CULTURA
El hajichi: más que un tatuaje, un símbolo de identidad

En el extremo sur de Japón se encuentra una pequeña isla subtropical: Okinawa. Si bien es una prefectura de Japón, tiene una historia y cultura totalmente opuesta.
Cuando los japoneses colonizaron la isla en el siglo XIX, una parte de su cultura fue reprimida, y por lo tanto, se fue perdiendo con el paso del tiempo.
El hajichi, un tatuaje que solían hacerse las mujeres isleñas, había sido silenciado por muchos años.
Hay muchas versiones de los motivos de la realización de estos tatuajes, pero principalmente se cree que era para marcar la transición de la adolescencia a la madurez, para demostrar que estaban casadas, para asegurarse una vida tranquila después de la muerte y sobre todo, para que no las expulsaran de su país natal y se las llevaran a Yamato (Japón).
En la actualidad, las nuevas generaciones de descendientes de Okinawa, sobre todo mujeres, comenzaron a revitalizar estos tatuajes con un nuevo significado.
Introducción al hajichi: una historia, una conquista y la prohibición
Sobre la historia del hajichi no se puede hablar con total certeza. La poca documentación que se logró conservar, se debe al registro de comerciantes, viajeros, algunos libros que se realizaron a partir de encuestas y sobre todo, las que se obtuvieron por el recuerdo de los isleños que se fueron transmitiendo de generación en generación.
A partir de estos registros, se cree que el hajichi existía desde el siglo XVI y formaba parte de la cultura del Reino de Ryukyu (S.XV-XIX), un conjunto de islas de la cual Okinawa formaba parte. Estos tatuajes se realizaban únicamente entre las mujeres y la razón de esta exclusividad se basa en un mito: “Se cree que el origen del hajichi, empezó con las sacerdotisas del reino Ryukyu, las cuales eran solamente mujeres”, manifestó Karina. “Los hajichi están entrelazados con la posición especial de la mujer en la sociedad ryukyuana como poseedora del poder de la comunicación y el contacto espiritual”, señaló Miwa Higa, tercera generación uchinanchu-brasileña y licenciada en Ciencias Sociales por la Universidad Federal de San Pablo (UNIFESP).
Los diseños eran muy diversos ya que dependían de la zona en que residían y del estatus social. Mientras la clase alta solía tatuarse con diseños más delicados y finos, la clase baja tenía patrones más gruesos y de mayor tamaño. Sin embargo, era una práctica extendida independientemente de su condición.
Cuando Japón invadió el Reino de Ryukyu en el siglo XIX, comenzó un proceso de implementación de políticas que buscaron privar a los ryukyuanos de sus costumbres y su cultura, con el objetivo de lograr una nacionalización japonesa en su nuevo territorio.
“El hajichi se prohibió en 1899. A partir de entonces, se prohibieron las costumbres consideradas «bárbaras», y no sólo en Okinawa, sino también en otras partes de Japón. Se prohibieron las lenguas ryukyu y otras costumbres como los peinados y la espiritualidad (chamanismo)”, detalló Karina Satomi Matsumoto nacida en San Pablo, Brasil, tercera generación okinawense, quien tiene un blog (“Okinawando”) en donde se detiene a escribir sobre la historia de Okinawa.
Lentamente, la práctica de este tatuaje comenzó a disminuir, representando un acto de vergüenza. Algunas mujeres fueron obligadas a divorciarse de sus maridos y en casos más extremos, para borrarlos, muchas de ellas se quemaban la piel con ácido clorhídrico. Esta mirada despectiva se mantuvo por muchos años y por los mismos ryukyuanos.
Algunos diseños de los hajichi
La reconstrucción
La mayoría de estas nuevas generaciones que comenzaron a indagar sobre estos temas, descubrieron que al menos, algún antepasado suyo tenía estos tatuajes.
Karina Satomi, tuvo su primer acercamiento con el hajichi en 2001, a los 12 años. Desde allí, su interés se fue intensificando: “En 2013, cuando fui a estudiar a Okinawa, compré algunos libros sobre el hajichi, pero aún no era un tema tan popular entre los jóvenes”, mencionó.
Luego de estar dos años en la isla, cuando regresó a Brasil acudió a un álbum de fotos de su abuela, álbum que vió varias veces, pero que por primera vez pudo ver con otros ojos: “Nunca me había dado cuenta de que mi tatarabuela tenía hajichi”, comentó.
Foto de la familia Yagi: tatarabuela de Karina S. Matsumoto con hajichi
Hiromi Toma, vive en Osasco, Brasil y fundó el colectivo “Hajichaa” en 2022: “El colectivo está conformado por todas las hajichaa (tatuadoras) del mundo que están rescatando el hajichi”. Su objetivo es reunir e intercambiar datos entre las integrantes para “ir rellenando la laguna vacía de información”.
El resurgimiento del hajichi implicó la conexión de mujeres de todo el mundo: Moeko Heshiki en Okinawa; Mona Maruyama en Filadelfia, EEUU; Erin Nagamine en Honolulu, Hawai; Kiki Nakasone en Vancouver, Canadá; Miwa, Hitomi y Satomi de Brasil; entre otras hajichaa del mundo.
Integrantes del colectivo “Hajichaa”
Sobre la técnica que se emplea para tatuar en la actualidad, mencionó: “En el hajichi se aplica la práctica handpoke, que fue utilizada por mucha gente y no era exclusiva de las Ryukyus. En los últimos años, se ha vuelto a implementar por muchos tatuadores para crear distintos tipos de diseños, incluso contemporáneos”. Hiromi decidió seguir con la tradición y usa este sistema para hacer los hajichis.
“Se perdió la corriente de los hajichaa, y las nuevas generaciones de tatuadoras no tuvimos los conocimientos originarios. Por lo tanto, se está realizando una recreación del hajichaa, porque muchas de las cosas que hacemos, son reinterpretaciones”, explicó Hiromi.
La mayoría de las tatuadoras son tercera generación, por lo tanto, no saben hablar el uchinaguchi (dialecto okinawense) y no tienen mayor conocimiento de las tradiciones. Solamente, aquellas que fueron transmitidas por sus ancestros.
“Es por eso que su recuperación es colectiva. La restauración del hajichi es un trabajo en conjunto, con la recolección de información de muchas personas”, especificó.
Una sesión de tatuaje requiere de todo un procedimiento que busca conectar a la persona con su hajichi elegido: “Generalmente se presentan con un símbolo ya decidido. Por ejemplo, algunas se tatúan los diseños que tenían sus tatarabuelas. De todas formas, tengo libros con los símbolos y la historia de cada uno de ellos”.
Antes de arrancar la sesión, Hiromi suele hablarles de su significado: “Para mi es muy importante ser el puente de información entre la persona y el significado de su hajichi”.
La resignificación
“El hajichi es un movimiento para resignificar tradiciones que han sido silenciadas y oprimidas. Además, ha ayudado a muchas jóvenes a buscar sus orígenes y a devolver a las mujeres uchinanchu a la historia, a la memoria y al presente y a construir cosas mejores para nuestro futuro”, expresó Miwa sobre el resurgimiento de los tatuajes.
“Cada tradición se inventa. Si una tradición llega hasta nosotros, es porque tiene sentido para quienes la viven. Y para que tenga sentido, sus significados deben inventarse y reinventarse constantemente”,señaló Higa.
Si bien el hajichi comenzó teniendo un significado relacionado con el pase de la adolescencia a la adultez, el valor que tiene en la actualidad es diferente: “Es una forma de reafirmar y reivindicar nuestra cultura y mostrar que ella no es algo estático, sino que está en movimiento y transformación”, indicó Satomi.
Estas mujeres buscan difundir el hajichi, y con ella, homenajear a sus ancestros, a su lucha para mantener su cultura. Para demostrar y reafirmar el sentido de pertenencia, el de ser uchinanchu (okinawense).
“Yo digo que mi hajichi simboliza lo que significa ser un uchinanchu: una marca que nunca se borrará. Aunque algún día ya no me guste el hajichi o me arrepienta, es algo que nunca me abandonará, no se puede cambiar, al igual que mi identidad uchinanchu”, finalizó Satomi.