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Cantando a la inclusión


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El sonido constante del tecleo de las máquinas de escribir se entrelaza con el canto del Coro Polifónico Nacional de Ciegos. Mientras Paula Acho se dedica a adaptar las partituras a braille, los pasillos del antiguo edificio en el que trabaja retumban con la misma intensidad que el ensayo. En este particular escenario, donde el ruido metálico de las teclas contrasta con el cálido colchón coral, la inclusión y el arte se fusionan de manera única y forman un puente hacia la igualdad de oportunidades.


Acho es dictante de Musicografía braille en el Coro, cantante, guitarrista y docente en un conservatorio de música. Su rol es transcribir obras al lenguaje táctil. “Trato de ser lo más fiel posible y trabajo como si fuera para mí”, detalla. De esta forma, logra que los coristas con disminución visual no tengan ninguna diferencia respecto de los que ven, y puedan ejercer su derecho a participar sin discriminación. 

Este espíritu de inserción en la sociedad se respalda en la Ley N° 26.378. Esta disposición forma parte de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad sancionada por la Asamblea General de las Naciones Unidas. El tratado reconoce el derecho de esta minoría a participar en toda la vida de la sociedad. Se les reconocen los mismos derechos que tienen todos los ciudadanos como el derecho a la vida, a la educación en igualdad, al empleo libre, a la vida independiente, entre otros.

Sus inicios en la transcripción braille

Paula tuvo su primer encuentro con la transcripción braille gracias a un compañero ciego con el que estudiaba música. Su curiosidad cree que la incentivó a aprender a adaptar las partituras para él. “Si querés, un día tomamos mates y te doy una mano. Así fue que, por una cuestión de querer ayudarlo, me regaló un manual de musicografía braille y aprendí”, recuerda. Al cabo de poco más de un año, entre juntadas materas y tardes de ensayo, logró familiarizarse con el nuevo lenguaje.

El conservatorio Julián Aguirre es donde da clases y aún continúa su aprendizaje. Dentro de esta institución ganó un concurso y fue elegida para ocupar el puesto de dictante de musicografía braille. Años más tarde, en 2022 y a raíz de otro concurso, obtuvo la posibilidad de trabajar en el Coro Polifónico Nacional de Ciegos, uno de los nueve organismos que pertenecen a la Dirección Nacional de Organismos Estables. Actualmente, este ensamble vocal cuenta con 57 coreutas e interpretan obras de compositores nacionales e internacionales como Antonio Vivaldi, Felix Mendelssohn, Atahualpa Yupanqui, Félix Luna, entre otros. 

El Coro Polifónico Nacional de Ciegos en un concierto en el CCK.

Del pentagrama al tacto: el proceso de transcripción

Paula, al ser la dictante del coro, debe encargarse de que todos los cantantes tengan su propia parte. Para eso, en base a la partitura gráfica, dicta la transcripción a los originalistas y estos escriben la versión original en braille. Una vez hecha esta primera reproducción, pasa a manos de los copistas que se dedican únicamente a replicar la original. 

Los puntos en relieve sobre el papel se hacen a mano con una regleta y un punzón. Uno por uno. Esto hace que los errores sean regulares y que, en el caso de que haya uno, deba iniciarse de cero nuevamente. Según la dictante, el proceso no solo es complicado por la cantidad de tiempo que toma, sino que también agregó que puede llegar a ser perjudicial para la salud: “Algunos copistas tienen tendinitis”.

Dos partituras de la misma obra. La de la izquierda es en braille y la otra, gráfica.

Superar prejuicios y adaptarse

Cuando Paula comenzó en el coro no tenía idea de cómo iba a ser trabajar con personas con discapacidad visual. Entró sin prejuicios y teniendo en cuenta que “todos tenemos cosas distintas, ya sea más o menos notorio”. Sin embargo, con el paso del tiempo, y habiendo ganado más experiencia, marcó que tiene en claro que sus compañeros son aptos para hacer su trabajo: “No noto que tengan problemas con sus tareas, se manejan súper bien”.

En lo que refiere a lo estrictamente musical, la dictante tiene que modificar parte de su vocabulario para hacerse entender por completo con los coristas: “Hay algunos términos que sí o sí tengo que ajustar constantemente”.

Ya conociéndolos más, agregó, entre risas, que naturalizó la condición de sus compañeros al punto de olvidarla: “A veces estamos compartiendo unas galletitas, las muevo de lugar para servirme y hasta que alguno no pregunte dónde están, me olvido de avisarles que las tengo yo”. E incluso ya tiene la confianza necesaria para hacerles chistes como: “Los discrimino a todos por igual” o “tengo superpoderes, puedo ver”. En ambos casos, sus colegas se ríen junto a ella.

La relación de Paula con la música es tan cercana que la define como “todo”. Además, cuenta que el arte y el estudio le enseñaron sobre paciencia y exigencia, valores que busca promover en su grupo de trabajo. Su vocación le brinda herramientas para poder compartir más que sólo arte. Su motivación laboral la describe de la siguiente manera: “Siempre hay que ponerse un poco en el lugar del otro y no hay que mirar con ojos de lástima, ni a uno mismo ni al otro”.


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