Estuvo en el ojo de la tormenta durante el juicio político a Aníbal Ibarra. Después de años, la exlegisladora porteña cuenta cómo fue la trama que terminó con la destitución y el rol que cumplió Mauricio Macri en ese hecho. “No me arrepiento de nada”, asegura.
El 30 de diciembre del 2004 ocurrió un hecho trágico pero canónico en la línea de tiempo del país: el incendio de Cromañón. Hubo que buscar a los responsables y hacerlos cargo de sus acciones. La exlegisladora porteña Florencia Polimeni fue una figura clave: el suyo fue uno de los dos votos decisivos que pusieron fin al mandato del entonces jefe de gobierno, Aníbal Ibarra. Hace años que no hablaba de ese hecho y decidió hacerlo con ETER Digital.
De aquellos días en que estuvo en el ojo de la tormenta, recordó aspectos de la trama que tejió Mauricio Macri para hacer caer a Ibarra, por entonces figura indiscutible del progresismo porteño, y contó también la forma en que el expresidente Raúl Alfonsín la “apretó” para que no apoyara la destitución.
-¿Dónde estabas cuando pasó lo de Cromañon y cómo te enteraste?
–¿Sabés que no me acuerdo? Antes que nada te quiero decir que es la primera vez que yo hablo de este tema en mucho tiempo. Para mí es un tema súper traumático. Me iba a sentar a revisar mis documentos antes de venir y no pude hacerlo. Es muy movilizante, entonces por ahí pasa durante la entrevista que… Porque fue muy fuerte para muchos de los que estuvimos involucrados pero debo tener algunas lagunas. La noche de Cromañón es probable que estuviera en Lobos, en el campo preparándome para el festejo de Año Nuevo.
-Te enteraste en las noticias, como todos.
-Sí, sí, sí. Fue escalofriante. De hecho, recuerdo la desesperación de pensar ¿qué hacemos?, ¿cómo ayudar?, ¿adónde vamos? Fue la primera sensación que tuve.
-¿Te acordás de cómo fueron los primeros llamados entre los legisladores?
-Sí. Desde el minuto uno empezamos a ver que el gobierno porteño no reaccionaba. Nadie nos atendía los teléfonos. En esas situaciones hay que ser muy disciplinado para la reacción, porque hay todos protocolos, ¿no? Entonces empezamos a llamarnos entre nosotros, “¿qué está pasando?” Lo que veíamos en la tele era un caos. Había que tener información y cada vez que preguntábamos al gobierno qué estaba pasando, había un silencio absoluto. Estaba todo blindado. No había ningún tipo de comunicación con el Poder Legislativo de la ciudad. Estaban blindados frente a la prensa y el jefe de gobierno no aparecía.
-¿Dónde estaba Ibarra?
-Hay una parte de la información que yo sé de primera mano por ser testigo en los medios de comunicación de lo que estaba pasando, y hay otra parte que la sé por haber leído fojas y fojas taquigráficas de testigos que participaron en la reunión en la que él estaba. No apareció en el lugar, no le dio instrucciones a nadie, no destinó fondos de emergencia para poder resolver lo que estaba pasando ni fue él en persona (al boliche de Once). Porque a veces, en esas situaciones, vos necesitás que la autoridad máxima esté dando instrucciones de manera directa para poder resolver rápido. No tenía un equipo de crisis armado, nada. Lo único que estaba haciendo era estar encerrado en una oficina viendo de qué manera protegerse políticamente del impacto de lo que había sucedido.
-¿Hubo consenso entre opositores para organizarse rápidamente o se fue armando de a poco?
–Lo que recuerdo es que fue muy desordenado, porque aparte yo no me reconocía a mí misma como opositora de Ibarra. Él no era un candidato al que yo lo tuviera particular encono. Era un tipo proveniente del progresismo. Yo en la universidad había militado en la Alianza. O sea, terminé en ese espacio político por un montón de situaciones de la política argentina que no tenían necesariamente que ver con que a mí Ibarra me cayera mal
-Para ese momento vos ya estabas afuera del bloque del PRO y habías creado tu monobloque “Guardapolvos Blancos” ¿no?
-Sí, yo me enojé mucho con el macrismo porque Macri venía… En ese momento no existía el partido, todavía estaba constituyéndose. Macri supuestamente venía, comillas, comillas, “a poner a la política, no a llevarse de la política” porque era una persona rica e iba a
hacer las cosas de manera más pública, más ordenada. Pero sin embargo terminó haciendo más de lo mismo: Robando él y todos sus funcionarios. O sea, es un bloque que, salvo algunas personas con las que yo tengo una afinidad personal y que quiero y respeto, está muy lejos de ser gente respetuosa por las instituciones y de una ética republicana respetable, ¿no?
-¿Cómo avanzó la trama?
En un momento la situación ya era estalinista. Me empecé a decir: “Esto es raro”. O sea, ya te moviste para el culo, ¿qué te puede pasar, que te equivoques? Puede pasar. Bueno, disculpate, explicá y decí que pasó. Ahora, cuando empezaste a ocultar la información, esconder carpetas, no querés responder las preguntas y encima te colocas en el lugar de víctima acusando a los demás en vez de hacerte responsable de la parte que sí te toca, ahí, ya en ese momento, se nos encendieron todas las alertas.
-¿Entonces?
-Empezamos a agarrar los informes de auditoría, a buscar información y lo que se veía era escalofriante. En paralelo la política, la corporación, se arremangó y empezó a hacer de las suyas ¿entendés?
-¿Cómo son esas maniobras?
–Todo el mundo, todo el tiempo tratando de ver cómo sacar ventaja de la situación. Cómo poder cargarse la mayor cantidad posible de gente y, obviamente, muy poca gente preocupada por el tema de fondo. A su vez, estaban las “espadas” de Macri y las “espadas” de Ibarra ocupándose de llevar agua para su propio molino. Había algunos diputados muy comprometidos con la investigación pero todo se empezó a poner maniqueo: eras el defensor de la democracia o el golpista.
-Sobre eso hay dos hechos puntuales que fueron notorios. Primero: la frase del juez Julio Maier que te dice: “Cuide lo que lleva en su vientre, que sí es importante”. Al momento de la votación llevabas siete meses de embarazo. Y segundo, que el fiscal Julio Strassera te acusara de “fascista”. Imagino que fue un golpe duro.
-Ay, me lo decís y mirá (muestra su brazo con evidente “piel de gallina”). A mí me costó muchos años darme cuenta el nivel de violencia que he recibido durante todo ese proceso como mujer, y mujer gestante. Es algo que todavía no tengo problematizado y me cuesta asimilar. Me había olvidado completamente de esa frase. (Se emociona) Por ahí me conmuevo, me pongo a llorar un rato pero es un proceso que necesito atravesar y lo tengo que atravesar por mí y por un montón de compañeras, camaradas o como les quiera llamar que viven todos los días situaciones como estas y que por ahí no tienen la fuerza ni el respaldo para poder hacerlo.
-Volvamos al proceso de destitución ¿te acordás cómo se conformó eso?
-Después del papel penoso que da Ibarra cuando le hacemos la interpelación, empezó a gestarse el juicio político (…) Más allá de la responsabilidad penal que tenían los autores materiales del hecho, había una responsabilidad política y el juicio político es una herramienta que está pensada para que la persona que no cumple con sus obligaciones sea responsable. Como persona que cree en la república y en las instituciones, cuando una figura constitucional existe, existe para ser usada y existe centralmente para cuidar las instituciones.
-La pregunta sería “cómo” se usa.
-A ver, un montón de gente en la Argentina comete ilícitos y pasa por la política no cumpliendo con lo que los cargos demandan. La política hace “vista gorda” y eso ha generado un desgaste de las instituciones tal que nos trajo hasta acá, donde todo el mundo cree que el Estado está para robar y para perseguir privilegios.
-¿Del gobierno nacional con Néstor Kirchner como presidente había alineamiento con Ibarra?
-Tené en cuenta que estaban arrancando recién. Estaba involucrada la hermana de Ibarra, Vilma. Dicho mal y pronto, “estaba hasta las pelotas la hermana”, y desde Nación a ella la blindaron. En ese momento estaba Alberto (Fernández) que era pareja de ella. El Gobierno sabía que si Aníbal se comía el costo que merecía por esta situación, eso de alguna manera le podía impactar. De cualquier manera creo que tomaron más distancia de lo que hubieran tomado en otro esquema. Fueron más cautelosos.
-Por esos días también tuviste una reunión con Raúl Alfonsin…
-[Interrumpe] No tuve una reunión. Me llamó por teléfono para apretarme de frente, mal. Yo me formé leyendo sus libros, militando en sus filas. Así que, imaginate, si el mayor demócrata tenía esta convicción, ese nivel de distorsión que existía en la clase política… Después me di cuenta de que él no lo había hecho con mala intención. Simplemente era la manera en la que él había aprendido.
-¿Recordás cómo fue el diálogo?
-Nunca había recibido un llamado telefónico de él. Me llamó y me dijo: “Hola, Florencia. Entiendo que sabés la gravedad de este asunto y lo que hay en juego”. Yo le contesto: “¿Usted sabe cuál es la gravedad de este asunto?, ¿usted leyó las fojas del expediente?” Me respondió: “No necesito leerlo para saber de qué lado hay que estar”. Entonces ahí le digo: “Usted está equivocado. Con todo lo que le respeto, creo que está equivocado, que sí debería leerlo. Estoy investigando el expediente. Nosotros necesitamos de verdad llegar al fondo de esta cuestión y saber si él sabía o no de la existencia de esta red de corrupción y por qué él tomó la decisión de no cuidar, de no armar esa red de contención”. Me dijo: “Bueno, haga lo que le dicte su conciencia”. Lo último que le comuniqué fue: “No tenga dudas, doctor, que lo voy a hacer”.
-¿Siempre tuviste la decisión tomada?
-No, no la tenía. Leyendo el discurso mío de la interpelación en el que le digo a Aníbal que es Dorian Gray, tomé conciencia de que ahí yo estaba muy enojada con él. Pero hice un esfuerzo muy grande por tomar perspectiva de lo que estaba pasando.
-¿O sea que hasta el último día no sabías cuál iba a ser tu voto?
-Es cierto que hicieron mucho mérito de los dos lados para que yo me enojara. He recibido, no solamente la “apreciación” de Raúl (Alfonsín), sino también ofertas de todo tipo y color. De los dos lados, indistintamente. Por ahí es más grave la del Estado que por parte de la oposición. Pero lo que quieras. Lo que se te ocurra, con estas palabras: me mandaron a por lo menos seis personas distintas de los dos espacios para ver si me podían comprar.
-¿Cómo fueron los días posteriores a la votación?
-Yo voté y me fui en ambulancia por un pico de presión. Me tomé un avión y fui a Mendoza, al campo, a la casa de un amigo. Tirada, panza arriba tratando de limpiarme el corazón y el cuerpo de lo que había pasado. Estuve hasta que terminé mi licencia de maternidad sin volver a tocar nada. Quedé devastada. Para mí fue algo que me marcó la vida. Fue un antes y un después. Y algo de lo que puedo hablar con muy poca gente.
-Me resulta muy llamativo el hecho de usar herramientas institucionales para un ecosistema tan viciado.
-Sí, es verdad pero yo sigo creyendo en la política. Y sigo creyendo en los partidos políticos, en las instituciones, a pesar de todo eso.
Si no es eso, es el autoritarismo. Si no es eso, es el mercado; “el vale todo”. Y yo no creo que esas sean las soluciones. Entonces yo sigo creyendo que el Estado es la solución. Sigo creyendo que las instituciones son la solución y sigo creyendo que los partidos políticos son las herramientas para poder acceder al poder.
-Las últimas: veinte años después, ¿te arrepentís de algo?
-No me arrepiento de nada. Lo que hice es exactamente lo que volvería a hacer. Quedé tranquila con mi conciencia de que hice todo. Y viendo la Argentina de hoy, lo volvería a hacer más que nunca porque si hubiéramos hecho eso muchas veces yo estoy segura de que no estaríamos en la situación que estamos. Porque existiría una ética en la política. Cosa que hoy no hay. No hay costo alguno. Uno puede hacer cualquier cosa y no hay daño.
-¿Sentís que Cromañón sirvió para algo, aunque sea para que no vuelva a pasar?
-Me cuesta pensar las tragedias en términos de utilidad. Sí creo que todo lo que nos pasa en la vida nos viene a enseñar algo. Desde mi perspectiva, le debo a Cromañón haber entendido la lógica del poder a una edad muy temprana y que eso me permitiera tomar decisiones muy sabias que por ahí me hubieran llevado 20 años más en mi vida. Y le debo a Cromañón haberme hecho sentir que había cumplido con mi servicio público de manera honorable. Pero como te decía, la historia es una maestra que tiene pocos alumnos y el Estado no se ocupa de mantener esa memoria viva. Cada vez siento que se pone más laxo y me da miedo eso. Me parece que es muy importante que las nuevas generaciones se sientan cuidadas por el Estado, sin que eso implique que no puedan festejar ni vivir la cultura. Pero que sientan que hay una estructura que los va a cuidar.
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