El sistema electoral estadounidense es muy distinto de otros en el mundo. Entre otras cosas, permite que un hombre convicto y un hombre de 81 años sean candidatos. ¿Cómo funciona?
El pasado 30 de mayo, Donald Trump fue declarado culpable por un jurado popular en Manhattan, Nueva York, de 34 cargos criminales por falsificación de registros comerciales. Este caso surge de acusaciones de la actriz pornográfica Stormy Daniels, quien dice haber tenido relaciones sexuales con el ex presidente y haber recibido un pago de 130 mil dólares por su silencio, antes de las elecciones de 2016 en las que Trump fue electo. Sin embargo, su culpabilidad no lo descalifica de participar como candidato del Partido Republicano en las elecciones presidenciales que se celebrarán el próximo 5 de noviembre.
Según el sitio oficial del Gobierno de los Estados Unidos, solo se necesitan tres requisitos para ser presidente de, tal vez, el país con más influencia en el mundo. Estos son, ser ciudadano estadounidense, tener por lo menos 35 años y haber vivido en Estados Unidos los últimos catorce años. La Constitución de Estados Unidos no impone requisitos adicionales ni menciona ninguna inhabilitación para postularse por tener cargos criminales o estar siendo juzgado.
Al comienzo de la carrera electoral, se esperaba que la culpabilidad de Trump en los cargos criminales mencionados tuviera un impacto significativo en su campaña y en la percepción pública de su idoneidad para el cargo. Sin embargo hoy, todo indica que ante un Biden que aparece desorientado en casi todas sus apariciones públicas, el ex presidente podría llegar a reelegir.
Ya sea el anciano Joe Biden o el condenado Donald Trump, los cambios en el gobierno de Estados Unidos no afectan solo a sus ciudadanos, sino también a muchos otros países como Argentina, que debe una deuda multimillonaria con el Fondo Monetario Internacional (del cual Estados Unidos es uno de los más importantes miembros) o Palestina, cuya seguridad e integridad civil depende del posicionamiento de Estados Unidos en Gaza. ¿Cómo funciona, entonces, el proceso electoral que puede afectar al resto del mundo?
El sistema electoral estadounidense es muy distinto al conocido en Argentina. USA.gov dice: “El proceso para elegir a un presidente dura casi dos años. Desde la postulación, candidatura, hasta la votación para la elección del presidente de Estados Unidos”. No solo es un sistema mucho más largo en años, sino que cuenta con la figura de los electores, que cambian completamente el funcionamiento. La presidencia no se decide por el voto popular directo, sino por la obtención de la mayoría de los Estados, cada uno con un número diferente de electores. Tras las elecciones, en diciembre, el Colegio Electoral elige formalmente al presidente.
En este sistema, un candidato necesita al menos 270 votos electorales de los 538 disponibles. Esto significa que aunque alguien pueda ganar más votos populares en todo el país, no ganará la presidencia sin obtener suficientes votos electorales. Un ejemplo claro es la elección de 2016. 270towin.com es un sitio web dedicado a publicar, recopilar y analizar encuestas, estadísticas y datos sobre las elecciones de Estados Unidos. Según este sitio, ese año Hillary Clinton, la candidata demócrata, obtuvo 65.853.514 votos, casi tres millones más que el candidato republicano, Donald Trump. Sin embargo, Trump ganó la mayoría de los votos electorales.
La pregunta que surge es qué tan representativo puede ser un sistema que no depende exclusivamente de la cantidad total de votos de los ciudadanos.
Nicolas Lantos, es periodista especializado en análisis político internacional. Siguió de cerca varias elecciones estadounidenses y en 2016 fue corresponsal en Estados Unidos por más de medio año. Nicolás comenta que el sistema electoral argentino es más representativo, “El voto directo hace una gran diferencia que se nota muy fuertemente en comparación con el de Estados Unidos. Queda demostrado también en la diversidad de oferta partidaria, cosa que en USA no sucede”.
En un sistema electoral que no termina de ser tan representativo de la voluntad popular como el voto directo, resulta también interesante analizar que, incluso si así lo fuera, la oferta seguiría siendo escasa. Los electores pueden decidir sólo entre dos partidos, cuyos candidatos son elegidos en las asambleas electorales. Estas mismas, son abiertas únicamente a afiliados de cada espacio partidario.
Luciana Rosa, periodista brasileña que vive en Nueva York y cubre política estadounidense. Explica: “Acá lo que pasa es que las elecciones primarias no son directas, las votaciones son hechas por el partido, por miembros afiliados del partido, que deciden quiénes son entonces esos delegados de esas delegaciones, de cada partido por separado, votan por quién quieren que sea el candidato oficial en las elecciones generales y que se da a conocer finalmente en las convenciones nacionales de mitad de año”. Es decir, la única manera de poder tener voto en relación a quien puede ser el candidato que los ciudadanos querrían votar es afiliándose a un partido u otro.
Las opciones para los votantes se acortan entonces a un convicto o un anciano. El debate presidencial del 27 de junio pasado mostró que, si bien Biden fue el menos aventajado, Trump no se quedó atrás.
La incógnita que queda por responder es: Entre un Trump condenado y un Biden desorientado, ¿Quien podría ser el próximo Presidente de los Estados Unidos?
Según Nicolas Lantos, hay varios factores que pueden beneficiar o perjudicar a los candidatos: “El factor que afecta más negativamente a Biden en términos electorales es su estado de salud, como quedó en evidencia en el último debate. Adicionalmente tiene un problema por el divorcio entre la cúpula del partido y sus bases, que resulta problematica, por ejemplo, en el tema palestino. Mientras la dirigencia demócrata está alineada con Israel, las bases, muy mayoritariamente apoyan la causa palestina. En el caso de Trump hay que ver qué sucede con las condenas judiciales, algo inédito para un candidato presidencial. Es probable que se vuelva un boomerang y termine ratificando su propia narrativa antisistema y su electorado”.
La cuestión judicial de Trump parece no ser un problema, el 1 de julio, en paralelo al caso por malversación de fondos, la Corte Suprema de Estados Unidos decidió que los presidentes tienen inmunidad frente a procesos penales por actos realizados en sus funciones constitucionales fundamentales, pero no para actos privados o ciertos actos oficiales fuera de ese ámbito. La Corte anuló la decisión del Tribunal de Apelaciones, requiriendo un análisis más detallado sobre cuáles acciones de Trump podrían ser inmunes. Los jueces conservadores, nominados por el propio Trump en su anterior mandato, le concedieron una amplia inmunidad, aunque no absoluta. Sin embargo, esta acción dilató el proceso judicial, lo que podría servirle a Trump para aprovechar los deslices de su contrincante, como el debate presidencial y llegar inmune a las elecciones en noviembre.
Luciana Rosa apoya la opinión de su colega. Comenta: “Muchos de los electores que le apoyan, creen que la justicia de Nueva York, que además es un estado progresista, está haciendo una persecución política hacia Trump. Entonces este elector no se va a ver afectado, sino más bien va a votar pensando que está defendiendo su candidato de una justicia que es injusta”.
“Cada vez que Trump va a la corte, cada vez que hace alguna declaración o que hay una nueva decisión en un juicio en contra suyo, él consigue más financiación para su campaña, más donaciones”
Si había algo que podía sumar a la narrativa republicana, es lo que ocurrió el sábado 13 de Julio, en un rally republicano en Pensilvania. Trump fue baleado por un francotirador de 20 años. Después de que la bala rozó su oreja, Trump se levantó, puño en alto, dejando una foto histórica y una campaña cada vez más difícil para el partido Demócrata.
El rompecabezas parece armarse a la perfección. ¿Qué opinan los ciudadanos sobre todo esto?
Edy Grimaine es ciudadano estadounidense, sus padres son argentinos, pero vivieron toda la vida en el país norteamericano. Cuenta: “estas elecciones son particulares, pero los dos partidos siempre tuvieron la misma impronta. Los partidos hacen todo por conseguir votos de su lado y en eso también entra la justicia.” Edy cree que, si bien el sistema electoral es muy ordenado y accesible, los que fallan son los partidos. “Trump desilusiono por su lado, y Biden ahora que parece no entender nada, tampoco llama la atención”.
Luciana Rosa comenta que ve “la calle caliente” en relación a las elecciones. “Es un año en el que ha habido mucha protesta de la población con el a Cease the Fire, o sea, el fin de la guerra en Gaza. Mucha protesta en contra de Biden y de sus políticas hacia la guerra. Y con toda la movida de Trump en la justicia también se ha visto mucha manifestación, mucha gente con banderas, mucha gente en las calles. Entonces se vive cada vez más agresivo.” Además agrega, “Hay mucha división y mucha rabia, muchas broncas en la calle, y eso se refleja después en los votos, que no son motivados por ir en favor o apoyar las ideas de un candidato, sino por ir en contra de las ideas del otro”.
Según un informe de CELAG, la mayoría de los estadounidenses cree que Donald Trump (56%) y Joe Biden (70%) no deberían volver a postularse para la Presidencia en 2024. Dos de cada tres (67%) afirman que están cansados de ver a los mismos candidatos en las elecciones presidenciales y quieren a alguien nuevo. Sin embargo, la mayoría de las encuestas favorecen a Trump por sobre Biden:
New York Times/ Siena College. Traducción: Si la elección presidencial 2024 se llevará a cabo hoy, ¿a quién votaría usted si los candidatos fueran Joe Biden y Donald Trump?
Entre el tiroteo que Trump usó a su favor y las publicaciones del New York Times sobre rumores de Biden y una posible baja de su candidatura, parece que el destino de estas elecciones quedará en manos de quien pueda hacer un mejor espectáculo. Gane quien gane, el resultado va a afectar, no solo a Estados Unidos, sino también a los países que dependen de el.
“Yo no soy parte de las decisiones del país en el que vivo”, ser extranjera en EEUU en años de elecciones
María Paula Vilas tiene 53 años, nació en Argentina en 1970 y vive en Fort Lauderdale, una ciudad al norte de Miami, Florida. A los 17 años se mudó a Estados Unidos con su mamá Susana.
Paula vivió hasta los 45 años en Nueva York en donde terminó la escuela. Se casó, tuvo dos hijos, se divorció. Trabajó más de 15 años en una empresa exportadora, después, fue contratada por otra empresa del mismo rubro en Florida, a donde se fue a vivir en 2015. Una vida entera. Sin embargo, Paula es residente permanente de Estados Unidos pero no ciudadana, por lo tanto no vota.
Las diferencias entre la Green Card (Residencia Permanente) y la Ciudadanía Estadounidense son pocas, sin embargo, parecen ser las más cruciales. Para empezar, una ciudadanía te permite votar mientras que la Green Card no tiene ese derecho. Además, la Green Card no garantiza un pasaporte estadounidense ni protege de ser deportado, tampoco permite trabajar en ciertos puestos gubernamentales o públicos ni acceder plenamente a algunos beneficios. Todo eso si es posible con la ciudadanía.
Según Paula, las diferencias con la ciudadanía no solo se refieren a la administración pública. “Es raro si lo pensás. Yo no soy parte de las decisiones del país en el que vivo a pesar de que le aporte toda mi vida, pero también se nota mucho con otras cosas, en los trabajos, por ejemplo. Cuando era más chica, apenas terminé el secundario me costó mucho conseguir un buen trabajo incluso teniendo la Green Card, lo veo ahora que mi hija estadounidense empezó a trabajar, el proceso fue mucho más fácil”.
En el “país de las oportunidades”, las diferencias que el gobierno hace hacia los extranjeros son significativas.
“En años electorales se nota mucho, Trump, por ejemplo, es anti extranjeros. Este año podría ganar y yo no pude votar para que no gane” completa Paula.
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