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Ana Tijoux: ícono del rap chileno y la música con compromiso social


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La revista Billboard la colocó recientemente en el tercer puesto del ranking de los mejores artistas de rap en español de la historia. Este reconocimiento se lo ganó por su voz, su aporte a la cultura hip-hop latinoamericana y su compromiso con la lucha social.


De los barrios inmigrantes en las afueras de París hasta uno de los escritorios más emblemáticos de Washington D.C. donde recientemente grabó su sesión Tiny Desk de NPR. La trayectoria de la rapera Ana Tijoux se ha caracterizado por una coherencia digna de artistas de una generación marcada a fuego por las heridas del exilio y la inconformidad con un régimen social excluyente. 

Nacida en Lille, en el norte de Francia, criada en la periferia parisina, hija de chilenos exiliados por el régimen genocida de Pinochet. Abandonada por su padre biológico y criada por su madre y su pareja (a quien reconoce como padre), Anamaría Tijoux Merino comprende que la conciencia social es un rasgo que la acompaña desde la infancia. En su casa no había Barbies ni Monopoly y su primera elección a la hora de llevar una canción para cantar en el jardín de infantes fue La Internacional.

Aunque el componente ideológico familiar no fue el único factor que la atravesó en la infancia. La única vez que visitó Chile tenía 6 años, fue interrogada y demorada por la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), cuando viajó sola para visitar a sus abuelos porque sus padres estaban impedidos de entrar al país y buscados por la dictadura.

Y a pesar de ser nacida y criada en Europa, en la biografía que se lee en su perfil de Spotify, indica que en 1992 (a los 14 años) Ana regresó a Chile, luego de haber culminado el régimen militar. Su partida de nacimiento puede indicar una cosa, pero ella siempre fue chilena, sólo estaba momentáneamente imposibilitada de habitar su patria.

Para ese entonces ya había tenido un acercamiento a la cultura del hip-hop en París, aunque no como rapera sino como B-girl (bailarina). En Santiago, gracias a ejercicios de asociación libre que usaba para recordar palabras en sus clases de lengua descubrió que se le daba bien en la improvisación con palabras. Ella misma cuenta una anécdota en la plaza de su barrio: “Un día me dijeron ‘improvisa tú’. Y lo hice. Cuando terminé, silencio infernal. Puros hombres del barrio y yo en mi pijama. Y me dijeron: ‘Bueeena’. Y ahí empezó. Estuve tiempo rimando en esa plaza. Todos ellos están presos o muertos, pero les tengo un cariño histórico”.

En 1997 conformó el grupo Makiza junto a los raperos Seo2 (criado en Canadá) y Cenzi (proveniente de Suiza). Ambos habían transcurrido su infancia como inmigrantes, producto de un exilio forzoso por la dictadura de Pinochet y regresaron al país en la década del 90. 

El rap, música históricamente contestataria, encontraba en una generación criada en el destierro y el dolor, sus principales exponentes en una sociedad que aún continuaba polarizada y fragmentada. Pero, su discurso social y sus letras de protesta no serían simplemente una fase en su camino creativo. A lo largo de la carrera de Ana hubo una búsqueda por nutrirse de la lucha social, y al mismo tiempo colaborar con ella. Donde hubo una manifestación en Chile en los últimos 15 años, su música sonó en algún parlante. Como una banda sonora de la protesta social. Y también el camino fue de aprendizaje. 

Tijoux reconoce que, luego de sus lecturas de Gabriela Mistral y Simone de Beauvoir compuso Antipatriarca. También la lucha estudiantil la inspiró a escribir Shock (basada en el libro de Naomi Klein) y rápidamente se convirtió en un himno de la rebelión de estudiantes chilenos conocida como “pingüinazo”. 

En el mismo sentido se puede categorizar Somos Sur, colaboración con Shadia Mansour, rapera árabe que reclama la Palestina Libre. En su último álbum se destaca Busco el preludio a la canción Busco mi nombre con la participación de Estela de Carlotto, referente de Abuelas de Plaza de Mayo. “La Búsqueda nuestra es hasta que tengamos vida”, dice Estela. Y parece referirse tanto a las Abuelas como a la propia Ana. Ella misma reconoce en una entrevista que “la música que más ha cambiado el curso de la historia siempre ha sido aquella que se ha involucrado o ha tomado posición”.

Su manera de fusionar el rap con elementos de otros géneros es muy identitaria de los artistas de sudamérica. Así como el hip-hop en sus inicios en Nueva York fue influenciado por la música disco bailada en los barrios afroamericanos, el hip-hop latino no se olvida de sus raíces folklóricas y su identidad aborígen. Representa una síntesis dialéctica entre un género que es importado desde el centro del capitalismo mundial pero que guarda el espíritu contestatario de ser una voz de los sectores que más perdieron. La voz de los olvidados. 

En Argentina, la escena del rap también fue nutrida por artistas mujeres que expresaron esa furia. El grupo Actitud María Marta fue exponente del género en la década de los 90’ y comienzos de los 2000. Se las podía ver subidas a cuanto precario escenario improvisado hubiese en marchas y festivales de protesta. Todo ese movimiento, esa mezcla de un género yankee con la lírica rabiosa de los barrios bonaerenses había tenido una fuente trasandina que sirvió de gran inspiración.

Sin embargo, Tijoux afirma que no se siente referente. “No existen pioneras acá, existe un tejido vigente y nos construimos juntos. No es una falsa humildad: el mundo del hip-hop y del rap es una comunidad. Ahí está su fortaleza y su construcción en su eje, y eso hace toda la belleza de este género”, declaró recientemente en Billboard.

Su extensa trayectoria en la música la llevó a ubicarse en el tercer puesto del ranking elaborado por Billboard de los mejores artistas de rap en español de la historia. En un ambiente donde predominan los hombres esta inclusión fue un reconocimiento a una voz potente y que dejó huella en los inicios de la expansión del hip-hop latinoamericano. 

Su exitoso álbum 1977 le valió la recomendación de Thom Yorke (vocalista de Radiohead) y su canción homónima fue incluida en un episodio de la serie Breaking Bad. Además, fue ganadora de un Latin Grammy y tuvo decenas de nominaciones a distintos premios en su haber. Ana no escatima en reconocimientos internacionales. 

Pero, analizar su recorrido artístico tomando como punto de referencia su vitrina sería una falta de respeto a una artista que nunca buscó los premios ni el dinero. Por el contrario, se siente abrumada por la fama y afirma que no hace este trabajo para que la admiren y que no le dan miedo ni la pobreza ni el trabajo. Le da miedo la desolación.


*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.

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