Entrevista al poeta argentino Martín Gambarotta respecto de su campo de intervención en la realidad actual nacional. “Escribir te ubica en un lugar donde existís y la manera de existir políticamente puede ser escribiendo”, comparte.
Es una de las voces más significativas de la poesía argentina contemporánea. En obras como “Punctum”, “Relapso + Angola”, “Plan Primavera” o como su último libro “Sangría” explora las tensiones sociales y políticas de la Argentina desde una perspectiva poética combinando el rigor formal con un compromiso crítico profundo.
La conversación con Martín Gambarotta invita a pensar la poesía no solo como un arte de la palabra, sino como un terreno de disputa y reflexión en una época de transformaciones vertiginosas.
—Hace algunos años dijiste que, a pesar de que te sonara terrible, encontraste una “función social” en la poesía. No escribir bien sino “explorar para encontrar discursos que después le sirvan a la sociedad”. ¿Ves en la poesía contemporánea argentina ese trabajo?
—Sí, en el fondo sí. Yo creo que siempre pasa eso con el arte en general y con la poesía. Los discursos que después aparecen en la publicidad o en algún otro lugar, por lo general estuvieron antes en el arte. Me refiero a eso.
—Tu poesía ha sido descrita como un reflejo de la tensión entre lo individual y lo colectivo en la sociedad argentina. ¿Cómo abordas esta dualidad en tu obra? ¿creés que la poesía puede ayudar a reconciliar estas dos esferas?
—Conciliar individualmente para uno, plantea también la tensión de vivir en un sistema. Lo difícil, lo casi imposible que es salirse de eso, vivir afuera de eso. Los poemas pueden plantear ese tema y puede llevar a un diálogo con uno mismo que puede ser un alivio en algún sentido. No sé si lo puedo reconciliar. Se supone que no podés salir del sistema sin ser un loco o un sin techo. Los poemas por ahí te ayudan a plantear ese asunto. Tanto para uno como para todos los demás que lleguen a leerlos.
—A la hora de pensar y escribir tus textos, ¿cómo manejas la influencia de la tradición poética argentina en tu obra? ¿Lo tenés en cuenta a la hora de escribir o pensar un texto?
—En algún punto, sí. La poesía argentina no es que siempre estuvo dividida, pero en algún momento lo estuvo entre los poemas o los escritores de Florida y los escritores como Juana Bignozzi, Joaquín Giannuzzi, Juan Gelman. Ellos, en la actualidad, de alguna manera son indiscutidos cuando en realidad formaban parte de una literatura de clase media, de clase popular, que se contraponía a lo que era en ese momento la tradición del diario La Nación, de los que publicaban poemas en ese diario. Entonces, un poco pensando en eso, sí lo tengo presente.
—¿A qué poetas latinoamericanos/as le prestas atención en la actualidad?
—Se me ocurre decir Gonzalo Millán, que ya no está. Era un poeta del siglo XX pero muy bueno. Lo nombro porque tiene una mezcla entre el latino americanismo con cosas más influenciadas por Ezra Pound. Hace poco fue reivindicado por Alejandro Zambra en su novela “Poeta Chileno”. Es como alguien que no fue del todo reconocido a los niveles chilenos de…
—Nicanor Parra
—O de Raúl Zurita.
—¿Estás atento a las novedades en cuanto a publicaciones?
—Ahora estoy más conectado. En algún momento le perdí un poco el rastro. Hace poco la editorial Fadel&Fadel publicó “Asuntos Internos” de Pilar Otero. Es más fácil ahora con las redes sociales también seguir y ver que está saliendo. Y lo hago, digamos, casi sin querer.
—Recientemente se publicó tu prosa reunida. ¿Cómo fue ese proceso? ¿Tuviste un rol activo o más bien lo dejaste en manos del editor?
—Esa idea e insistencia surgió de Martin Garamona, editor de Mansalva. La recopilación estuvo a cargo de Emilio Jurado Naón. Era un laburo que no me animaba a hacer sin editor y sin recopilador.
—¿Creés que la forma y la estructura de un poema pueden influir en su capacidad para actuar como un agente de cambio político?
—El otro día leí un autor en Twitter que decía: “Escribir es mi forma de existir políticamente”. Eso se ve bastante en Alejandro Rubio, como que escribir es una forma de intervenir políticamente y es bastante terrenal. No tenés que soportar a los dirigentes, ni tampoco a toda la resaca de la política. En cambio, tenés la parte pura. Escribís sobre una política que en realidad no existe, porque la política es una cosa más resacosa, más mugrienta.
Escribir te ubica en un lugar donde existís y la manera de existir políticamente puede ser escribiendo. De nuevo con el ejemplo de Otero, por alguna razón ella en su libro está tratando temas como la dictadura. Es su manera de existir políticamente. ¿Qué hace esta chica de 20 años diciendo eso? ¿Qué se propone? Esa es la “ventaja” de la poesía de la literatura. Lo único que necesitás es un lápiz.
—¿Ves alguna conexión entre la ética del lenguaje en la poesía y las responsabilidades políticas del poeta? ¿Las hay?
—Creo que está un poco en crisis la idea del “poeta comprometido políticamente”. Está, por ejemplo, el poeta o el escritor comprometido que va a actos, el que milita. Eso sería ser comprometido. No así en la escritura, que no sería tan comprometida como la de Alfredo Zitarrosa que cantaba y después se mandaba un discurso gigantesco en el medio del recital. Esa modalidad de los 70 me parece que entró en crisis. Entonces no necesariamente hay una relación entre lo que se escribe y lo que se entiende como accionar políticamente.
Creo que ese es el tema de la escritura. Uno escribe y después termina dándose contra la pared porque la política misma te presenta impedimentos y obstáculos para hacer algo concreto, más allá del texto. Está el caso Heberto Padilla y su libro “Fuera de Juego” que ganó un premio en Cuba. Luego Fidel Castro se escandalizó con lo que proponía el texto y lo llevaron a juicio. Todo eso no fue porque Padilla se paró en el medio de la plaza a maldecirlo a Castro sino por lo que escribió.
—¿Cómo manejás la tensión entre la innovación formal y la tradición en tu poesía?
—Ahí sucede una cosa que yo llamaría “angustia”. Es una angustia que también se presenta en T. S. Eliot en cuanto al verso libre, que no significa verso sin medir. Habría que profundizar, pero creo es una angustia de no poder medir como se medía antes. Por eso, en esa angustia y en esa tensión, hay algo. También se vincula con esto: todo lo maravilloso que se escribió en el siglo XX ya es inigualable. Tratar de escribir como se escribía en esa época es imposible, es tan bueno porque era parte de una novedad en ese momento.
Si vos querés escribir como Seamus Heaney es imposible porque él inventó esa novedad. Olvidate, nunca vas a poder escribir un poema como él. Esa angustia también está presente.
—¿Creés que es necesario romper con las formas tradicionales para que la poesía sea verdaderamente efectiva en su intervención política?
—Siempre hay un gesto de romper con las formas. La música también lo hace por cierta disconformidad con lo que hay. Entonces lo único que te queda es tratar de romper con las formas ya establecidas.
*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.
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