DEPORTES
Mientras Argentina ardía, Boca resistía y sufría
El corralito, la crisis, la pobreza y la violencia que se desataron en el país a fin del 2002 coincidió con la injusta derrota boquense ante el Bayern Munich en Japón.

El año 2001 quedó marcado en la historia argentina como un período de caos, desesperanza y caída libre. La crisis económica y social golpeó con una fuerza devastadora, y dejó al país al borde del abismo. Mientras tanto, en el mundo del fútbol, Boca, que había conquistado América y desafiado a los gigantes europeos, se enfrentaba a su propia batalla en la final de la Copa Intercontinental contra el Bayern Munich.
Lo que sucedió en ese partido, para muchos, fue el reflejo de un país que, en todos los ámbitos, estaba siendo castigado.
La deuda externa crecía sin control, el desempleo alcanzaba cifras alarmantes y el sistema financiero comenzaba a desequilibrarse. La gente, desesperada, corrió a los bancos para retirar sus ahorros, pero el gobierno impuso el corralito, congeló los depósitos y desató el caos. “Ahorré todo el año para ir a Japón, cumplí el sueño de ver a boca en otro país con mi papá. Cuando volví, me quedé sin laburo y tuve que vender pan con mi señora para vivir”, recuerda Juan Cáceres, hincha de Boca, a quien Eter Digital encontró en un recorrido por los alrededores de la Bombonera.

Las calles de Buenos Aires se convirtieron en un campo de batalla. Protestas masivas, saqueos y enfrentamientos con la policía marcaron el final del gobierno de Fernando de la Rúa (justamente hincha de Boca), quien se escapó en helicóptero de la Casa Rosada. Argentina estaba en ruinas, con cinco presidentes en menos de dos semanas y una incertidumbre que se sentía en cada rincón del país. En medio de todo eso, Boca viajó a Tokio para disputar la final de la Copa Intercontinental contra el Bayern Munich el 27 de noviembre de ese 2001.
El equipo dirigido por Carlos Bianchi llegaba con la esperanza de repetir la hazaña del año anterior, cuando había vencido al Real Madrid y coronado campeón del mundo. Pero esta vez, el destino tenía otros planes. El partido fue una batalla, con Boca resistiendo los ataques del equipo alemán. Juan Román Riquelme, el genio del elenco argentino, fue golpeado durante todo el encuentro, mientras el árbitro danés, Kim Nielsen, parecía mirar hacia otro lado. La expulsión de Marcelo Delgado en el primer tiempo dejó a Boca con diez jugadores, y el desgaste físico comenzó a hacer un vacío en el equipo. Finalmente, cuando parecía que los penales eran un hecho, en el minuto 109 el ghanés Samuel Kuffour marcó el único gol del partido para sellar la derrota de Boca.

Los cientos de hinchas que sí pudieron viajar habían alentado con la ilusión de volver a ganarle a un equipo grande europeo. Los millones que se quedaron a alentar desde casa también soñaban con lo máximo: no pudo ser. “Con mi papá no fuimos porque no nos daba la plata, pero la pasión que sentimos por Boca era más grande que cualquier crisis. Yo era re pibito cuando pasó todo, no entendía nada”, expresó Leonardo Godoy, hincha de Boca en una nota para ETER Digital en la previa de un partido del equipo dirigido por Herron durante el último Torneo Apertura. “Perder la Intercontinental fue el reflejo de un país que no encontraba salida”, agregó.
La impotencia que sintió Boca en Tokio fue la misma que vivió Argentina en sus calles. Un país que luchaba, que resistía, pero que era golpeado una y otra vez por fuerzas que parecían incontrolables. A pesar de la crisis, Argentina logró levantarse. Con el tiempo, la economía comenzó a estabilizarse y el país encontró un nuevo rumbo. Boca, por su parte, siguió cosechando títulos y consolidándose como uno de los equipos más grandes del continente. Pero aquel 2001 quedó grabado en la memoria de los argentinos como el año en que todo se derrumbó a nivel económico y social, mientras los hinchas quedaron con ese sentimiento encontrado: la alegría de la Copa Libertadores y la frustración de la caída en la Intercontinental.
Más allá del resultado, la imagen final fue contundente: un equipo argentino soportó más de cien minutos ante uno de los clubes más poderosos de Europa, en un contexto nacional marcado por una profunda crisis. La derrota de Boca coincidió con un momento clave del país. Semanas después, estallaría una de las peores crisis políticas y sociales de la historia argentina. La final de Tokio 2001 quedó registrada como un episodio futbolístico significativo dentro de un año agitado, atravesado por la incertidumbre, la tensión y el colapso institucional.