Abierto de martes a domingos y ubicado en el centro de la Ciudad, cuenta con una muestra temporal a la que se puede acceder de manera libre y gratuita. El compromiso está en acercar el patrimonio cultural y promover la difusión del arte en todas sus formas.
Va cayendo la tarde y el frío se hace presente en el valle neuquino. Sobre pleno centro de la ciudad capital y en las intersecciones del Parque Central, un grupo de personas espera con entusiasmo su turno para acceder a lo que será una gran caja de sorpresas.
Muchos quizás estén familiarizados con lo que se esconde tras la puerta de entrada, mientras que otros esperan con algo de intriga saber que les acontece. Faltando unos minutos para la hora seis y el hall principal del Museo Nacional de Bellas Artes comienza a recibir a sus visitantes.
Bajo la atenta mirada de sus guías empieza el recorrido por sus instalaciones y es con motivo de su vigésimo aniversario que se encuentra exhibida la muestra “Habitar la reserva”. Una compilación de más de 200 obras de Patrimonio Nacional que conforman el basamento y la historia de una de las galerías artísticas más importantes del país.
La colección comienza con una serie de pinturas de mediados del siglo XIX del estilo barroco y rococó, anticipándose también a lo que luego sería el romanticismo, el realismo y el impresionismo costumbrista.
Con un marcado legado de las escuelas españolas y francesas; la clara presencia de la pintura académica también se conjuga con el arte plástico de distintos autores europeos. Obras de Juan Carreño de Miranda, Joaquín Sorolla, Ignacio de Zuloaga, Carlos Enrique Pellegrini y Anglada Camarasa, entre otros, distinguen el lugar.
Luego de la tradición clásica siguen las obras de los llamados “precursores” del arte argentino, que fueron artistas viajeros y formados en el exterior. Esta generación cumplió la función de impulsar la autonomía moderna del arte en nuestro país fundando escuelas de bellas artes, teatros y museos. Entre ellos se destacan: Ernesto de la Cárcova, Eduardo Schiaffino, Angel Della Valle y Eduardo Sívori.
Ya en los años veinte y treinta del siglo XX, surgen en la ciudad de Buenos Aires grupos artísticos con un compromiso político y de transformación social. Barrios como La Boca y Boedo aportan un lenguaje renovado y urbano; buscando formas libres y alejadas del academicismo. En esa dirección se aprecian trabajos de Horacio Butler, Aquiles Badi, Antonio Berni y Benito Quinquela Martín, entre otros.
Llegando casi al final del recorrido, en los años treinta comienza el arte abstracto, el arte cinético y la ruptura de los conceptos habituales de la pintura. Lo que da lugar a las ambientaciones, las esculturas vivas, el video arte y la performance. En este contexto, destacan las obras de Jorge Casals, Enio Iommi, Margarita Paksa y Marta Minujín, entre varios artistas.
Para Emilio Bonaiuto, guía del museo, la puesta en valor del Patrimonio es de suma importancia para la oferta artística de la región. “Poner las obras al alcance del visitante para que pueda haber un consumo cultural enriquece y moviliza las instituciones nacionales para que logren tener un nivel de excelencia y jerarquía”, manifiesta.
Destacado por su moderno estilo vanguardista, todas las salas del Museo Nacional de Bellas Artes de Neuquén fueron preparadas específicamente para abordar la temática de cada una de las obras. Es así que, entre sus espacios luminosos, abundan las formas simples y sencillas; evitando distracciones. Mientras que el color blanco y negro resalta lo visual, aportando claridad y frescura al recinto.
*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.
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Buena propuesta y muy bien presentada! Aguante el acceso de todxs al arte y la cultura