La industria textil es de las más contaminantes en todo el mundo. Qué están haciendo los diseñadores de indumentaria y asociaciones para poder ir en contra de lo que hoy se conoce como “fast fashion” para poder disminuir un poco el impacto negativo en la biodiversidad del planeta.
El mundo de la moda está cambiando. El modelo de producción y consumo de la “moda rápida”, conocida por elaborar prendas con poca vida útil para incentivar el consumo acelerado, está bajo la lupa de todos por el impacto ambiental que genera.
Según la ONU, el sector textil es el responsable del 10% de las emisiones de carbono del planeta. Es decir, “más que todos los vuelos internacionales y buques marítimos”, convirtiéndose en la segunda industria más contaminante del mundo.
También, la organización internacional señala que esta misma utiliza y contamina el 20% del agua dulce del planeta a través del lavado de los materiales sintéticos de prendas que liberan toneladas de microplásticos al mar cada año.
“Hoy en día, el poliéster es el material que más contamina. Primero porque está conformada por plástico, y segundo por todo lo que acarrea una vez que se teje la tela ya que al cortarla y tirarla emana microplásticos que altera el ambiente en general y tarda 200 años en biodegradarse. Por ende, es la más difícil de reciclar”, comenta Rosa Diaz, integrante de un grupo de investigación de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU) que analiza micro basurales a cielo abierto en el barrio de Flores.
Existe una gran variedad de medidas que pueden frenar esta práctica. Una de ellas, y la más conocida, es la “moda circular”. Se trata de una propuesta sustentable que se apoya en la economía circular y que busca prolongar la vida útil de las prendas la mayor cantidad de tiempo posible mediante la reutilización y reciclaje.
Debido a esto, y bajo la inspiración de iniciativas de reparación que funcionan en otras partes del mundo como los Repair Cafés, en Amsterdam, y las Restart Parties, en Gran Bretaña, Melina Scioli y Marina Pla fundaron en 2015 el Club de los Reparadores, una asociación civil sin fines de lucro que promueve la reparación como estrategia para el consumo responsable y práctica de la sustentabilidad a través de encuentros comunitarios y gratuitos. De esta manera, se permite extender la vida útil de los objetos y se evita que se conviertan en residuos.
Allí, personas de distintos perfiles y habilidades trabajan en su diseño, desarrollo y administración y buscan generar un triple impacto a través de tres ejes principales:
- Ambiental: alargar la vida útil de las cosas reduce los residuos que se generan)
- Económico: promover el trabajo de los reparadores barriales, clave para una economía circular.
- Humano: se refuerzan los lazos de la colaboración y se revaloriza a las personas y sus saberes.
Para esto, el club lleva adelante distintos tipos de eventos y actividades. Entre ellos se destacan programas educativos a través de videos y recursos para jóvenes activistas, escuelas secundarias y familias; talleres y acciones de reparación a medida diseñados para eventos y empresas, y programas de capacitación para que cualquier ciudad del mundo pueda organizar sus propios clubes de reparación.
“Hemos notado un creciente interés en nuestro proyecto y en algunas pautas de conservación del objeto y recuperación de prendas, especialmente en momentos de crisis cuando la gente, por necesidad, recurre a prolongar la vida de sus cosas”, señala Julieta Morosoli, encargada de la dirección, producción y coordinación del Club, y añade: “Creo que el consumismo es algo muy difícil de frenar. La gente sigue consumiendo mucho y eso es algo que sería importante revertir”.
Uno de sus proyectos más recientes e innovadores fue “Ciclos”, un puesto sustentable y gratuito ubicado dentro del Shopping Dot Baires que fomentaba la reparación de prendas y accesorios sin costo a toda aquella persona que contara con la aplicación Appa.
Esta iniciativa, financiada por el centro comercial, funcionó desde el 26 enero hasta el 31 de marzo de este año. Allí, además, se dictaron talleres semanales que enseñaban oficios de reparación textil y capacitación con el acompañamiento de expertos en costura.
“Fue una pequeña acción, más dentro de un shopping, que fomentaba la circularidad desde un lugar en el que las prendas pueden dejar de ser descarte y sigan su ciclo hasta el final”, explica Andrea Berenice, una de las costureras que trabajó en el puesto.
Otras de las opciones que también ofreció “Ciclos” eran las reparaciones por encargo y las reparaciones solidarias. En la primera, las personas podían dejar sus prendas a reparar sin costo y coordinar el momento de retiro dentro de las 48 horas. En la segunda, en cambio, podían donar aquellas prendas que necesitaban reparaciones simples.
“Fue un placer compartir una tarde con ‘Ciclos’. Aprendí mucho y espero que puedan replicarlo en otros shoppings”, comentó Alejandra Colombo, una de las participantes del proyecto.
Además de la ropa, el club también realiza reparaciones de objetos como juguetes, electrodomésticos, artículos de iluminación y de electrónica. Hoy en día, lleva 4.189 reparaciones y cuenta con múltiples premios y distinciones como el Premio CCAB al Liderazgo Sostenible que otorga la Cámara de Comercio Argentino Británica (por eso sus siglas), la Declaración de Interés de la Ciudad de Buenos Aires por la Legislatura Porteña y el Shuttleworth Flash Grant por The Shuttleworth Foundation.
*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.
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