Martina Flores es una joven de 24 años apasionada por la lectura. Vive en Caballito y siempre que puede sale con un libro al Parque Rivadavia a pasear a Rufina, su perra de raza bulldog francesa. Eligió ese nombre para su mascota en referencia a un personaje del libro ‘Las Primas’ de Aurora Venturini, publicado en 2007.
Su rutina antes de dormir siempre es la misma. Se prepara un té de frutos rojos, se sienta en su cama, prende la lámpara de la mesita de luz y agarra su lectura del momento, “Los Suicidas del Fin del Mundo” de Leila Guerriero. Lee hasta que se le empiezan a cerrar los ojos y deja el libro. Antes de acomodarse en su cama a descansar, le gusta scrollear en sus redes sociales.
Lo que parecía ser una noche que no escapaba de la rutina, cambió por una publicación en su feed de Instagram. Un nuevo libro de Guerriero había salido a la venta. Esa vez, se fue a dormir mientras pensaba en que le encantaría comprarlo, pero en las librerías de la ciudad el costo de uno nuevo no bajaba de los $25.000.
Según datos de septiembre del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), la variación de precios en libros y artículos de papelería respecto al mismo mes de 2023 es de más del 200% en la provincia de Buenos Aires. Por lo que es lógico que para lectores como Martina resulte difícil acceder a ejemplares con aroma a recién impreso.
La odisea de leer
“El genio se descubre en la fortuna adversa; en la prosperidad se oculta”, es una reflexión del poeta griego Homero en su obra “La Odisea” sobre cómo las habilidades y virtudes humanas suelen revelarse en tiempos difíciles. Esta mentalidad, que enfatiza la creatividad y la adaptabilidad en situaciones difíciles, refleja la capacidad del argentino para encontrar soluciones ingeniosas ante la adversidad económica. La cultura no escapa a este pensamiento tan identitario.
Florencia Savarino conoce de primera mano lo difícil que es comprar libros actualmente. Hace poco terminó de armar una biblioteca de cuatro metros de ancho repleta con libros de poesía nacional en el living de su casa. A los dieciséis años descubrió a la escritora Alejandra Pizarnik y a partir de ese momento dedicó su vida a la literatura. Desde ese amor a primera vista pasaron 21 años. Ahora es licenciada en Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y asegura que “las ferias de libros barriales representan la resistencia cultural”.
En comunicación con Arde Producciones, cuenta que sus primeros libros los consiguió en un centro cultural y que eran ediciones muy económicas. No es ninguna coincidencia que los primeros escritores que leyó sean de nuestro suelo. Años más tarde, fundó la comunidad @LeerArgentinos en Instagram donde, a partir de compartir reseñas y dar talleres de lectura, cosechó más de 28 mil seguidores en su cuenta y ayudó a que muchas personas descubran la literatura.
La enseñanza siempre fue parte de la esencia de Florencia. Por eso le surgió de manera natural la creación de su grupo lector en Instagram. “Hace un año mi mamá no leía, pero le regalé ‘La Azotea’ de Fernanda Trías y eso cambió -recuerda orgullosa uno de sus mayores logros- desde ahí, todas las veces que nos vemos, le llevo un libro nuevo”. Así como la convenció de adentrarse en el mundo literario, lo hace con cientos de seguidores que consumen su contenido y asisten a sus cursos.
La pluma detrás de la literatura argentina, reconocida en toda Latinoamérica, es incongruente con las dificultades de acceso a los libros que existen en el país. “Cuando empecé con la cuenta en 2018 las personas que me seguían compraban 10 libros nuevos por mes, hoy en día no pueden comprar ni uno”, reflexiona sobre la situación actual.
La ciudad y los libros
En medio de un contexto económico adverso, la cultura del rebusque se volvió un salvavidas para muchos. Lo es así también para los apasionados por la lectura. En la Ciudad de Buenos Aires, espacios como el Parque Centenario se convirtieron en auténticos refugios para los amantes de los libros. Ahí, entre árboles altos con copas tupidas, numerosas clases de zumba al aire libre, el murmullo de las conversaciones en los bancos verdes y ladridos juguetones, se pueden encontrar libros usados a precios que desafían las tarifas de las librerías a casi la mitad de su costo original.
El Parque Rivadavia tiene un sector repleto de puestos para la venta de ejemplares. Cada fin de semana, el pulmón verde de Caballito no solo se llena de gente que quiere disfrutar de la naturaleza, sino también de libreros. “Muchos compradores traen listas largas y yo les voy diciendo qué libros tengo y cuáles no”, explica Dario sobre una de las actividades que suele desempeñar como vendedor.
Los alrededores del monumento porteño dedicado al libertador Simón Bolivar se transforman en un punto de encuentro donde los lectores descubren tanto joyas literarias como también historias que cobran vida en cada página. “No vengo a buscar ningún libro en particular, voy a ver con qué me encuentro”, dice Ramiro, un jóven lector de 18 años que busca sorprenderse con lo que los puestos tengan para ofrecer.
A cien pasos del parque se encuentra la otra cara de la venta de libros. Yenny, el ateneo, con sus estanterías bien ordenadas y el aroma a papel nuevo, ofrece el bestseller ‘Romper el círculo’ de Colleen Hoover a más de $30.000. En contraste, en los puestos del Rivadavia se puede conseguir usado, en perfecto estado y a la mitad de precio. Nahuel, un estudiante de Comunicación asegura: “Compro muy pocas veces en librerías oficiales, más que nada libros nuevos que son difíciles de conseguir”. Además, resalta que la mayoría de las veces trata de buscar ofertas o comprar libros de segunda mano en buen estado.
¿Cuánto cuesta producir un libro en Argentina hoy?
En el mundo editorial, el proceso de producción de un libro puede parecer accesible en términos de costos, pero la realidad se complica cuando se trata de su distribución. Ariel Yammal, dueño de la editorial cordobesa Yammal Producciones, que lleva 30 años en el rubro, explica que, aunque la “fabricación física de un libro representa sólo una quinta parte del precio total, la logística para llevarlo al consumidor es un desafío”.
La cadena de distribución tradicional incluye varios actores: la editorial, el distribuidor y la librería. Cada instancia agrega su propio margen a la tarifa final. Este extenso canal puede encarecer el precio del libro, dificultando su acceso para el lector común. Sin embargo, “la llegada de las tiendas virtuales cambió este panorama”, cuenta el editor. Muchas editoriales ahora optan por vender directamente al público para acortar el proceso y reducir costos.
En contraposición a su experiencia, la Cámara Argentina del Libro asegura que la materia prima -que incluye papel y tintas- ahora representa más del 50% del valor total de un libro. Históricamente su participación se mantenía entre el 30 y el 35%. Los costos de producción de materiales superaron el esfuerzo de autores, editores y diseñadores.
Pero hay un factor que no se puede ignorar: la inflación. Yammal enfatiza que este elemento influye directamente en la formación de precios. En un contexto inflacionario, con más del 200% interanual respecto a octubre de 2023, los costos que enfrenta la editorial aumentan, lo que a su vez lleva a actualizar los montos.
A esta complejidad se suma la situación en la que se encuentran los autores. Aunque el porcentaje de regalías por derechos de autor se mantiene constante, el experto en el ámbito dice que “la disminución en la venta de libros provoca que los escritores cobren menos”. Al venderse una menor cantidad de ejemplares, sus ingresos se ven directamente afectados.
Así, aunque producir un libro no sea caro en sí mismo, la manera en que se distribuye, el costo del papel, el contexto económico en el que opera la industria y la circunstancias de los autores son cruciales para entender los aumentos. La dinámica de la inflación distorsiona no sólo los precios de venta, sino también los costos que los editores deben afrontar, así como los ingresos de los escritores. Todo esto demuestra la importancia de encontrar un equilibrio para garantizar que las obras lleguen a las manos de los lectores.
Crónica de un libro intercambiado
“Ninguno de nosotros pudo seguir viviendo sin saber”. Esta cita representa un momento clave de la novela “Crónica de una Muerte Anunciada”, una de las obras más reconocidas a nivel mundial del escritor Gabriel García Marquez. Esta búsqueda compartida de respuestas, de encontrar sentido en la lectura, es algo que también se cultiva en los talleres literarios.
Estos espacios abren las puertas a la lectura en comunidad. Se habla de autores, de temáticas, se analizan los libros. Florencia, de @LeerArgentinos, asegura: “El libro está muerto y empieza a tener vida a partir de la circulación en el espacio cultural“. Para ella no es tabú subrayar ni anotar un libro. Ahí es donde realmente vive la literatura.
Además de estas alternativas, existen propuestas virtuales que buscan conectar a los lectores. El proyecto “Pila de Libros”, apodado el “Tinder literario”, permite a los usuarios intercambiar libros de manera sencilla y accesible. Crea un espacio donde cada match literario fluye tan rápido como en una app de citas. Incluso, hay historias de encuentros inesperados, en los que descubrieron más que una buena lectura. El intercambio de libros también da lugar a amoríos.
Así, en medio de la crisis, la comunidad lectora encuentra formas creativas de disfrutar las historias. La necesidad se convierte en una oportunidad para compartir y toparse con nuevas lecturas.
La ‘Librería en Urano’ (@soylibrera), por ejemplo, convierte cada libro en una experiencia circular. Se compra un ejemplar, se lee y, si se decide que ya no tiene un lugar en el estante, se lo puede poner en “recirculación” para que otra persona lo disfrute a precio de usado. Solo hay que llenar un formulario y, al ser contactado, el usuario recibe un 30% de descuento para adquirir un nuevo título. Como una biblioteca ambulante, cada historia sigue su rumbo, conectando lectores y permitiendo que las palabras nunca se queden quietas.
La cultura argentina siempre encontró maneras de sobrevivir a la crisis. En una época en que los precios dificultan el acceso a libros, la comunidad lectora demuestra que la literatura sigue viva. Con cada intercambio en el parque, cada match en Pila de Libros y cada biblioteca que abre sus puertas, el acto de leer se convierte en una resistencia cotidiana, un acto de amor y persistencia en medio de la adversidad. Quizás los libros nunca fueron más valiosos que ahora, cada página leída en tiempos difíciles es una coronación de gloria.
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