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Trabestia: territorio de perfo y lucha


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“¿Por qué tardaste tanto en venir?”, preguntó entre cueros, arneses, brillos y otras fantasías. Le Brujx se movía en la noche queer como pez en el agua, era la madama alienígena del mostrerío y el taconeo. Hizo en ese preciso instante una lectura muy rápida de mi envase: una paki que viene a acompañar al amigo trolo. Ella se mostraba muy fresca y animada, si tan solo hubiese sabido que llegar a Trabestia, el antro drag por excelencia, me había costado un vodka entero, del más barato que pudiese haber en la góndola. Esa noche reuní fuerzas para hacerle frente a mi identidad, sin saber que me depararía un sinfín de luchas internas. El alcohol me terminó por animar a jugar con un maquillaje más osado del que estaba acostumbrada y Le Brujx lo sabía.

Mi primera zambullida en el universo drag ocurrió hace algunos años atrás en Sitges, el emblemático boliche porteño de la comunidad LGBTIQ+, donde se celebraba la fiesta Trabestia, primer Drag Club. Sus madamas fundadoras, Le Brujx y Santamaría, paseaban semidesnudas por todo el lugar como si estuvieran en el living de su casa. Además de socias de la noche, eran pareja. La cultura queer despidió a Matías Madala, mejor conocido como Le Brujx hace ya cinco años. En esta entrevista, Javier Santamaría, “Santamaría”, artista drag y maquillador, recuerda aquellos años en los que Trabestia se erigía en lo más alto de la noche porteña y nos cuenta sobre su vínculo con su gran amor, Le Brujx.

—¿Cómo pensaron la creación del espacio Trabestia?

Antes de Trabestia, la frase que usábamos era “somos el florero de los eventos”. Era ir, que nos dijeran cuál era la temática, cómo nos teníamos que peinar y vestir. Las fiestas están manejadas por gente que no hace drag: no entendían lo que necesitábamos ni lo que queríamos. La fiesta se creó con la idea de que fuera por y para drag queens y eso fue lo que la hizo funcionar. Además, era un espacio amigable donde no existía la competencia.

—¿Cómo era la dinámica de performance en la fiesta?

Poníamos una temática para incentivar el montaje y ofrecíamos un escenario abierto. Elegíamos a tres o cuatro drag queens que quisieran mostrarse, las invitábamos y les dábamos el espacio para performear. Para elegir a las drag queens no nos importaba si el drag se veía caro o si habían gastado mucha plata en armar el personaje porque el drag lo podes hacer con papel y plasticola, el punto es que crees un personaje. Era algo que evaluábamos, nos importaba que se viera como una “fantasy”. Y siempre buscábamos que las temáticas fueran algo más general para permitir la versatilidad de estilos de cada drag.

—¿Y cómo fue recibido por el público?

En la primera fiesta hubo cola toda la noche para entrar, la gente se quejaba porque el lugar era chico. No se nos había ocurrido que iba a tener tanta convocatoria. Todos querían pasear por ese escenario.

—¿Es un proyecto que pensás retomar en algún momento?

Trabestia tiene un lugar muy especial en mi corazón y siempre quiero hacerla. Con Le Brujx pasamos mucha miseria: todo lo que teníamos lo poníamos en la fiesta, el vestuario, las pelucas, el maquillaje. Al principio arrancamos con lo que teníamos y muchas cosas las hacíamos nosotras, nos volvíamos locas. Además, nosotras teníamos una dinámica en la que las “montadas” pasaban gratis y ahora, por la economía del país, es muy difícil de llevar a cabo. Trabestia fue un espacio que se necesitaba y ahora se volvió a necesitar.

—¿Cuáles serían los desafíos de volver a hacer Trabestia?

Estuvimos imaginando qué nueva dinámica le podríamos encontrar, qué lugar estaría bueno para hacer la fiesta. En su momento la quise volver a hacer en el 2022, pero en esa época me salía aproximadamente un millón y medio de pesos y no podía arriesgarme. Otro desafío sería el monopolio de la noche LGBTIQ+, porque la fecha de tu evento no puede coincidir con otra fiesta porque por un lado conoces a los dueños y son tus amigos, y por el otro, manejan otras fiestas y tienen las mejores fechas del mes.

—¿Cómo era Le Brujx a la hora de hacer drag?

Le Brujx era muchas cosas, principalmente punk y rockera, no solo en su drag sino también en su estilo de vida y en su forma de pensar, era Marilyn Manson. Éramos muy opuestas en todo, por eso nos llevábamos tan bien. Compartimos muchas cosas positivas, y en el drag también funcionábamos bien.

—¿Y Santamaría es Marylin Monroe?

Sí, siempre fue mi referencia principal. Soy fan de ella y de su carrera. Soy fanática de la época dorada de Hollywood. En el drag, a mi me gusta entrar y salir impoluta, esa es mi perfo, estar intacta. Me gusta que permanezca la fantasía.

—¿Qué crees que es lo magnético de las drag queens?

Yo creo que es el animarse a dejar los prejuicios de lado. Todas las personas en algún punto quieren vivir una “fantasy”, es como cuando ves un videoclip y querés montarte e imitarlo. Nos pasa a todos, no solo a las drag queens. 

—¿Crees que el efecto RuPaul’s Drag Race benefició en algo a la escena local?

Supongo que en ese momento al haber un boom de consumo de drag, la escena se pudo haber beneficiado, pero también creo que sugestionó mucho al público. La gente que no hacía drag y lo consumía, comparaba a las drag queens de acá con las drag queens de RuPaul’s Drag Race y si veían a personajes que no eran como los de ese show, quizás no les gustaba. Es importante entender cuál es la historia artística de nuestra región y no hay que olvidarse de que RuPaul’s Drag Race mantiene una dinámica yanki.

-¿Qué crees que estaría haciendo Le Brujx hoy?

Seguiría performeando porque ella era una performer de la vida y seguiría haciendo Trabestia. Ella quería que la fiesta tuviera un escenario grande donde el show no fuera hecho desde lo cómico o lo bizarro. Le Brujx quería que le diéramos “altura” porque en Argentina hay muy buenas performers, ideas y propuestas.

—Sobre las propuestas del drag, ¿qué te enseñó Le Brujx?

Me enseñó a entender propuestas distintas. Yo veía a una drag queen haciendo una canción dramática, arrancándose un corazón que chorreaba sangre y no lo entendía. Le Brujx no solo encontraba nuevos talentos, sino que me los ponía en la cara para enseñarme. Yo con esa información investigaba para los próximos shows y le agregaba más teatralidad a mis perfos.

—¿Cómo fue su último adiós?

Cuando me enteré del velorio, llamé a todos los que pude. Entramos a la sala velatoria y pedimos un momento para estar solos con Le Brujx. El cajón rezaba “Matías Leandro Madala”: teníamos que hacer algo. Estaba ahí, pero no era ella. Estaba envuelta en una enagua blanca y como a ella le gustaban mucho las novias coreanas antiguas y había algo de eso en ese look, nos dijimos: “che, ¿qué trajeron?”, “yo tengo un labial”, “yo tengo un delineador”. La maquillamos, le hicimos un delineado a lo Manson, una cruz invertida en la frente y le armamos una corona de flores. Le pintamos los labios de rojo y le cambió el semblante: “ahora sí es La Brujx”. Fue muy fuerte para todas las que estuvimos ahí, lo recordamos como algo que nos marcó y nos unió. Fue la despedida que ella hubiese querido.

—Le Brujx fue, sin dudas, un ícono de la movida drag local, ¿se te ocurrió alguna vez dejar registro de quién fue y cómo fue su relación?

Me gustaría contar mi historia o nuestra historia desde mi perspectiva, de hecho, me compré un diario y una pluma. Estoy practicando escribir, me cuesta un poco, pero me gusta. Sé que hay mucho para contar y que es una buena historia, porque no es ficción, es la historia de personas reales.


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