Inicio » “El Negro” de la puerta del Teatro Maipo cumple 30 años como jefe de sala

“El Negro” de la puerta del Teatro Maipo cumple 30 años como jefe de sala


Compartir

De un pueblito de Santiago del Estero al centro de la city porteña, la historia de una de las personas más reconocidas en la Avenida Corrientes por su carisma y presencia (solo faltó a su puesto tres veces). Conocé la historia de quien se reconoce como “rata de teatro” pero con orgullo.


Es tanta la humedad en la Ciudad de Buenos Aires que no queda claro si sigue o no garuando, pero mientras la Avenida Corrientes resiste. Arroja -como si los escupiera- signos, símbolos, tesoros de una identidad nacional que ya nadie vive para recordar.

El paso apurado se atrasa.

-¡Ya llegué!

Él me avisa que es puntual y que, como sospeché, por apenas un minuto yo estoy llegando tarde. Que él haya llegado antes, es haber llegado tarde.

Tiene la sonrisa amplia y saluda a la europea. Cuando los mozos nos encienden las luces del salón del primer piso del Teatro Maipo, agradece con elocuencia. ¿Habrán encendido las luces como si fuera una sala solo para nosotros? Lo pienso mejor: ¿solo para él?

Horacio Cortés tiene 69 años y ha dedicado 30 a ser el jefe de sala del Teatro Maipo, uno de los teatros más emblemáticos de la city porteña.

***

-Un señor grandote acompañado de su mujer llega tarde. La función ya había empezado y se siente agredido porque no le permito entrar. Me dice: “¡A mí me vas a dejar entrar!”. Después, agregó algo despectivo… Yo tomaba mucho sol antes, ahora estoy pálido, antes era más negro. Lo miro y le digo: “Lamentablemente, no”. Cuando llega el intervalo, lo dejo pasar.  El señor se acerca, me da una moneda de diez centavos y me dice: “Vos vivís de lo que yo te doy”. Acepté la moneda y le dí las gracias. Cuando terminó la función, agarré una suma de billetes, se los di a la señora que lo acompañaba y le dije: “Sírvase, la invito a cenar con el que tiene al lado”.  

Respalda la anécdota con orgullo y sus cejas aparecen en primer plano. Son más frondosas que su bigote: son superpobladas, entrecanas, revueltas, en disonancia con un cabello minuciosamente rapado en los costados y peinado en alto con gel y dedicación. Debajo del chaleco deportivo: pechera y mangas de camisa arrugadas por completo. 

***

-Vine a Buenos Aires a los 13 años. Acá terminé el secundario y tuve varios trabajos. Viví en pensiones, en casa de familiares. Fui y vine, hasta que decidí quedarme. Tenía 26 años y un bolsito, pero no tenía trabajo. Hasta que entré a trabajar en el cementerio de Chacarita como peón. Trabajé dos años y pico. Después entré como barman en el café Viejos Tiempos.  Lino Patalano era habitué y en 1994 me preguntó si quería ser jefe de sala en el Maipo. En las épocas del Maipo con Patalano todo era muy loco, todo el tiempo. 

Verónica Calvo fue productora del Teatro Maipo, mano derecha de Patalano y Julio Bocca desde 1999 hasta 2003. Cuando escucha que el motivo de la entrevista es “El Negro” Cortés, sonríe con ternura y se adelanta: “Trabajar con él siempre fue un placer, siempre fue diversión y compañerismo. Es una persona que jerarquiza su trabajo de una manera como nunca ví. Ser el jefe de sala del Teatro Maipo lo vive como un privilegio y lo muestra como un privilegio. No solo te hace sentir bienvenido al teatro, te hace sentir especial. Su manera de trabajar hace que todos se sientan afortunados de estar ahí”.

Verónica me aclara: “Un jefe de sala no es un acomodador”. Me esfuerzo entonces por no cometer ese error durante toda la charla.

-¿En qué consiste ser jefe de sala, Horacio?

-Tenés que revisar la sala, revisar los toilettes, los camarines. Que esté todo en orden, que a los artistas no les falte nada, que los chicos de técnica estén listos. Y, después, te ponés el disfraz, como digo yo, para recibir al público. 

Por primera vez hay una pausa. 

-Lino vio algo en mí que ni yo sé de qué se trata. Él me enseñó a jugar. Me dijo “saco y corbata”, y yo a los dos años empecé a usar camisa y smoking con moño. Tengo algo más de 300 moños, muchos me los regala el público. El Teatro Maipo me da la sal para vivir todos los días. Me encanta atender a la gente. Soy “rata de teatro”, como me dice Norma (Norma Aleandro). Falté solo en tres oportunidades: cuando se casó una amiga, cuando murió mi madreabuela y cuando me operaron.

-¿Tu madreabuela?

-A mí me crió mi abuela materna. A la madre que me engendró la conocí de adolescente. Nunca me olvido de dónde vengo. Me llamo Miguel Horacio Cortés. Soy de Villa Robles, un pueblito de Santiago del Estero. Las alpargatas que teníamos las usábamos para las fiestas.  No siempre, pero andábamos descalzos. “Miguel” me llamaban solo en la clínica, mientras estuve internado. La verdad es que pocas personas me llaman “Horacio”. Pero, si me decís “Negro” me voy a dar vuelta. A veces le digo a la gente directamente que “yo soy El Negro de la puerta del Maipo”.

“El Negro”, nunca olvidó de donde vino.  Su corazón tampoco.

***

-Hasta ese momento pensaban que era COVID. Después de varios estudios me confirmaron que era Mal de Chagas. El Dr. Bortman, el mismo que operó a Sandro, un día viene a la habitación y me dice: “Miguel, estás complicado de salud. Tengo que hablar con tu familia. Tu mujer, tus hijos…”. Y yo le respondo: “Es que la que es mi mujer tiene otro marido, ¿cómo le digo que venga a buscar mi parte médico?”.

Sonríe socarrón y agrega: “Tuve una pareja, hace tiempo, duró casi 20 años. Yo tenía 28 y ella 40. Hijos, no se dio… Soy hijo de madre soltera, es posible que tenga algo pendiente con la historia del amor”.

En terapia intermedia y con el corazón funcionando al 18% de su capacidad, “El Negro” estaba a las puertas de un trasplante. “El 8 de diciembre me avisan que había un corazón para mí, y esa misma noche me operaron. Mucho después supe que el corazón era de un joven correntino domador de caballos”, cuenta. Queda como suspendido y con los ojos llenos de lágrimas. ¿Y si es teatro?

-Te emocionaste…

-Aprendizaje, otra cosa no queda… Quizás debería haber sido un patriarca… Sin el trabajo, sin el teatro, sin esa magia no sé qué haría…

Créditos: Rodrigo Nespolo

El azul del cielo es extraño gracias a la combinación del atardecer con las pantallas de las marquesinas. Desandamos la Avenida Corrientes hacia el bajo. El Negro decide interrumpir el silencio. “En los premios ACE de 2023 me premiaron por mi trayectoria en el Maipo… No pude ir a recibir el premio, se olvidaron de avisarme”, dice y suma una carcajada entrecortada, pero siempre con la mirada sobre el asfalto. 


*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.

Además en ETER DIGITAL:

Peluquería La Época, un viaje al pasado de las barberías

Rubén Rada: el rey del candombe volvió a los escenarios argentinos  


Compartir