El dirigente social y comunicador analiza las consecuencias de las políticas del presidente Javier Milei en las villas.
Alejandro “Pitu” Salvatierra es referente villero de Ciudad Oculta, en el barrio porteño de Mataderos. Como militante, coordina el Instituto Villero de Formación, que agrupa cooperativas, escuelas para adultos y un comedor que atiende a 600 personas. Su historia de vida y el día a día con los vecinos del barrio le conceden una mirada de la realidad mucho más exacta que cualquier focus group.
-¿Qué notás que haya cambiado en el país desde que arrancó el mandato del presidente Javier Milei?
-Me parece que la situación es muy compleja, está destruyendo los sectores populares y la clase media. En las villas se empieza a ver una cosa muy parecida a los años ‘90, con la violencia como medio de resolución de los conflictos, en gran parte por la impotencia de no poder resolver lo básico que es la comida. Estamos en un momento en el cual si no podemos parar la olla deja de importar si el piso está sucio, o si el nene está cagado. Se nota el deterioro en la calidad de vida.
-¿De qué manera se traduce esa impotencia?
-Por supuesto que en mayor delincuencia. Hace poco veíamos un video en el que la Policía detiene a un nene de 13 años por robarle con un cuchillo a una jubilada. Todo mientras el gobierno solo habla de ajuste. En ese marco, no me animo a juzgar a un pibe que ve a su papá llorar de tristeza porque no puede darle de comer a su familia.
-Dentro de ese aumento de la delincuencia, ¿se agudizó el problema narco?
-Cuando se combina retiro del Estado y combate a las organizaciones sociales, se genera una zona liberada. En el barrio, el transa se acercó a las compañeras que tienen el comedor cerrado por la falta de entrega de mercadería, y ofreció los recursos para mantener la olla. Además hay una nueva modalidad de prestamistas. Así como el Fondo Monetario Internacional (FMI) es el último recurso de los países para que les presten plata porque impone condiciones más duras, el narco es el prestamista de última instancia en los barrios.
-¿Cómo son esas condiciones?
-De la misma manera que te condiciona el Fondo. “No me importa que no coma como tu hijo, vos pagame”. Al FMI no le importa si el Estado no tiene presupuesto para la educación. El narco hace lo mismo. Así empiezan a comprar voluntades y a ganarse la complicidad de la sociedad.
-¿Qué finalidad tienen las denuncias de corrupción hechas contra los comedores populares?
-El gobierno tiene un sistema de estigmatización, articulado con los medios de comunicación, para ir reduciendo programas y áreas del Estado. En los barrios empezaron a acusar de ladronas a nuestras compañeras que hace 30 años “paran las ollas”. Estos tipos iniciaron un proceso de demonización sobre estas mujeres e intentaron convertirlas en el monstruo de la villa. Igualmente pudimos desarmar ese discurso por el fuerte vínculo de las cocineras con su comunidad.
-¿Son suficientes las ollas populares para combatir el hambre?
-Nosotros sabemos que el hambre no se resuelve desde un comedor únicamente. Solucionamos el hambre con la construcción de fuentes de trabajo, genuinas y autosustentables, en un contexto que solamente te pueden dar gobiernos populares.
-¿Cuál es el lugar de las organizaciones sociales en esa generación de empleo?
-Para mí, los movimientos sociales necesitamos empezar a darle forma a la Economía Popular. Ese debe ser el eje central de la creación de laburo en los barrios. Veo que el país muestra una incapacidad para generar más de seis millones de puestos de trabajo registrado.
-¿Qué puede aportar la Economía Popular para resolver esa incapacidad?
-Creemos que hay que nutrir a la sociedad de la mayor cantidad de derechos posibles. El monotributo social y el productivo apuntan a eso. Después, tenemos cinco áreas estratégicas de desarrollo: la textil, la construcción, la gastronomía, el reciclado y la economía del cuidado de personas. Estructurando mejor esos ámbitos, vamos a poder avanzar en la adquisición de derechos de los que hoy están excluidos.
-Hace un rato señalabas que esas soluciones solo se pueden dar durante gobiernos populares. ¿Pensás que el último gobierno peronista respondió a las nuevas exigencias?
-Hace años que el peronismo dejó de dar respuesta a esas necesidades. Eso sucedió cuando cambió su sujeto social de militancia. Cambió al trabajador por el consumidor, y benefició principalmente a los monopolios de alimentos e hipermercados. El programa Precios Cuidados vaciaba el consumo en los barrios.
-¿Y en qué situación quedó el peronismo después de la presidencia de Alberto Fernandez?
-Veo que mientras la dirigencia mira los Focus Group y dice, “todavía no salgamos porque hay mucho apoyo social”, la militancia está desorientada. Mis valores me dicen que tengo que salir a pelear por los viejos, por los trabajadores, por los que no comen, y me importa un huevo si a Milei lo apoya el 95% de la sociedad. Es lo que me enseñaron desde el día uno en el que empecé a militar.
-¿Pensás que las clases trabajadoras están subrepresentadas dentro del partido?
-A las clases bajas siempre nos representan. Esta vez, nosotros queremos representar. Me parece que aportamos mucho a la gestión, tenemos una visión más clara de la realidad, de lo concreto. A mí me gustaría decir algunas cosas en ese salón redondo con sillas ocupadas por tipos que nunca pasaron por una avenida de un barrio y sin embargo deciden cómo debe vivir la gente.
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