Un boxeador sin pelos en la lengua que continúa amando su deporte y ayudando a otros a encontrar su camino peleando. El argentino que ganó 75 peleas de 82, repasa un poco de su historia y su actualidad con 61 años.
Juan Martin “Látigo” Coggi llegó a lo más alto del boxeo, consagrándose en tres oportunidades como Campeón del Mundo en la categoría “Peso superligero”. A más de 35 años de su última pelea, sigue relacionado a este deporte que tanto ama desde la docencia entrenando en su Club Látigo Box en Brandsen a chicos de todo el país.
–¿Por qué decidiste abrir tu Club en Brandsen?
-Porque a Brandsen le debo mucho y al boxeo también, entonces decidí pagar un poco las deudas que tenía con esta ciudad. En la vida hay que ser agradecido siempre con los que te dieron una mano.
-Con tantos años en el ring, ¿cuál fue la lección más importante que aprendiste?
-El boxeo te enseña a luchar, no solo físicamente, sino también mentalmente. En este deporte no se juega: subís al ring a darlo todo. El ring es el único lugar donde no se puede mentir. He ganado muchas peleas porque entendí eso, aprendí a mantenerme concentrado y a no dejar que nada me perturbara.
-¿Es importante entonces lo emocional a la hora de subir al ring?
-Depende de la cabeza. Mi viejo estuvo internado grave una vez cuando yo estaba concentrado. Me llaman y cuando entro a la sala le estaban tapando la cabeza con la sábana. Me despedí, fuimos al velorio y lo llevé a Fighiera, Santa Fe, donde él quería estar.
Volví muy triste, peleé con Randall y le gané, ya no había nada más que me perturbara. En ese entonces nadie conocía a mi familia, y de camino al ring en Las Vegas me agarraban de la mano, les daba un beso y seguía caminando.
-Tu familia entonces es fundamental para tu carrera.
–Mi familia es el pilar. Mi señora trabajaba para que yo pudiera entrenar, y siempre llevé a mis hijos a las concentraciones conmigo. No fue fácil, porque pasaba mucho tiempo lejos. Fui un padre algo ausente, pero sabía que lo hacía por ellos.
-¿Cómo empezaste en el mundo del boxeo?
-Fue una elección. Yo no venía de una familia de boxeadores ni nada por el estilo. De hecho, mi padre no quería que me metiera en esto, pero yo tenía una pasión inmensa por el deporte.
Mi sueño siempre fue ser campeón mundial, y lo logré. Quería que el apellido de mi padre nunca se borrara y el boxeo fue la manera en que lo hice.
-¿Recordás algún momento clave en tu vida que haya impulsado hacia el boxeo?
-Recuerdo un día en casa. Venía de trabajar en la panadería y vi a mi padre con lágrimas en los ojos. No teníamos mucha comida en la mesa, pero le prometí que iba a ser el mejor del mundo en lo que hiciera. Ese momento marcó mi vida.
-¿Alguna vez sentiste miedo en una pelea?
-No, miedo nunca tuve. El miedo no tiene lugar en el ring. Sabía que si me mantenía concentrado y hacía mi trabajo, todo saldría bien. En el boxeo, tu peor enemigo puede ser tu mente.
-¿Qué pensás sobre lo sucedido en los últimos Juegos Olímpicos con la atleta Imane Khelif?
-Es un hombre que tiene todas las fortalezas del hombre. Nunca una mujer va a tener las fortalezas de un hombre, más allá de lo que se inyecte. Si quieren, hagan un campeonato de “todes”, que sean todos hombres que se perciben mujeres, así sean machos o hembras o “todes”. Tenemos un caso como el de Alejandra “Locomotora” Olivera que se inyectaba hormonas masculinas mientras estaba en actividad.
Es un macho, estoy diciendo la verdad y la verdad no ofende. Además, no acepto el boxeo femenino, no lo acepto.
-¿Por qué no aceptás el boxeo femenino?
-No es por machismo ni nada por el estilo. La mujer tiene los pechos adelante, es como si los hombres tuviéramos los testículos a la altura de la pera. Vos le pegaste en una teta y es el mismo dolor que tiene un hombre cuando le pegan en los testículos.
La mujer no está hecha para este deporte, porque no tiene la consistencia física que tengo yo. Ellas se enojan porque no cobran como los hombres, pero pelean dos minutos, se pegan dos puñetazos y paran la pelea. Entonces no, no es lo mismo. No es que sea machista o feminista, cada cosa en su lugar.
-¿Te considerás un tipo cabrón?
-No me gusta la injusticia. Soy una persona tranquila hasta que me buscan más allá del límite. No tolero las traiciones ni los errores repetidos, pero siempre trato de evitar los problemas. Muchas veces, el boxeo me ayudó a controlar mi temperamento.
-¿Sentís que se precarizó el boxeo?
-Totalmente. Hoy ves a boxeadores que disparan en el rincón. Antes el referí te llamaba al centro y te decía: “Si no peleabas, te descalifican”. Eso era boxeo.
-¿Por qué crees que hoy en día no surgen tantas figuras como antes?
-Hay muchos “tarados técnicos de computadora”, como digo yo.
-¿A qué te referís con eso?
-Hacen los cursos de boxeo por internet y después suben los chicos al ring y los escuchás decir “¡Yap! ¡Yap! ¡Yap!”, y nada más. Eso no es ser un técnico; necesitás practicar en el ring mientras aprendés.
Yo, al contrario, pongo YouTube y empiezo a ver a los rivales del pibe que entreno que no va a tener siempre la misma técnica.
-¿Por qué considerás importante estudiar a los rivales?
-Porque el rival es distinto. Yo le busco los defectos, las virtudes, cuándo se cansa, entre otros. Entreno a los chicos para que sean una máquina, para que tiren 400 piñas por asalto.
-¿Qué te queda por hacer en la vida y qué consejo le darías a los que se inician?
-Quiero que mi nombre nunca se olvide. Ya cumplí mis sueños en el boxeo, pero ahora quiero seguir ayudando a los chicos. Transmitiendo toda mi experiencia en mi club a los jóvenes de Brandsen y de otras partes del país que vienen a entrenar. Esa es mi misión ahora.
Mi consejo es que se preparen mucho, se apoyen en la familia siempre, que nunca pierdan la humildad y ahorren para su futuro. La vida como boxeador exitoso es corta, como la vida misma.
*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.
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