El fileteado porteño: la voz que nace de la clase trabajadora argentina para celebrar la prosperidad

Desde hace casi una década, el estilo artístico de pintar y dibujar lo “típicamente porteño” es patrimonio de la humanidad. Así lo declaró la UNESCO luego de una iniciativa del Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires. Es que nació en un taller de carrocerías en pleno centro hace dos siglos a través de la mano creativa e innovadora para la época de dos jóvenes amigos que trabajan porque la situación económica familiar de cada uno era crítica.

Este tipo de arte pictórico decorativo surgió entonces de “la confluencia de diversas corrientes inmigratorias provenientes principalmente de Europa, sumadas a la impronta nativa y criolla, dan lugar al nacimiento de expresiones culturales propias de la ciudad; en lo musical, El Tango y en lo plástico, El Filete”, según explica el sitio web de la Asociación de Fileteadores desde donde se organizan con el propósito de generar acciones que preserven su tan querido oficio.

El “filete porteño” o “fileteado porteño” se caracteriza por conformar un universo colorido de líneas, hojas de acanto, flores, bolitas, pajaritos y banderas con específicos estilos tipográficos; aunque también todo aquello que podría provenir de la identidad e ingenio popular de los argentinos. En él, las figuras religiosas, nuestra flora y fauna, las frases en lunfardo, los mensajes de bienvenida -pero también los de amor o desprecio-, los ídolos -de la cultura, del deporte y solidarios- y la iconografía nacional -nuestro escudo, bandera, escarapela- se funden en uno.

En este informe especial, la fileteadora y socia fundadora de la asociación, Silvia Dotta y Diego Prenollio, fileteador y también miembro fundador, secretario y presidente, conversan sobre lo especial de este oficio artístico que surge para “celebrar la prosperidad” de la clase trabajadora nacional. Una expresión que transmite valores. Pincel, hilo y tiza.