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Miriam Lewin: “La violación es la acusación que más les molesta a los militares”


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Frente a un Gobierno abiertamente negacionista del terrorismo de Estado de los años 70, la periodista ahonda sobre la violencia sexual ejercida por los militares durante ese período y explica la necesidad de que hoy las víctimas puedan contar sus historias sin silenciar sus contradicciones. 


La periodista y escritora se especializa en crímenes de lesa humanidad y violencia sexual. Durante la última dictadura militar en Argentina, fue secuestrada y detenida en el centro clandestino de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Junto a Olga Wornat, escribió Putas y guerrilleras, una investigación que detalla los casos de terrorismo sexual que sufrieron las mujeres detenidas en los campos de concentración en todo el país durante el último gobierno de facto. Actualmente, con Javier Milei como primer mandatario, opina que para volver a confiar en la política “la clave es participar”.

-La escritora Mariana Eva Pérez denunció recientemente en una entrevista en Futurock que aún no obtiene la condena del represor que desapareció a sus padres, y esto mismo sucede hoy con muchos imputados. ¿Por qué la Justicia no da una sentencia después de tantos años?

-Creo que es una enorme cantidad de casos y que los tiempos de la justicia son lentos en general, más allá de que algunos jueces lo retrasen deliberadamente por su orientación ideológica. Pero es evidente que cuando hay gobiernos que están alineados con las políticas de Memoria, Verdad y Justicia, se avanza más rápido. Hoy estamos en manos de un gobierno que no solamente diría que es negacionista, sino que también reivindica aquello que se hizo en términos represivos, justificando la violencia que se ejerce desde el Estado.

-La vicepresidenta Victoria Villarruel reflotó la creencia de que es necesario invocar una memoria completa, que contemple el terrorismo guerrillero además del terrorismo de Estado. ¿Notás que esto es una convicción común en la gente? 

-Yo no sé si prende tanto eso. Creo que la masividad que hubo en la marcha contra el “2X1” en 2015, cuando la Corte Suprema quiso hacer valer por dos cada año de reclusión de los genocidas, da cuenta de algo. Hubo incluso gente del macrismo, que jamás había ido a una marcha, manifestándose contra la medida, porque dijeron: “Este es mi límite”. 

-¿Qué siente una víctima de secuestro y de tortura del terrorismo estatal cuando ve que los diputados van a visitar a los genocidas a la cárcel?

-Uno siente una profunda indignación, porque se supone que estas personas accedieron a sus bancas por el voto popular. Entonces están interpretando que la población en general avala que ellos pasen a visitar, por ejemplo, a Alberto González Menotti, quien fue condenado por violación porque llevaba a una prisionera a hacer tríos sexuales con su mujer. De ese grupo, y de esa hermosa foto familiar que se publicó, hay dos que están condenados por violación: Menotti y Marcote. Supongamos que justificamos la violencia, la reclusión, pero ¿la violación? Es absolutamente injustificable. Y, de hecho, es la acusación que a ellos más les molesta.

-¿Por qué les molesta la acusación de violación? 

-Porque los militares eran caballeros de Occidente católicos, unos “guerreros del bien”.  Hasta el hecho de apropiarse de los hijos de los prisioneros para que crecieran en “familias de bien” podía tener algún tipo de justificación dentro de su psiquis. Pero las violaciones no. 

-¿Nunca las asumieron?

-No, nunca aceptaron las violaciones y, sin embargo, era una práctica sistemática, que no estaba solo dirigida a la víctima sino también a los compañeros varones de las mujeres ultrajadas.  

-Este año se publicó La llamada, de Leila Guerriero, libro en el que Silvia Labayru, sobreviviente al centro de detención de la ESMA, cuenta que las violaciones no siempre estaban exentas de placer. ¿Cómo era posible esto? 

-Hay muchas ocasiones en las que el abusador le hace sentir a la víctima que ella propició o propuso la relación sexual. Además, está la cuestión lógica, hay una cuestión fisiológica en la relación sexual. Esto no significa que no haya sido una violación. 

-En redes sociales se puede leer a usuarios que era innecesario que Labayru haya contado que tuvo un orgasmo con un genocida. ¿Cuál es tu postura al respecto? 

-No me parece innecesario. Yo estoy muy de acuerdo con Rodolfo Walsh cuando decía que la verdad es siempre revolucionaria. Y durante mucho tiempo nosotras ocultamos o silenciamos aquello que habíamos vivido en la ESMA, y con el silencio lo único que hicimos fue espolvorear todas las versiones más delirantes de por qué habíamos sobrevivido. No en vano se tardó tanto en denunciar la violencia sexual, porque existía este temor de que la sociedad no entendiera que no era necesario que te pusieran una pistola en la cabeza para que vos entendieras que tu vida estaba en riesgo. Tenemos el estereotipo de que en la violación tiene que haber siempre violencia física. 

-¿Por qué creés que, a pesar del avance feminista, sigue habiendo tanto juicio en torno a la sexualidad de las ex– detenidas en los centros clandestinos? 

-Porque son situaciones que no son típicas, que resultan incómodas y difíciles de comprender. De hecho, si Silvia Labayru hubiera utilizado o utilizó esta atracción sexual que ejercía sobre un represor para sobrevivir, yo la aplaudo. Porque si la víctima hubiera sido un varón y el represor una mujer, todos lo aplaudirían. Esa es la hipocresía que denota que todavía vivimos en una sociedad profundamente machista, y que aun las mentes más feministas no están exentas de patriarcado.


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