La historia de este arte pictórico, decorativo y popular es un rompecabezas que se fue armando con el tiempo de la mano de los propios fileteadores y de actores fundamentales que se ocuparon de colocar las fichas en su lugar para que sea valorado a nivel mundial.
El estilo artístico de pintar y dibujar lo típicamente porteño nace en un taller de carrocerías a finales del siglo XIX en Buenos Aires casi sin querer. Al parecer, el destino quiso que algo trascendental surgiera de la amistad de dos niños que eran vecinos: Vicente Brunetti y Cecilio Pascarella.
Por la difícil situación económica que atravesaban sus familias, a muy temprana edad, salieron juntos en búsqueda de empleo. Los pequeños amigos ingresaron a trabajar en una fábrica de carros ubicada en la calle Paseo Colón en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires donde, en principio, hacían los mandados y cebaban mate.
Un día, le designan a Vicente el trabajo de pintar una línea en los carros de color gris. Durante años el joven realizó la misma rutina, pintar líneas de color gris, una y otra vez. Hasta que, por motus propio y sin permiso, cambió el gris por otro color. Esto agradó mucho a los dueños de la carrocería.
Al tiempo, se animó y realizó algo más que cambiar de color las líneas del carro: rellenó con otro color los chanfles en determinadas piezas. Por esta necesidad creativa recibió gran aceptación y admiración por parte de los operarios y de los patrones. El entonces pequeño artista comenzó a trazar un arte que más adelante se llamaría “filete porteño” o también “fileteado porteño”.
Enrique Brunetti, letrista e hijo de Vicente, en un documento que escribió en 1988 publicado para el libro “Los maestros fileteadores de Buenos Aires” dió fe de que su padre y Cecilio fueron los fundadores de este oficio artístico. En este sentido, contó que fue Pascarella quien se destacó como letrista.
“Fue creando un estilo, especialmente en las jardineras de panaderos que todos fuimos siguiendo en nuestra labor como letristas. Es Pascarella quien, pintando las espigas de trigo en dichas jardineras, como así esos ornamentos que llamamos firuletes, sentó la base de lo que en evolución se siguió ejecutando hasta el presente”, expresó.
Sin embargo, así como ocurre con la expresión “no hay dos sin tres”, el hijo de Brunetti también nombró a Miguel Venturo como el tercero en la creación de este estilo nacional, aunque bien porteño: “Debo agregar la gran influencia que ejerce Miguel, hijo de Salvador Venturo, quien con sus creaciones y aportes de pajaritos, distintos modelos de variedades de flores, diamantes, dragones, gotas; con magistral ejecución da un impulso renovador de señalada evolución encontrando el mejor eco entre los fileteadores”.
Fileteado porteño: de la curiosidad a la exposición
Nicolás Rubió, artista plástico y cineasta Italiano, junto a su mujer, Esther Barugel, escultora argentina, realizaron el libro “Los maestros fileteadores de Buenos Aires”, editado por el Fondo Nacional de Artes en 1995. Cuando Rubió llegó a la Argentina en 1948, le llamó mucho la atención ver por todos lados carros pintados decorados con colores vivos y con específicos estilos tipográficos que circulaban por las calles de la Ciudad. Entonces, comenzó a preguntar dónde y quiénes los pintaban.
La sorpresa que se llevó fue mayor cuando la respuesta era que nadie sabía nada. La pareja sintió una inmensa curiosidad por conocer sobre este arte que les despertó vasta admiración. Por esto, durante varios años se dedicaron a recolectar información: entrevistaron a fileteadores, tomaron fotos de cada carro que veían en la calle, rescataron partes de carruajes fileteados que estaban tirados en talleres.
A cada fileteador que conocían le hacían el pedido de pintar una tabla. Contra viento y marea trabajaron con un objetivo claro: armar una exposición con todo el material recabado. Sentían la enorme necesidad de poner en valor el “fileteado” y a sus artistas “los fileteadores”.
La exposición se inauguró el 14 de septiembre de 1970 en la Galería Wildenstein en la calle Florida. La muestra fue un éxito rotundo. Fue la primera vez que los medios se interesaron por el filete. Los propios artistas no lo podían creer. El salón donde estaban expuestas las piezas se inundó de gente: poetas, artistas plásticos, músicos, periodistas y curiosos formaron parte de ese glorioso día.
Después de 70 años decorando y dejando huellas en las calles, creando una identidad en la Ciudad, sin saberlo, los fileteadores eran protagonistas de las tapas de las revistas y de los programas de radio más importantes. Luis Zorz, Enrique Arce, León Untroib, Carlos Carboni, Andrés Vogliotti, Alfredo y Enrique Brunetti y los hermanos Bernasconi fueron solo algunos de los artistas que participaron con sus trabajos en la muestra.
“No obstante, algunas de esas personas que entraron dijeron lo que no esperábamos: ‘Gracias por hacernos volver a la infancia’. El filete de modo inconsciente estaba en el fondo de la memoria colectiva de la Ciudad”, escribió Rubió en el libro.
Prohibición, ocaso y resurrección del fileteado porteño
A pesar del auge y el reconocimiento del fileteado a partir de la exposición en la galería Wildenstein llegó la prohibición en 1975. Paralelamente, la crisis económica del país ocasionó el cierre de la mayoría de las fábricas de carrocerías que mantenían a los fileteadores como empleados.
La resolución expuso: “Queda prohibido el pintado de insignias, adornos, arabescos y elementos decorativos, tanto en el interior como en el exterior de la carrocería, salvo el distintivo propio de la empresa. Queda prohibido también el pintado de símbolos patrios”.
Pero, como estamos en Argentina y sabemos reinventarnos, así fue como el fileteado salió a las calles muy rápido para conquistar nuevos espacios y territorios. Encontró en la decoración de cartelería de negocios y vidrieras, el lugar para seguir reivindicando el oficio. A partir de allí comenzó a diversificarse a nuevos soportes y a la decoración de objetos.
En 2006, el Filete Porteño fue declarado Patrimonio Cultural de la Ciudad de Buenos Aires por la Legislatura porteña En el año 2012 se crea la Asociación Argentina de Fileteadores.
Silvia Dotta, fileteadora y socia fundadora de la Asociación, cuenta que el espacio nació con el deseo de generar acciones para preservar, difundir y velar por la buena salud del filete porteño y manifiesta: “Nuestro caballito de batalla es la organización del encuentro anual de fileteadores durante el mes de septiembre que cada año desde ese primer encuentro de fileteadores lo hemos podido cumplir”.
Cabe mencionar que, en conmemoración de la primera exposición, el 14 de septiembre es el día del Filete Porteño. Al respecto, Diego Prenollio, fileteador, socio fundador y ex presidente de la Asociación, agrega que la organización fue creada con el fin de unir a los artistas porque “siempre fue un gremio muy solitario”. “En general, el fileteador trabaja en su taller o en una carrocera donde comparte con otros rubros. Pero, mayormente trabaja solo”, compartió Prenollio y señala que, en efecto, el espacio sirve para que empezaron a conocerse y a relacionarse entre ellos. A partir de la Asociación, el filete se empezó a difundir y a divulgar mucho más.
Dotta cuenta que, uno de los objetivos de los encuentros, es realizar una muestra y explica que allí participan más de cien fileteadores de Buenos Aires y de distintas partes de la Argentina y que algunos artistas envían también sus trabajos desde otros países. Hay una consigna que predomina en el evento: “Compartir paredes, maestros y discípulos para fomentar y promover a los que están en sus inicios y así poder generar espacios de información”.
Asimismo, la fileteadora destaca que, en los encuentros, además hay charlas, talleres, murales en vivo y distinción alguna personalidad importante en el ámbito del filete. “Se generan un montón de acciones que hacen que sea una fiesta para los fileteadores”, festeja.
Asimismo, el 1° de diciembre de 2015 se declaró el Filete Porteño Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. “El filete tiene unos 100 años de vida y se lo ve jóven, se renueva constantemente. De ese primer paso que fue filetear unas líneas en un panel de carro, al filete digital, a cuerpos con tatuajes fileteados, diseños en gráficas y cualquier tipo de objeto decorado con filete”, dice Prenollio.
Y, luego, continúa: “Podemos pensar que el futuro del filete es infinito. El filete es una imagen sencilla y simple. La sola banderita enroscada identifica el filete, es un símbolo y tiene mucha carga histórica y plástica que hace que el potencial sea tan grande. Crea una imagen de identidad muy fuerte”.
Por su parte, el maestro fileteador, Ricardo Gómez concluye con una frase muy descriptiva sobre qué es el Filete Porteño: “Si para Discépolo, el tango es una emoción triste que se baila, el Filete es una emoción alegre que se pinta”.
*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.
Además en ETER DIGITAL:
El melómano del siglo 21: un día en la Feria de Vinilos
La inauguración del Centro Cultural “Viviana Vigil” mantiene viva la cultura arequera
Agregar comentario