ENTREVISTAS
El después de las víctimas
Hay sobrevivientes que aún tienen pesadillas sobre el boliche de Once. Se asustan cuando sienten olores y encierros similares al del incendio. “Sigo soñando las mismas porquerías, otra vez tuve que empezar el psicólogo”, cuenta uno de ellos.

Hay sobrevivientes que aún tienen pesadillas sobre el boliche de Once. Se asustan cuando sienten olores y encierros similares al del incendio. “Sigo soñando las mismas porquerías, otra vez tuve que empezar el psicólogo”, cuenta uno de ellos.
La tragedia de Cromañón dejó un trauma que hasta el día de hoy atraviesa a los sobrevivientes. Algunos de ellos se han suicidado. Se estima que fueron alrededor de 17, aunque el número no es preciso ya que muchas familias prefieren no hacer pública esta información. Tampoco es claro si estas víctimas recibían la ayuda psicológica adecuada. Desde distintas organizaciones se denuncia que el apoyo del Estado fue decayendo y que los sobrevivientes no solo fueron desatendidos, sino que también fueron invisibilizados.
El caso que encendió las alertas sobre la magnitud del trauma que dejó el incendio del 30 de diciembre de 2004 fue el de Ezequiel Denhoff, un sobreviviente de Hurlingham que en febrero de 2005 tuvo una pesadilla: soñó que se prendía fuego una bandera en el boliche de Once, se tiró de forma inconsciente desde el balcón del primer piso de su casa y terminó con lesiones en sus piernas.
Él, al igual que otros, tuvo que enfrentar el trastorno de estrés post traumático (TEPT) que le causó lo vivido esa noche.
EL TRAUMA DE LOS SOBREVIVIENTES
La psicóloga especializada en suicidiología, Catalina Richter, trabajó en una línea de atención telefónica para personas en crisis y explicó a ETER Digital que los síntomas del TEPT suelen ser recuerdos y sueños angustiosos como reacciones disociativas.
Romina Andreini, sobreviviente e integrante de la organización “No Nos Cuenten Cromañón”, describe: “Tuve varias pesadillas como si lo estuviera reviviendo y me despertaba en el medio de la noche con una crisis de pánico y de ansiedad. Después del 30 volvía cada dos días al hospital porque sentía que me faltaba el aire”.
También ocurre que una víctima evite lugares con mucha gente y que ciertos olores le recuerden el suceso. Sobre esto, Romina confiesa que le costó mucho volver a entrar a boliches y admite que si sentía olor a goma quemada, era como una alarma que la llevaba de vuelta a aquella noche.
Richter explica que el estrés postraumático suele estar aparejado por depresión, ansiedad y por el síndrome de culpabilidad. “Es el hecho de preguntarse por qué yo estoy vivo y otra persona no. No nos olvidemos que en Cromañón la gente se atropellaba por salir”, explica. Además, esto puede generar preguntas de orden filosófico, del estilo: ¿por qué
yo tenía más derecho que otra persona a vivir? ¿vivir a costa de qué? En algunos casos estos síntomas pueden derivar en ideaciones suicidas.
SUICIDIO: ¿POR QUÉ SE OCULTA?
El suicidio de las víctimas de Cromañón es un tabú en la sociedad argentina, pero también lo es el suicidio en sí. La psicóloga Catalina Richter explica que está comprobado que hay que tener cuidado al comunicarlos porque existe el denominado “efecto contagio”. Por esta razón, desde los medios de comunicación se busca dar la información estrictamente necesaria y no detalles de cómo fue el suicidio.
Pero también sucede que muchas familias lo esconden y no lo quieren hacer público. “Antes el suicidio era un secreto y era la mayor vergüenza de la familia, porque hay mucha culpa también en juego”, sostiene la especialista y reafirma que hay que cuidar a los familiares que pueden llegar a preguntarse “¿qué no vi? ¿cómo no lo salvé?”.
Nicolás Pappolla, sobreviviente e integrante de la organización “El Camino es Cultural”, recuerda que el suicidio en el 2015 de Martín Cisneros, un sobreviviente, tomó mucha trascendencia pública. Cuando desde la organización se acercaron a la familia, la exmujer le confesó que había sido muy duro para ellos transitar esa exposición. Por eso, cuando en el 2018 se suicidó Daniel, otro sobreviviente, de 32 años, Nicolás se acercó a la familia para preguntarles si querían hacerlo público y ellos pidieron que no trascendiera.
“SIGO SOÑANDO LAS MISMAS PORQUERÍAS”
El caso de Franco Russo, “Franquito” para sus amigos, es una prueba más de las secuelas. Tenía 21 años cuando estuvo en Cromañón. Cuando empezó el incendio, él y sus amigos se tiraron desde el segundo piso para escapar del humo. Todavía tiene “la espalda quemada por el ácido que caía del techo”.
“Desde arriba saltamos todos. Natalia, una chica que salía conmigo y mi primo también saltaron, pero después nunca más los vi. Murieron pisoteados. Mi primo murió parado, aplastado.”
Franco no recuerda cómo salió. Solo recuerda que cuando saltó se golpeó contra una columna y se rompió la mandíbula. Lo demás lo sabe porque se lo contaron. “Dice el perito que me escondí dentro de una heladera y que me encontró un bombero que se estaba yendo a esconder porque se estaba cayendo la mampostería.”
Cuando lo sacaron, “lo cagaron a palos” para ver si reaccionaba. “Me dieron dos, tres bifes y ahí volví.” Lo subieron a una ambulancia con siete personas, después se desmayó y despertó a los tres días en el hospital.
Estuvo un mes y medio internado. Volver a su barrio tampoco fue fácil, el papá de su mejor amigo lo quería apuñalar porque decía que no había salvado a su hijo. Hoy Franquito sigue teniendo pesadillas. “Todas las noches sigo soñando las mismas porquerías. Otra vez tuve que empezar el psicólogo y pasaron como 20 años.” A veces le cuesta entrar a lugares con mucha gente y otras veces no. “Es depende la cabeza como está, a veces colapsás”, detalla.
EL ROL DEL ESTADO
Para asistir a las víctimas el gobierno porteño promovió la ley 4.786 que, entre otras cuestiones, debía asegurar un subsidio económico a las víctimas, atención médica, tratamiento psicológico y medicamentos gratis.
Sin embargo, Romina Andreini y muchísimas familias de sobrevivientes denuncian que es una ley que “está, pero no se cumple”. “Esta asistencia fue disminuyendo hasta que en un momento los profesionales solo se quedaron con los casos de alta gravedad”, afirma y aclara que por esta razón desde la organización crearon el Programa de Asistencia en Salud Mental. Ella es la psicóloga a cargo.
El caso de Martín Cisneros refleja esta desatención. Él tomó esa decisión el 3 de febrero del 2015 a los 40 años. Sufría ataques de pánico. Vivía en Paso del Rey, en el oeste del conurbano bonaerense y cada vez que tenía algún problema debía viajar dos horas hasta Capital para acercarse al Hospital Alvear, ya que es el único que atiende a los sobrevivientes. Esta deficiencia es la que más se denuncia desde las organizaciones.
Nicolás Pappolla enfatiza la cuestión de la distancia. “Más o menos el 60 por ciento de los pibes que sobrevivieron a Cromañón vive en provincia y quizás para ir a una sesión en la ciudad tienen dos horas de viaje.”
Además, subraya que hay cosas que no se quisieron hacer y reclama: “En 20 años tuvieron las herramientas para firmar un convenio de atención con los municipios del conurbano y poder darle la posibilidad a los pibes de que en vez de viajar hasta Agronomía (donde está el Alvear) se puedan atender en la Matanza o en José C.Paz”, por ejemplo. Romina coincide con este reclamo. “Se pasaban más tiempo viajando que en el mismo espacio terapéutico.”
UNA REPARACIÓN INTEGRAL
A principios de diciembre último, la Legislatura porteña votó una ley de reparación integral con carácter vitalicio, antes era provisorio. Así y todo, para Nicolás el problema es desde dónde el gobierno porteño piensa la atención.
“Nos dejaron muy solos permitiendo que vayamos a un lugar que tenía que estar clausurado y nos dejaron solos en el después. Esperaban que nos arregláramos como pudiéramos sin tener una visión común de cómo abordar, de cómo acompañarnos”, subraya.
También cuestiona que la administración de la ciudad asumió un rol tutelar en lugar de asumir su responsabilidad política en los hechos. Por esto los dispositivos de salud mental estatales fueron escasos en difusión, en convocatoria y en seguimiento. “Quedamos librados a la interpretación del profesional que nos tocaba -cuestiona-, no había un criterio unificado de abordaje y de atención que nos pensara como víctimas de una tragedia social.”
ENTREVISTAS
Ornella D’Elia: “El INCAA es autárquico, la idea de querer eliminarlo es ideológico”
La joven actriz opinó que los constantes intentos de atropello del gobierno de Javier Milei contra la cultura son también “una forma de matar nuestra historia”.

La joven actriz opinó que los constantes intentos de atropello del gobierno de Javier Milei contra la cultura son también “una forma de matar nuestra historia”.
Ornella D’Elia (21) nació en Mar del Plata y creció en Tigre, donde se enamoró de la actuación. Promesa del cine y la TV argentina, a quien comparan mucho en las redes sociales con Angelina Jolie, hoy la rompe en la serie “Camaleón: el pasado no cambia”, donde interpreta a Delfina y comparte pantalla con La China Suárez y Pablo Echarri.
Anteriormente, protagonizó la película Los sonámbulos (2019) y participó en las novelas La 1-5/18 (2021) y Buenos chicos (2023), producidas por Pol-ka. También actuó en La ira de Dios (2022), entre otros proyectos.
-¿Cómo describirías la situación de la industria audiovisual hoy? ¿Creés que está recibiendo el apoyo necesario por parte del Estado?
-Hubo todo un tema inmenso con el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA). El INCAA es autárquico, la idea de querer eliminarlo es ideológica. Yo creo que hay cosas que van más allá de la financiación. Es una decisión política, es una censura permanente. Con la cultura no se juega así, y es también una forma de matar nuestra historia, porque para muchos es lo que nosotros somos, entonces ahí hay algo más allá político, que es más bien emocional.
-¿Sentís que este momento está más relacionado a decisiones políticas y económicas que con cuestiones artísticas?
-Sí, porque hay personas que se quedaron sin laburo, que tienen hijos, familia, y necesitan seguir adelante. Me importa mucho lo que está pasando con el cine, con mis colegas, mis amigos y la gente que quiero. Deseo que tengan oportunidades, que no la estén pasando mal y que algo que se construyó durante muchos años con tanto amor, esfuerzo y tanta vida puesta en esos proyectos quede completamente desvalido, por debajo de la baldosa.
-¿Cómo cambió la representación de las mujeres en la industria audiovisual?
-Qué difícil esta pregunta. Siento que desde que arranqué a actuar hasta este momento. En mi opinión, el cambio, o por lo menos me veo a mí, es que estamos más plantadas.
-A la hora de seleccionar un proyecto, ¿te inclinás por el guión, el director, el elenco, el mensaje que da? ¿Qué considerás que es lo más importante?
-Me fijo mucho en el guión, porque claramente es lo que va a llevar la historia. Pero también creo en quién está a cargo del proyecto; si me siento cómoda con esa persona, no me importa no conocerla. Si hay algo en su personalidad o en su forma de trabajar que se complementa con la mía, para mí eso es lo más importante.
-¿Cuál fue el proyecto que más te interpeló hasta el momento?
–Los Sonámbulos, una película que hice con la directora Paula Hernández, me desafío bastante a nivel personal y profesional. Era una niña y el personaje pasó por un montón de cosas muy fuertes. Cuando leí el guión y cuando lo trabajamos con la directora y con la directora de casting María Laura Berch era impactante leerlo y actuarlo también.
-¿Por qué? ¿Qué recordás de ese personaje?
-No me olvido más que estábamos en el Festival de Mar del Plata, la película había terminado y la gente seguía sentada en la butaca y las mujeres de las primeras filas lloraban. Cuando se levantaron y me vieron, me abrazaron y sentí como cuando una persona está desgarrada y te dice ‘gracias’. No lo podía creer eso. Lo recuerdo como un buen momento, como algo lindo.
-¿Cómo preparás un personaje? ¿Ponés cosas tuyas?
– Siento que todo lo que alguna vez le di a un personaje existe en mí. La actuación tiene eso: te permite encontrarte todo el tiempo con algo nuevo, y ese algo siempre sos vos. Cuando estoy ensayando, en ese momento me pasa mucho que capaz salgo a la calle siendo ese personaje para ver también cómo me mira la gente, o me siento en una plaza para analizar cómo miro y no solamente lo que le pasa a los demás, sino cómo es que voy sintiendo cuando estoy en ese personaje y qué me sucede.
-¿Qué pasa con el después de una escena?
-Yo no puedo hacer una escena y estar desconsolada llorando, o de repente gritando en un ascensor, y cuando el director o la directora dice ‘corte’ que esté todo espectacular. Hay algo que te atraviesa. Y si no sentiste nada, no podés transmitir y eso se ve después cuando mirás una película, serie o lo que sea. Cuando ves a un personaje que está muy emocionado y no está llorando con lágrimas, pero realmente te llega. Eso busco transmitir.
-¿Cómo te llevás con las redes sociales?
-Las redes sociales son muy conflictivas porque nos creemos todo lo bueno y todo lo malo. No son parámetro de nada. Yo estuve con un montón de ataques de pánico y ansiedad, y nadie nunca en las redes sociales se enteró de que estaba pasando por ese momento. Era un espejo de una miserable realidad.
-Te comparan mucho con Angelina Jolie en las redes. ¿Cómo te sentís con eso?
-(Risas) Es verdad, me da un poco de vergüenza porque ella es una bomba, es la mujer más linda, pero no sé si me pasa algo específico.
-¿Tenés algún proyecto que puedas adelantar?
-Sí. Hay estrenos, muchas cosas lindas que todavía no salieron y que las estoy esperando con ganas. Una película de Luis Ortega, una serie y otra película. Después también hay bastantes cosas por apostar en España, que están ahí, pero prefiero ser más prudente con eso.
ENTREVISTAS
Florencia Rodríguez: “Hoy el celular es el tercero en discordia en muchas relaciones”
La tecnología proporciona acceso inmediato a información, permite formar comunidades y compartir intereses. Sin embargo, su uso excesivo se asocia a una mayor probabilidad de presentar patologías de salud mental.

La tecnología proporciona acceso inmediato a información, permite formar comunidades y compartir intereses. Sin embargo, su uso excesivo se asocia a una mayor probabilidad de presentar patologías de salud mental.
En la era digital en la que vivimos, la tecnología forma parte del día a día de millones de personas, principalmente de los más jóvenes. Sobre el impacto que tienen las redes sociales, la licenciada en Psicología, Florencia Rodríguez, dice que perjudican las habilidades sociales ya que, cada vez más, “abundan los vínculos virtuales líquidos, superficiales”.
Ella se especializa en parejas, dependencia emocional y adicciones; a la vez que se enfoca en el comportamiento de los más jóvenes y sus vínculos. Además de profesional de la salud, es docente y creadora de contenido desde su cuenta personal.
-¿Cómo repercute la tecnología en los vínculos?
-A nivel vincular, cada vez es más difícil conectarse en relaciones cara a cara. Muchos mantienen vínculos virtuales líquidos, superficiales, y desarrollan cada vez menos sus habilidades sociales. Además, logran terminar una relación con tan solo un clic. Hoy el celular es el tercero en discordia en muchas relaciones.
-¿Se puede desarrollar adicción a la tecnología y las redes sociales?
–Sí, hoy se habla mucho de adicción a la tecnología. El uso de las redes sociales está generando un gran impacto a nivel personal y vincular. Por un lado, tener varias aplicaciones abiertas en simultáneo y recibir estímulos visuales, sonoros e información, genera un aumento en los niveles de dopamina, ocasionando un vínculo adictivo con el uso de los dispositivos.
Cada vez se necesita más tiempo en pantalla para generar el mismo efecto, como si fuera una droga. Además de que el uso excesivo de pantallas hace que estemos en varios lugares al mismo tiempo, menos en el presente, en el aquí y ahora. Hoy, vamos a un recital y en lugar de disfrutar el momento, nos preocupamos porque nuestro tema favorito quede grabado en el celular. Entonces, en definitiva, no estuvimos en el recital.
-¿Esto se puede relacionar con patologías como la ansiedad o depresión?
-Sí, totalmente. La repetición de este circuito genera altos niveles de ansiedad y depresión. Todo pasa a ser aburrido fuera de las pantallas, y nos desconectamos cada vez más de nuestros vínculos y de nosotros mismos.
-¿Qué beneficios dirías que tiene el uso de la tecnología?
-El mayor beneficio es que podemos acceder a conocimiento sobre alguna temática específica o a un servicio de calidad desde cualquier parte del mundo. Cuestiones que, antes, para muchos eran inaccesibles. También nos permite estar informados de la realidad y de movimientos de diferentes países del mundo.
-¿Y respecto al ámbito social?
-En cuanto a lo social, pienso que posibilita el armado de redes de apoyo, contención y también permite compartir intereses. Se generan muchas comunidades a través del uso de la tecnología.
-¿Cuál es el impacto que tiene el uso de la tecnología en los adolescentes?
-Hoy todo está en internet, los chicos cada vez tienen menos herramientas para resolver problemas cotidianos, ya que no se preocupan en buscar los recursos, obtienen la respuesta rápida en Google. Esto se ve reflejado hasta en las tareas, hoy en día hay muchos docentes que cuando corrigen trabajos prácticos notan que se hicieron con Inteligencia Artificial (AI). En definitiva, se terminan viendo afectadas muchas de nuestras capacidades: el lenguaje, la concentración, la memoria…
-¿Cuáles son las edades más vulnerables para sufrir las consecuencias de un uso indebido?
-Si bien los adolescentes de entre 12 y 16 años son los más vulnerables a los efectos perjudiciales de las plataformas, todos los que no reciban acompañamiento y límites de parte de sus padres pueden sufrir las consecuencias de un uso indiscriminado. Hoy vemos muchos padres ocupados, pero pocos abocados a la crianza o brindando tiempos de calidad.
-¿Cómo debería ser el rol de los padres? ¿Deberían estar presentes o controlar el contenido al que acceden sus hijos?
-Los padres son quienes deben regular el uso de las tecnologías según la edad. Y, sobre todo, deben enseñar con el ejemplo: si ellos están todo el tiempo hiperconectados, ¿cómo pedirle a sus hijos lo contrario? Deben limitar la cantidad de aplicaciones descargadas en los dispositivos, el tiempo de uso y utilizar las restricciones de edad de cada aplicación. Y también informar y educar para prevenir el grooming.
-Últimamente se está viendo un aumento en los casos de apuestas online.
-Sí, sobre todo en hombres. Cada vez hay más casos de ludopatía y se está dando en edades más bajas. Las aplicaciones de juegos o canales de apuestas virtuales son verdaderamente un problema. Los padres les dan a los hijos el uso libre de la tecnología sin ningún tipo de moderación, y esto los habilita a tomar este tipo de riesgos.
-¿Se observan diferencias entre hombres y mujeres en el uso de las redes y otros entornos tecnológicos como los videojuegos?
-Sí, las mujeres son más usuarias de las redes sociales. Los hombres también utilizan mucho los videojuegos.
-¿Por qué creés que se da la diferencia de género?
–Los hombres suelen estar más tiempo hiperconectados porque, en general, son quienes desarrollan menos recursos a nivel emocional, son más evitativos. Y precisamente el celular es una herramienta que les permite evitarse, no conectar con lo que les pasa. También se combina con que son más inmaduros emocionalmente y utilizan los videojuegos para continuar alojados en ese lugar de niños, para evadir las responsabilidades.
-¿Y en las mujeres?
-A las mujeres se les juegan más cuestiones de autoestima a través de las redes. Prevalecen mayormente los sentimientos de envidia y la competencia con otras mujeres, que lleva a una búsqueda constante de aprobación externa.
-¿Aprobación externa en forma de likes?
-Sí. Hace poco Instagram incluyó una opción para no visualizar los likes. Hoy, todo se negocia por un like. La pregunta es: ¿cuál es el límite?
*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.
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Agustín Gómez Sanz: “La Revista Lazer era internet sin internet”
El primer redactor de la mítica revista de cómics y anime argentina habla sobre el legado que dejó la publicación respecto del humor y la cultura japonesa.

En julio de 1997, Leandro Oberto y Pablo Ruiz, fundadores de la editorial Ivrea, sacaron a la luz la Revista Lazer. La publicación tenía características que la diferenciaban del resto, como por ejemplo, su lenguaje coloquial muy marcado, su humor y, más adelante, el correo de lectores en el que se mantenía una conversación con quienes enviaban sus cartas a la editorial.
A los pocos números de salida Agustín Gómez Sanz es contactado por Leandro para que, en principio, sea colaborador. Este llamado lo convirtió en uno de los primeros redactores de la revista hasta el año 2006, tres años antes del cierre de la publicación. A su vez, esto desembocó en su temprano ingreso a Ivrea donde se encargó de traducir múltiples mangas al español.
-¿Cómo fue el momento en el que pasaste de escribir un artículo a ser redactor de la revista?
-Leandro necesitaba información sobre los nombres de los personajes de Sailor Moon. Él sabía de mis conocimientos en japonés por lo que me pidió si podía escribir un pequeño apartado. Al siguiente número me pidió dos notas y para el próximo ya escribíamos la revista mitad y mitad.
-¿Era muy difícil conseguir información sobre un producto tan lejano?
-El acceso a la información era muy restringido y esporádico. No había internet prácticamente y la que había era muy lenta. Incluso Windows a veces no sabía cómo interpretar el japonés en las páginas web. Justamente la falta de información sobre el idioma fue el motivo por el cual yo pude entrar.
-¿En qué se basaban para elegir los temas?
-Tratábamos de estar al tanto de qué se iba a publicar, qué era lo próximo a salir. Había muy pocos estrenos pero teníamos relación con los canales que iban a emitir las cosas. La idea de que alguien pudiera ver una serie completa de punta a punta en ese entonces era muy extraño así que nos encargabamos de brindar las guías de capítulos.
-¿Y la elección de los especiales en qué se basaba?
-La idea de los especiales surge porque las notas primero se hacían de a pedazos. Llegabas a contar la información que había hasta el momento que escribías pero con el paso del tiempo quedaba obsoleto y había que hacer una nota más del tema. Nos dimos cuenta que podíamos compaginar todo en una revista especial. Al principio surgió como un rejunte. Después fue más hacer una enciclopedia que incluya todo lo referido hasta el momento.
-Dentro del humor que manejaba la revista se usaban muchas imágenes con texto simple, ¿podrían considerarse los primeros memes?
-Yo me fui haciendo cargo de la parte humorística de la revista. Contaba con una carpeta que tenía millones de imágenes sobre Japón entonces surgió la idea de crear una sección que sea la imagen con un epígrafe y se empezaron a dar chistes recurrentes. No creo que sean los primeros memes pero si es un poco lo que hoy es el lenguaje de internet.
-¿De dónde surge el característico lenguaje coloquial que usaban en la revista?
-Era una decisión editorial muy fuerte. Una regla que habíamos marcado para todos los redactores junto con el no hablar en primera persona. La idea era hacer una nota objetiva, sin decir qué te gusta y qué no, como si te la estuviera contando un amigo.
-¿Sentís que la revista influyó en el crecimiento de la cultura japonesa en el país?
-Todos los que formamos Lazer estábamos ubicados en un momento específico y preciso que generó que la Lazer sea internet sin internet. Servimos para dar a conocer y masificar, pero no podemos decir que el crecimiento fue por lo que nosotros hicimos. Quizás si no estaba la Lazer pasaba igual. Fue más una sincronía que una causa y efecto. Es innegable que hubo una explosión de la cultura japonesa; y si ayudamos a que eso pasara, fantástico. Pero no somos una de las razones por las que eso sucedió.
-¿Llegaron a tener impacto fuera de Argentina?
-Llegaban cartas tanto de acá como de otros países de Latinoamérica. Nos planteamos cómo sería publicarla afuera, pero lo que hacía especial a la revista era esa personalidad que uno sentía que conocía a la persona con la que estaba hablando. Si la publicabamos afuera había que hacerlo con gente local que diera justamente esa localidad.
Primera edición de la Revista Lazer del 7 de julio de 1997.
-¿Cómo era el proceso para elegir qué cartas de lectores se publicaban?
-Leandro recibía las cartas y se fijaba qué podía funcionar más en el “Correo de lectores”. La idea era que se dé una conversación. No se censuraba nada. Se buscaba qué era lo más interesante que podía surgir tanto por la carta recibida como por la respuesta que se le pudiera dar en la revista.
-¿Cómo lograron sobrevivir a la crisis del 2001?
-Para Lazer no fue un problema en el sentido de que la información seguía estando disponible mientras hubiera fondos. Gracias a que Ivrea publicaba mangas en España podíamos seguir editando sin problemas acá y, además, la revista en ese entonces tenía un éxito bastante grande.
-¿Influyó la censura que solían recibir los animes en la televisión a la hora de informar sobre los mismos?
-Nosotros mostrábamos lo que no se mostraba en la televisión. Era una forma de mostrar la diferencia cultural, el mostrar que allá se veían cosas que acá la gente se volvía loca por tapar u ocultar y no pasaba nada. Era mostrar cuál era el producto original.
-¿Llegaron a tener problemas por derechos de autor o por licencias?
-En esa época se podía publicar mientras dijéramos que los derechos eran reservados e indicar a quién le pertenecían. Podíamos movernos un poco más sueltos siempre y cuando este ese disclaimer en los créditos dando a entender a quien correspondían las imágenes pero no, no se pagaban derechos.
-Si la revista Lazer se publicará hoy, ¿qué crees que sería diferente y que podría mantenerse igual?
-Nada podría ser lo mismo, hacerla de igual manera hoy no tendría sentido. Todos los temas que nosotros tratábamos de volver mainstream son el mainstream de hoy en día. El problema ya no sería la información sino cómo presentarla y qué información elegimos contar.
La información es tanta hoy en día que dejó de ser lo importante. El juego hoy está en crear un contexto. Conectar y explicar las referencias que contextualizan. La información está en todos lados, darle contexto sería el servicio hoy en día. Habría que darle una vuelta de rosca a los datos que ya existen dando vueltas.
*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.
Además en ETER DIGITAL:
Gacha adictos: ludopatía e inmersión de los jóvenes en juegos online