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Marcelo Garraffo: pasión, liderazgo y legado en el hockey sobre césped


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El exjugador y entrenador reflexiona sobre su carrera deportiva, su rol como referente en el deporte argentino y su visión del crecimiento del hockey a nivel nacional e internacional y ofrece valiosos consejos a las nuevas generaciones.

Marcelo Garraffo, una de las figuras más destacadas del hockey argentino, encontró su pasión por este deporte de manera inesperada. Originalmente, su interés estaba en el fútbol, pero al no haber una liga oficial en el Club Ciudad de Buenos Aires, tanto él como su hermano optaron por probar varios deportes. “El hockey era el que más se parecía, tanto táctica como posicionalmente”, explica, y fue entonces cuando los dos decidieron dedicarse a este deporte. Su primer intento en 1967 no fue exitoso, ya que fueron rechazados por la cantidad de jugadores que había, pero al año siguiente los llamaron, y fue ahí donde empezó todo.

Garraffo jugó 17 años en la selección nacional, un período en el que desarrolló valores esenciales como la amistad, la perseverancia y la humildad. “El deporte desarrolla y afianza valores”, señala, destacando cómo estas lecciones lo marcaron tanto a nivel personal como deportivo. En su carrera, participó en tres Juegos Olímpicos y fue abanderado de la delegación argentina en Barcelona 1992, un honor que lo llenó de orgullo y responsabilidad. “Llevar la bandera en la ceremonia fue un hecho de gran emoción y responsabilidad”, afirma.

A lo largo de los años, fue reconocido como el mejor jugador argentino de hockey sobre césped de todos los tiempos, un título que, según él, lleva consigo una carga especial. “Es un gran orgullo y una responsabilidad ser un ejemplo”, dice Garraffo, quien siempre sintió la necesidad de comportarse de manera ejemplar tanto dentro como fuera de la cancha. Aunque admite que ese reconocimiento es subjetivo, su legado es innegable, y ha influido en generaciones de jugadores.

En su carrera no solo se limitó a ser jugador, sino que también incursionó en la docencia y la gestión deportiva, liderando equipos en España, como el Club Deportivo Terrassa y el Club de Campo de Madrid, y en Argentina, equipos como el Club Ciudad de Buenos Aires, St. Catherine’s Moorlands y Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires. “Siempre me gustó la docencia”, comenta, explicando su deseo de dejar un legado y transmitir las enseñanzas que adquirió en un momento clave para el desarrollo del hockey. Entre sus jugadores destacan nombres como Maxi Caldas y Cacho Vigil, que luego se convertirían en grandes entrenadores.

Marcelo ha sido testigo de grandes cambios en el deporte, desde los materiales hasta las tácticas y técnicas. Según él, “los cambios fueron exponenciales”, y esto lo obligó a mantenerse en un constante proceso de aprendizaje. Argentina ha logrado posicionarse entre las mejores potencias del mundo, y Garraffo se enorgullece de haber sido parte activa en ese crecimiento.

Finalmente, al reflexionar sobre su experiencia y los consejos que daría a las nuevas generaciones, destaca la importancia de disfrutar del proceso de formación, con sus momentos de alegría y frustración. “El desarrollo es un proceso que tiene alegrías y tristezas”, comenta, añadiendo que la manera en que uno responde a la derrota es lo que marca la diferencia en el éxito. Para él, el proceso es fundamental, y advierte a los jóvenes que no hay atajos para alcanzar sus metas: “Se necesita tiempo”.


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