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Pablo Carrozza: “Me llamaron de la AFA para darme todo el apoyo en mi lucha contra las apuestas deportivas”

Pablo en la final de la copa del mundo en Qatar.

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Tiene más de 386 mil seguidores en su canal de YouTube y una cuenta oficial de Instagram con más de 206 mil. Trabaja de manera independiente como periodista y habla de lo que nadie se anima: cuestiona lo peligroso de lo que se normaliza en el mundo deportivo.


“Desde el primer momento sabía que había una pandemia silenciosa detrás. Se están metiendo con los pibes”, lamenta el periodista al referirse al negocio de las apuestas online. Pablo Carrozza que se define como “outsider” ya que está por fuera de las corporaciones -publica su contenido en redes sociales, especialmente en su canal de YouTube– pero suele involucrarse en temas que habitualmente los grandes medios no tocan y se caracteriza por realizar trabajos de investigación sobre violencia en el fútbol. Desde su lugar como comunicador remarca: “Los creadores de contenido también somos responsables. No se puede promocionar cualquier cosa”.

-¿Cómo empezaste a hacer investigaciones sobre la violencia en el fútbol?

-Hace 20 años yo cubría al Club El Porvenir y criticar a los jugadores no profesionales era muy fácil. Pasaban cosas raras, entonces empecé a investigar. Me di cuenta de que a la dirigencia le convenía no ascender, por eso no mejoraba el plantel.

En un momento hubo un pase muy extraño: Guillermo Burdisso jugaba en el club y era el mejor de la categoría. Si lo vendían podían hacer una cancha nueva, pero se fue libre a Rosario Central por un arreglo entre los presidentes. Me llamó la atención y lo investigué, pero la pasé mal. Me dijeron que siga hablando de fútbol y no me metiera en esas cosas. Ahí redoblé la apuesta, porque es un club al que le tengo mucho cariño y la gente se merecía otra cosa.

-¿Cuál fue el informe más picante que hiciste?

-Cuando hice para Diario Perfil una nota sobre las pintadas de Rosario Central y Newell’s me tuve que meter en los barrios más sangrientos de Rosario. Supuestamente estaba cuidado pero veía fierros por todas partes, niños de 10 años ‘calzados’. Yo iba a mostrar que lo que pasaba en la cancha también sucedía afuera: había paredones pintados de Newell’s que los de Central prendían fuego y al otro día volvían a pintar. Lo mismo con los posters en la calle. Los canallas terminaron comprando la máquina para hacer pintura porque no había más en la ciudad. 

Fue picante esa situación. En un momento me dijeron que “si cruzaba el peaje de General Lagos me iban a bajar a tiros”. Al final pude ingresar, pero no fue fácil. Quizás hoy no lo haría, pero en ese momento yo era bravo.

-¿Cómo se maneja una barra brava en el fútbol argentino?

-Tengo la teoría de que cada vez las barras están más diezmadas, tarde o temprano van a desaparecer. Nadie quiere ir preso ahora. Se manejan como un grupo de música. “La 12” son los Rolling Stones, no necesitan vivir de los trapitos. La maquinaria es que Rafael Di Zeo vaya a las peñas del interior, se quieran sacar fotos con él y venden las camisetas del Jugador Número 12. No es lo mismo una barra de ascenso donde quizás les pueden dar entradas o un poco de plata. Cada barra es diferente, de eso no tengo dudas.

-¿Hablás con todos los barras del país?

-Es algo que está cambiando permanentemente, no sé si con todos los barras, pero sí con todos los jefes. Ser barra es algo muy ambiguo, pero si me llama el jefe lo atiendo. No me avergüenzo de eso, justamente si yo quiero tener la información debo hablar con ellos. 

Si les creo o no, esa conclusión la saco después yo. Pero necesito estar en contacto con todos: con la policía, abogados, barras, etcétera.

-¿Por qué hoy no hay público visitante en Argentina? ¿A quién le conviene y a quién no?

-Aunque en muchos casos los dirigentes no quieren, la policía tampoco está de acuerdo ya que complica todos los operativos. Para los clubes grandes más convocantes es un problema porque hay muchos hinchas locales que pierden el lugar. También creo que hay una cuestión de comodidad, ya está naturalizado en una generación. 

Y la organización es otro problema, porque si hubiera público visitante se tienen que quedar una hora y media esperando a que se desconcentre todo el estadio. En Copa Libertadores eso pasa: salís a la 1 de la mañana de la cancha. 

-¿Cuál es hoy el mayor problema del fútbol argentino?

-Creo que los representantes son un problemón. Los clubes deberían negociar entre ellos y no con un intermediario, porque le llenan la cabeza al pibe y se lo llevan libre del club que lo vio nacer. Los usan a los jugadores, lo único que los conmueve es su bolsillo.

También creo que hay una cuestión con las apuestas deportivas que están haciendo un desastre en el ascenso, en las reservas y en el fútbol femenino, aunque en estos no se ven, en cambio en Primera División sale en todos lados y es muy jugado. 

Los partidos de reserva y de ascenso no los mira nadie, y los jugadores saben que pueden ganar más dinero por ir para atrás que por lo que le puede llegar a pagar el club. Es un problema bastante grave.

-¿Ves alguna solución para esto?

-A corto plazo, la verdad es que no. Hay muchos proyectos de ley, me están llamando varios políticos sabiendo que yo trabajé y trabajo el tema. Quiero aclarar que yo no estoy en contra del juego, porque si no parece que yo quiero cerrar todos los casinos del mundo y no es así. Para entrar a un casino tenés que vestirte, ir a un lugar, mostrar que tenés más de 18 años. En cambio con un teléfono vos estás en tu casa con 13 o 14 años, o en el recreo, y los pibes se juntan a ver partidos de China. 

Los chicos apuestan mintiéndole al sistema con la edad. Quizás a esos nenes los padres le dieron plata para comer un sándwich en el colegio y lo terminan apostando.

Creo que lo tienen que regular desde arriba. Los creadores de contenido también somos responsables, yo no me involucro pero no se puede promocionar cualquier cosa.

-¿Cuándo decidiste no hacer publicidad de casas de apuestas ni casinos?

-Nunca lo hice, desde el primer momento sabía que había una pandemia silenciosa detrás. Se están metiendo con los pibes. Los adultos ya pueden interpretar lo que hacen y deberían tener una responsabilidad, lo de ellos es ludopatía. 

Hoy estás mirando un partido y te ponen un QR para apostar, es muy sencillo. Empecé a ver casos cercanos y no me gustó. Una cosa es el jugador que va para atrás por plata, y otra cosa es la ludopatía en los pibitos. Es horrible. No es falsa modestia, pero en parte yo creo que tuve que ver con el descenso de El Porvenir: les saqué seis jugadores. No hice la denuncia solamente en mi canal de YouTube, también la hice en una fiscalía.

En su momento me junté con Chiqui Tapia y me dio el apoyo para que vaya a fondo con este tema. Yo también me asusté, no sabía contra quién estaba yendo, quién estaba detrás y era la cabeza. Si me meto con una barra más o menos conozco la dinámica, pero acá el enemigo puede ser alguien muy poderoso.

Hoy por hoy me mandan por Instagram un error de un jugador y ya lo relacionan con apuestas deportivas. Todos los jugadores se pueden equivocar, si no tengo pruebas, no puedo denunciar.

-Sos un periodista por fuera del sistema, ¿por qué decidiste hacer tu contenido en redes sociales? ¿Cuáles son las ventajas y las desventajas?

-Las ventajas son todas porque trabajo cuando quiero, como puedo. La paso mejor, digo lo que se me cantan las pelotas. Creo que las contras son que muchas veces uno se exige y va a fondo sin tener límite: un día voy contra los cuatro jugadores de Vélez, mañana contra las apuestas deportivas, pasado voy a Uruguay y hago un informe sobre las Sociedad Anónimas Deportivas (SAD).

Cuando tenés un jefe te dice que no hace falta dar todas las batallas juntas. Si estás en un medio te dicen “listo, hasta acá”. No deja de ser censura, pero te ponen un límite. Cuando vas hasta el fondo no sabés quién está del otro lado ni con quién te estás metiendo realmente.

En las redes, la gente te exige permanentemente y eso repercute mucho en la salud mental, es algo que a mí me pegó feo. Todo eso lo generó la comunidad, que ve algo raro y enseguida te tiene como bandera de que uno denuncia todo. Pero no, no puedo. 

Cuando me metí en el mundo de la creación de contenido en redes sociales fue porque en la pandemia yo estaba en un programa de fútbol en Canal 26, que de repente mutó a un noticiero de COVID-19. Yo tenía que decirle a la gente que “no iba a poder salir de su casa” y, la verdad, no soy infectólogo ni sabía nada del tema. Decidí irme de la TV y empecé a hacer vivos en Instagram.

Al principio no me encontraba. En la tele es más fácil porque te van poniendo las pautas tus compañeros, en cambio ahora somos la cámara y yo, y lo que digo sale sin filtro.

-¿Cómo sobrellevás el hate y el odio en las redes sociales? 

-Intento no darle bola, a veces te pega más que otras. Cuando estás mal, agarrás todo. Yo no le doy tanta bola a la calle virtual. La gente en la calle te muestra otra cosa, yo les creo a ellos. Pero en la pandemia no teníamos contacto con el mundo exterior, solo a través de las redes. La gente estaba con mucha bronca. 

Escribirle a alguien para decirle “hijo de puta” es muy fácil. Creo que no es algo personal tampoco pero la gente es así. Por eso trato de darle bola a mi entorno, a la gente que me quiere. Después si subo un video y hay mil comentarios de los cuales son todos insultos, capaz que me equivoqué. Pero si son 500 y 500, lo entiendo. Yo soy chicanero, no pasa nada.


*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.

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