La genealogía es el estudio de la ascendencia y descendencia de un grupo familiar ¿Para qué se utiliza? ¿Con qué fin las personas buscan conocer a sus ancestros?
Por Diego Pacheco (@LaMiradaDeDie)
El genealogista es un especialista en linajes familiares, aquel que navega entre infinidad de datos históricos y acumula fotos, documentos, escritos y resultados de censos. Recopila todo aquello que sirva para contar historias y para descubrir parentescos. Carlos Ibarguren Aguirre fue un genealogista argentino que enfocó años de búsqueda en la historia de su familia y redactó una serie de manuscritos que luego de su muerte fueron publicados por su nieto, Alfonso Beccar, en una página web.
Heredar la pasión por los datos
En 2001 y tras la crisis económica que atravesaba Argentina, Alfonso migró del barrio cerrado Puerto Trinidad de Buenos Aires a los Estados Unidos. Allí creó el sitio `Genealogía Familiar´, donde expuso inicialmente los documentos recopilados por su abuelo. Su web empezó a recibir la participación de los usuarios que se descubrían emparentados con Alfonso y lo ayudaban incorporando nuevos nombres, retratos y documentos que extendieron sus raíces a lugares recónditos.
“En mi linaje aparecieron personas con los que no simpatizo ideológicamente pero que siguen siendo importantes en la historia argentina, como la famosa Evita. El apellido de su madre era Ibarguren y hace poco investigadores lograron llegar hasta los mismos Ibarguren de Zumárraga, la ciudad de mis antepasados en España”, cuenta el recopilador de datos históricos Alfonso Beccar, quien también tiene en su linaje familiar a Ernesto `Che´ Guevara, ya que el revolucionario descendiente de los Lynch era primo tercero de su abuelo.
En la actualidad, teniendo acceso Internet se pueden realizar búsquedas ancestrales profundas gracias a diversas empresas web que recopilan datos. Aunque para Alfonso Beccar la verdadera investigación era la que hacían su abuelo y muchos otros genealogistas, “a pulmón”, en épocas en las que había que escribir cartas a los archivos parroquiales de distintos países, cuando no existía el acceso a Internet y aclara: “Por el trabajo que hago en mi página no me considero un investigador, solo soy un recopilador de datos“.
Alfonso recuerda que una vez encontró en los registros del censo argentino de 1968 a dos nenas registradas con su mismo apellido. Ellas tenían doce y nueve años y eran de profesión planchadoras. Nadie más en esa casa se apellidaba como ellas. “¿Quiénes eran estas dos chicas planchadoras tan jovencitas? ¿Serán parientes mías? Quizá nunca lo sabré pero eso es lo que me apasiona de la genealogía, el saber cuál es el aporte esa persona hizo indirectamente y cómo estoy relacionado con ella”, confiesa conmovido y agrega: “En el fondo todos estamos conectados”.
“Cada persona potencialmente tiene un impacto, su vida es única, irrepetible y posiblemente interesantísima”, dice entusiasmado Alfonso Beccar y recuerda: “Para mí la historia eran solo las grandes pinceladas, las grandes batallas y los pueblos anónimos gobernados por líderes”. A medida que Alfonso iba profundizando en la genealogía se intrigaba “muchísimo más por el individuo, por aquellos anónimos”.
La página de Alfonso cuenta con un equipo de diez colaboradores que cargan y organizan el material dejándolo disponible de manera gratuita para los más de mil usuarios que cada día navegan por este sitio en busca de información. “Al día de hoy tenemos más de 340 mil fichas, también contamos con actas de nacimiento y defunción, entre otros documentos y el número sigue creciendo”, cuenta Alfonso y aclara que “cada uno de los que colabora en `Genealogía Familiar´ tiene su área de especialidad, su zona de interés y van cargando datos siempre que quiera y le interese”. Para costear los gatos del servidor, el software o el diseño mismo de su página Alfonso ofrece a los usuarios, aquellos que quieran hacerlo, la opción de donar el monto que consideren adecuado mediante el sistema de pago electrónico PayPal.
Una coincidencia la convirtió en genealogista
El profesor de la Universidad La Sapienza de Roma, Giorgio Stabile dice haber encontrado el documento más antiguo donde figura el signo “@”(arroba) Se trata de una carta escrita el 4 de mayo de 1536 por Francesco di Giovanni Lapi, un comerciante que se dedicaba a la exportación de azúcar, pieles, grano, tela y esclavos. Lapi utilizaba el `arroba´ para expresar el peso de las unidades transportadas.
“Por lo visto estaba cansado de tener que inventariar su mercancía, así que decidió abreviar la escritura”, expresa la licenciada en Filosofía y genealogista española Ángeles Gutiérrez Lapi en `Filogenea.com´, su sitio web. Ella se encontraba investigando para una novela que escribía cuando descubrió a este comerciante, uno de los contables de la Casa de Contratación de Sevilla, con quien compartía su segundo apellido. “Desde ese día dejé la novela de lado y me embarqué en la gran aventura de la genealogía”, recuerda entusiasmada.
Ángeles empezó a acudir a las bibliotecas hasta que, agotada la bibliografía, tuvo que recurrir a archivos más específicos y reconoce: “Ahí es donde se pone a prueba la paciencia del investigador porque la información se consigue a base de repasar hojas y hojas de centenares de libros”. En su país hay diferentes centros públicos y privados, universitarios o especializados que imparten los estudios necesarios para llegar a ser genealogistas. No obstante, esta disciplina también es accesible a través de otros conocimientos académicos como la Historia, la Archivística, el Derecho o la Filosofía.
En 2014 Ángeles fundó su web `Filogenea.com´, donde ofrece servicios como genealogista y al que normalmente acuden las personas que buscan conocer sus raíces o quieren hacer “regalos fuera de lo común”, como libros personalizados con imágenes y datos de una familia en concreto. “No ha habido una sola vez hasta el día de hoy, que no haya quedado sorprendido un cliente con los resultados obtenidos”, presume Ángeles y asegura que la genealogía “nos obliga a sobrepasar los límites de nuestro presente” para descubrir los nuevos horizontes que nos llevan a “conexiones insospechadas”. Ella efectúa investigaciones “solo en territorio español”.
Acudir a genealogistas para reivindicar antepasados
La maestra de grado jubilada Martha Etura, tiene 82 años y vive en la ciudad de Río Gallegos, capital de la provincia argentina de Santa Cruz. Ella publicó un libro llamado `Huellas´ y para la producción del mismo acudió a distintos genealogistas. “El proceso de investigación me llevó a apreciar a la genealogía como ciencia”, reconoce la autora, quien a través de su obra intenta reivindicar la existencia de Mercedes Etura, su abuela paterna, quien había sido “silenciada y negada” por su propio entorno familiar. “Se la creyó loca, fue disminuida porque tenía dificultades para hablar bien y se la redujo al silencio y la servidumbre. Algunos familiares pese a mi investigación, hoy la siguen negando”, lamenta Martha.
La autora organizó unos escritos inéditos que conservaba de Pedro Etura, su padre, quien en un conjunto de manuscritos había redactado memorias que cuentan desde su adolescencia en adelante y a las que él mismo había titulado `Maratón: 16 años llenos de tristezas, sueños, gozos y esperanzas´. Sumado a investigaciones genealógicas pudo demostrar que su abuela era parte de la familia. “Con mi libro, simplemente quiero sacar a la luz la angustia existencial que sufrió mi padre por haber sido el hijo de una mujer negada y silenciada por su propio entorno”, confiesa Martha.
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