La historia particular del reconocido guitarrista que supo hacerse un lugar en la historia del rock nacional. Da clases, tiene su proyecto independiente; pero también es el guitarrista de Barro, la banda de heavy metal que tiene como cantante a Ca7riel, y de La Esfinge, grupo de Cristian Castro.
En su departamento del barrio de Constitución, donde vive hace casi 20 años –Constimordor house, como él le dice-, me espera Ignacio “Chowy” Fernández quien vive justo en una esquina gris y turbia del conflictivo barrio porteño. Calle Santiago del Estero al fondo. En la entrada del edificio abundan los grafitis de diversos temas relacionados a la política y también abundan las trabajadoras sexuales que ofrecen sus servicios en ambas esquinas a plena luz del día.
En Constimordor se vive un microclima atípico, muy distinto a cualquier otro sector de la ciudad capital. Chowy aguarda con su guitarra en la mano, sentado en una silla gamer llena de luces de neón rojas y la habitación en penumbras que denota a simple vista un estilo de vida muy distinto al mío, un estilo que anhelaba por conocer.
Al lado de la silla gamer, un viejo puf de madera con la goma espuma medio desarreglada. Ella va a tener la tarea de sostenerme en esta charla que estamos a punto de empezar. Apenas 10 días pasaron desde que Chowy se presentará por primera vez en el Teatro Flores junto a su nueva banda Barro. Un teatro repleto de espectadores lo esperaba junto a Ca7riel, El Montes y Alan, el cuarteto que vino a cambiar el heavy metal en Argentina hoy.
El objetivo de este encuentro era uno: descubrir al artista y el lado humano que se esconde detrás de este talentoso guitarrista nacional de metal, quien está recién empezando a gozar de los frutos de una carrera que se le presentó con altibajos emocionales y con un éxito que tardaba en llegar más allá de su arrolladora actualidad.
La historia de Chowy es de película. Un joven misionero, de familia, que al cumplir la mayoría de edad decide por su propio ingenio la posibilidad de estudiar música en la Capital. “Dios está en todos lados, pero atiende en Buenos Aires”, dice nuestro protagonista a la hora de explicar con sus palabras la centralidad porteña por la que pasan los artistas de nuestro país.
Chowy llegó y se encontró con algo totalmente desconocido: una ciudad reventada por las condiciones políticas y sociales de aquel fatídico año 2000, cuando ya estaba el caldo de cultivo del conocido desenlace de nuestro primer mandatario por aquella época.
Sus inicios en lo académico comenzaron en la EMC (Escuela de Música Contemporánea), conocida como Berklee, por su convenio estudiantil con la famosísima escuela de jazz situada en Boston, Massachussets, Estados Unidos. Allí dio los primeros pasos en la formación de lectura y solfeo en la guitarra, y se rodeó de los mejores profesores y estudiantes del país. Si bien no terminó la carrera -ya que se alejó de los estudios al segundo año-, la experiencia fue enriquecedora e importante para el futuro tanto social como de su carrera.
Entre mates, la charla se tornó más y más interesante, ya que se acercaba a la actualidad y las intenciones eran las de hablar del éxito rotundo que está transitando. Hoy, Chowy es considerado uno de los top five en el ranking de guitarristas nacionales de la actualidad, siendo miembro de la banda Barro y, como si fuera poco, el nuevo guitarrista de la banda La Esfinge del célebre cantante latino, Cristian Castro.
A medida que avanzaba la primera década de este siglo se hacía más y más conocido en el under porteño por sus habilidades como músico, su excelentísima banda Pronoia -que formó con artistas ecuatorianos-, y sus clases individuales y presenciales que enloquecieron a decenas de aspirantes. La esquina turbia de Constitución adquirió fama entre los violeros locales, como se dice en la jerga.
En 2009 fue contactado por el reconocido sitio web Guitar Master Class en donde se ofrecen video de clases cortas de guitarra y bajo brindada por artistas de distintas partes del mundo a la que se pueden acceder mediante una suscripción. Eso catapultó más la atención internacional hacia el artista y llegó en 2010 su primer éxito de marketing: se contactó con la marca de guitarras canadienses Godin para obtener una a cambio de sponsoreo en redes, videos y conciertos en vivo.
Su gatita Leia pulula por el living y se hace rascar el lomo con el borde de la mesa de la computadora. Lo curioso es que, si uno ve la pantalla de la pc, hay un programa de grabación abierto con la guitarra enchufada, siempre dispuesta a ser tocada y grabada para nuevas ideas del artista, como si fuera parte de la casa. Como si ese hogar ya viniera con esos objetos de fábrica.
Con el endorsement de Godin y con un reconocimiento que se hacía sentir, Chowy preparó nuevos discos con Pronoia y, particularmente, sacó dos discos solista instrumentales. Una cosa majestuosa, compleja la que hizo este artista: fusionó metal con rock, con jazz, una mezcla inentendible para un simple mortal. Música para músicos, como le gusta decir a él, pero que en definitiva busca “la felicidad del artista y representar lo que le apasiona del instrumento por sobre todas las cosas como norte a seguir”.
El quiebre viene sin lugar a dudas en 2022. Chowy conoce por medio de un amigo en común a Ca7riel (Catriel Guerreiro), artista de una exitosísima actualidad en el mundo urbano, trap, pop y todo lo que se está escuchando actualmente por la generación joven.
Ca7riel, para sorpresa de muchos, escondía un pasado metalero: era guitarrista de una banda tributo a Pantera y posiblemente sea uno de los músicos más camaleónicos de nuestro territorio. Con él, formaron y crearon Barro, una banda que vino literalmente a cambiar la historia del heavy metal en Argentina con ideas renovadas y frescas.
En muy poco tiempo lograron temas cortos, pero emotivos; videos clips bien pensados para el público joven y aventurero que empezó a seguir a la banda por el cantante, pero que luego se dio cuenta que la cosa iba en serio, que el contenido prevalecería y se llenaron de seguidores.
Las fechas en Niceto Club de Barro del año pasado fueron demoledoras con tickets agotados y el primer EP de la banda que vio la luz, a la par del primer disco original a los pocos meses.
Uno siempre intenta imaginar lo que pasa por la cabeza del músico, cuál es el ideal para su carrera, y qué es el éxito para él. Para este artista, el éxito estuvo desde el poder cumplir su sueño de vivir de dar sus clases de guitarra, pero ahora se hizo enorme con un estadio de Flores agotado y con un proyecto propio al que el público acompaña desde el primer momento. No debe haber nada más placentero que llegar a los 40 y haber alcanzado y superado ampliamente los objetivos propuestos.
El café se termina y la charla se bifurca a gustos musicales, discos, géneros y todo lo que charlan los músicos cuando están en su zona de confort. Esa casa de Constitución llegó a ser el fuerte, el inició físico de los sueños. La puerta de entrada a lo desconocido, a los miedos de un niño que vino de Puerto Esperanza, Misiones, a enfrentarse a un mundo voraz pero que a la vez le dio lo que buscaba.
Las oportunidades dicen que uno también tiene que ir a buscarlas, y Chowy fue. Sin importar los traspiés ni lo negativo. Ahí está la historia de uno más de nuestros tantos valores artísticos y culturales.
A Chowy lo despedimos en la puerta de Constimordor y salimos renovados a la misma calle sucia y desarreglada a la que llegamos, pero con una historia que hizo una inolvidable experiencia.
*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.
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