvo sus inicios en el Club Juvencia de aquella localidad del Conurbano. Allí comenzó como arquero, pero fue su padre, Alberto, quien cambió la posición de Ricardo, además de ser quien impulsó su carrera y lo apoyó en sus inicios. “Vas a trabajar o te dedicas al fútbol, yo te banco”, fueron las palabras de Alberto a su hijo. Así fue como Ricardo, el flaco de pelo largo dejó la escuela para intentar el sueño de ser futbolista profesional.
Este sueño comenzó a la vuelta del Club Juvencia, allí había un potrero donde solía jugar y su padre lo espiaba cuando salía de la fábrica. Decía que Ricardo era buen arquero, pero más le gustaba verlo jugar de mediocampista o de delantero. En aquel tiempo solía rotar de arquero, defensor, mediocampista y delantero, un todoterreno total. Fue aquel día, que Alberto descubrió un talento inmenso en su propio hijo. La primera gran oportunidad fue en la cancha de once donde él lo llevaba los sábados, se ausentó el nueve titular y ahí fue cuando su papá le dijo al técnico: “¿Por qué no lo ponés a Ricardo?”. Al entrenador no le gustó nada esta idea porque al Flaco le iba muy bien en el arco, pero no la descartó, se animó y lo puso de nueve. De ahí no lo movió más.
Gracias a un contacto, Alberto, quien era hincha de Vélez, lo anotó para probarse en Boca. Lo anotó de delantero y no de arquero como lo solía hacer en Juvencia. Quedó y los DT estuvieron fascinados con su desempeño jugando arriba.
Su éxito en Boca –tras una breve cesión a Sarmiento de Junín en 1981– le abrió las puertas a ser convocado a la Selección mayor, en la que dejó su huella marcando uno de los goles más importantes de la historia de Argentina. Su primera convocatoria fue de la mano de César Luis Menotti en 1981 para un partido contra Polonia. Sin embargo, no lo tuvo en cuenta para el Mundial de España que se disputó al año siguiente. Luego de la salida del Flaco Menotti, llegó Carlos Salvador Bilardo, quien lo citó para varios partidos, así como para la Copa América 1983.
El Tigre, así como lo apodó el gran relator Walter Nelson, dejaría marcada su huella en los libros dorados de la Selección Nacional –la cual no sería la única vez– en la tercera fecha del Grupo B de aquella Copa América. Aquel 24 de agosto la albiceleste se midió ante Brasil en el Monumental, con la particularidad de que el seleccionado argentino mantenía una racha de 13 años sin poder derrotar a su clásico. La Albiceleste venía de empatar 2-2 con Ecuador con un doblete de Jorge Burruchaga y de quedar libre en la segunda fecha.
El doctor Bilardo paró a Ubaldo Fillol; Julián Camino, Roberto Mouzo, Enzo Trossero, Oscar Garré; José Daniel Ponce, Miguel Angel Russo, Alejandro Sabella, Alberto Márcico, Ricardo Gareca y Jorge Burruchaga. A los 10´ del segundo tiempo, “Pachorra” Sabella peleó por la pelota en la mitad de la cancha, Gareca se la llevó y tocó para Burruchaga, este le devolvió la pared con un pase filtrado, El Tigre controló el balón y con un derechazo clínico venció el arco de Emerson Leão, anotando el único gol del encuentro para así romper la racha de 13 años sin poder vencer a Brasil. “Fue un partido muy parejo, más allá del gol del Flaco pudimos haber ganado por un gol más, y a pesar de ser el debut de varios estuvimos muy tranquilos”, comentó el Beto Márcico, uno de los debutantes de aquella fecha.
Pero hubo una conquista aún más importante… Fue cuando anotó a poco del final el 2 a 2 ante Perú en el Monumental para que Argentina se clasificara a la Copa del Mundo 1986. Corajeada de Passarella y definición del alto rubio sobre la línea. A pesar de haber metido el gol de la clasificación, Ricardo Gareca no fue citado para ir a México. Tras haberse destacado en Boca, River y América de Cali, su carrera como futbolista siguió en el club de sus amores (Vélez) y se retiró campeón en Independiente.
Como técnico, sacó campeón a Talleres y fue multicampeón con Vélez. Actualmente, el Tigre de Tapiales es el técnico de la Selección chilena y buscará repetir una nueva gran actuación en el torneo más importante en cuanto selecciones americanas, así como lo logró con la Selección peruana, donde es ídolo, tras lograr grandes resultados como aquel tercer puesto en la edición 2019 y la clasificación al Mundial de Rusia 2018, rompiendo una mala racha de 36 años sin participar en el torneo más importante del fútbol.
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